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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Charly Barny
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Críticas 195
Críticas ordenadas por utilidad
9
22 de junio de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Oldroyd avanza sin dificultad a partir de un guión de notable justeza que él adapta al cine con imágenes de tonalidades frías, austeras, un ritmo pausado pero sostenido. Su cine es cine en estado puro. Una sucesión de imágenes pegadas con una coherencia absoluta, mantienen durante todo el metraje un ritmo adecuado a lo narrado. Con una impecable actuación de sus actores principales, Oldroy logra un film de época que evoca algunos grandes films ingleses como “The Go Between” de Joseph Losey o “Tess” de Roman Polanski.
En síntesis, el film es una aguda reflexión sobre el poder que lleva a recordar aquel aforismo de Lord Acton que dice “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charly Barny
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7
26 de febrero de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil entrar en el mundo de Ôstlund. Su mirada, en principio, parece ser la de la comedia costumbrista, incluso, la sátira social. Pero si lo entendiéramos de esa manera, estaríamos dejando de lado todo un aspecto, y tal vez el más importante, de sus personajes. Porque los personajes del director sueco nunca son unidimensionales. Es como que en su mirada siempre estuviera presente Dr. Jekill y Mr. Hide. El lado claro y el lado oscuro de cada uno de ellos virando en forma rápida, incluso en una misma escena.
En The Square, el personaje protagónico es Christian (Claes Bang), director del Museo de Arte Contemporáneo de Estocolmo, quien está preparando la presentación de una instalación de una obra híper moderna que se llama The Square, un espacio de confianza que invita al altruismo, al respeto por el otro, y sobre todo, a la necesidad de entender la convivencia dentro de la ley.
Ôstlund elige el camino de cierto absurdo para exponer su tesis. Y mientras se discute de qué manera se hará la presentación de la instalación en una lección magistral de cómo comercializar el arte, Ôstlund comienza a delinear personajes de la alta sociedad, casi todos educados o adinerados mesías de lo artístico, ninguno de ellos es capaz de respetar los límites que predica la instalación que están proponiendo desde la dirección del Museo. Pero lo notable es que tampoco los personajes de clase más baja están dispuestos a hacerlo. En consecuencia, existe una confrontación inevitable de clases.
En todos ellos, en algún momento aparece Mr. Hyde, el representante del lado oscuro de la personalidad de cada uno de nosotros. Por ejemplo, Christian, el personaje principal del film, no sabe qué hacer después de sufrir el arrebato de su celular en plena plaza pública de Estocolmo. Tampoco sabe cómo desembarazarse de una muchacha con la que pasó la noche. Algo parecido ocurre en la escena de la gala del Museo. Allí aparece un actor haciendo de un hombre perro. La reacción ante el miedo genera, primero perplejidad, y después violencia. A partir de ello, Ôstlund recrea una comedia del absurdo con límites insospechados donde deja en descubierto la debilidad de la organización social moderna en un ambiente de alta injusticia social.
La película es minuciosa en la descripción del personaje principal en el cual trata de reflejar todas las debilidades de una persona educada, con un trabajo bien remunerado, y una situación económica y social estable. Ante los hechos comentados, Christian reacciona generando una regresión paralizante. Sus respuestas comienzan a aparecer como actos reflejos (es decir involuntarios y casi automáticos) y no como acciones provenientes de la inteligencia. Produce una regresión parecida a la perdida de la capacidad de razonar, entender, tomar decisiones y poder modificar la realidad.
Mostrando a la par cómo se gesta la muestra de arte, la cual se organiza de la misma manera que si fuera una campaña comercial, la película va cobrando altura y termina siendo un fresco social altamente preocupante porque el cine de Ôstlund tiene esa capacidad de mostrar la metamorfosis humana, o si se quiere, el fenómeno de deshumanización de la persona bajo cualquier tipo de amenaza (en su película anterior era un alud de nieve en medio de la montaña), haciéndola perder su identidad y convirtiéndola en una bestia social.
No es una película para disfrutar dentro del cine. Es una película para mirar y escuchar con atención. Nos está hablando de una mutación imperceptible en la condición social. El mundo, la sociedad industrial ha dejado de ser tal. La desocupación ha crecido en forma alarmante en todo el mundo. El hombre está siendo reemplazado por la robótica. Lo que trata de transmitirnos Ôstlund es que debemos reflexionar sobre ello, tanto como individuos como, y especialmente, como sociedad.
El mundo en que nos criamos, estudiamos y conseguimos nuestros primeros trabajos ya fue. El Nuevo Mundo no se avecina. Ya estamos viviendo en otro mundo diferente y la dirigencia política y social no ha tomado todavía conciencia de ello y vive sumergida en sus propios intereses. Vamos a pasos agigantados hacia sociedades de servicios que como muestra la película debemos aprender ya no a vender un jabón sino una instalación en un museo.
El film ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes en mayo pasado. Tal vez no sea un film ni muy académico ni estéticamente atrapante. Es incluso, por momentos, desprolijo. Pero es un film muy vigente, muy interesante, a veces, desconcertante. Es un film que no pasa desapercibido, que revuelve nuestras conciencias, que nos hace pensar seriamente sobre nuestro futuro y sobre la vigencia del contrato social sobre el cual hemos basado nuestras actuales sociedades.
Charly Barny
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5
26 de febrero de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Premiado con la Palma de Oro al mejor guión (compartido con Lynne Ramsay por You Were Never Really Here) en mayo pasado durante el desarrollo del Festival de Cannes, el guionista y director griego aparece en el firmamento cinematográfico como uno de los más destacados directores jóvenes del cine moderno.
Con 6 obras en su haber, la mayoría de ellas estrenadas en Argentina en festivales o semanas de estrenos especiales, éste es su primer estreno en salas comerciales. Estamos ante un autor, un guionista que generalmente comparte sus guiones, y director de cine. Sus temas son contemporáneos y en su mayoría se refieren a los problemas de la pareja y de la familia moderna.
Debo decir que la decepción ante esta primera película suya fue grande. El film me pareció grandilocuente, afectado, carente de espontaneidad, con cierta tendencia operística, una grandilocuencia que poco tiene que ver con la historia que narra. Aunque por otro lado, debe reconocerse que Lanthimos es un director exquisito, su fotógrafo Thimios Bakatakis sabe del manejo de cámaras, y maneja espléndidamente la luz, el guión está bien escrito, y la actuación de los interpretes principales: Colin Farrel y Nicole Kidman, como así también el conjunto de adolescentes que los acompañan, son notables.
El problema principal es el lento ritmo impuesto por Lanthimos a la narración que naufraga entre una mezcla de comedia familiar aderezada con toques de suspenso y horror, con los que el director trata de describir, por un lado, la precariedad de las relaciones que sostienen la actual familia moderna, y por otro, el desarrollo de un complejo de culpa en el padre de familia que arrastra al resto de la familia.
La crítica del cineasta griego se concentra en el materialismo de la vida moderna. La familia del Dr. Stephen Murphy lo tiene todo. Viven en un barrio de clase acomodada en Cincinnati, Ohio, Estados Unidos. La casa donde habitan con sus dos hijos es amplia y moderna. Su mujer Ana es también una profesional exitosa. Sus hijos concurren a escuelas caras y parecen adolescentes normales. Pero todo ese bienestar no alcanza para lograr la completa felicidad.
En el camino del Dr. Murphy se interpondrá un hecho inesperado que lo colocará frente a la culpa. Un error profesional le provocará un trauma que modificará su conducta, lo cual terminara afectando a toda la familia.
El problema de Lanthimos, y por consecuencia del film, es que con una mirada esencialmente humanista trata de observar comportamientos sociales complejos de una sociedad que claramente no es la suya dando lugar a comportamientos individuales que presentan soluciones que solo parecen tener sentido en el plano de la abstracción, lejos de las leyes sociales establecidas pero cercanas a leyes arcaicas como la ley del Talión.
En consecuencia, el film del griego, aparece como una obra fría y pretenciosa, con claras intenciones morales y juzgatorias de toda una sociedad (la americana) que no solo pone énfasis en el desarrollo de un materialismo práctico sino que también es participe de la idea de que el fin justifica los medios.
Esta mirada que describe el film no solo lo aleja de la realidad social, sino que unida al encierro que propone en la propia casa del protagonista, lejos está de provocar un mea culpa. Por el contrario, genera un gran guignol de características operísticas que desinfla toda intención de reflexión y análisis.
Charly Barny
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8
13 de enero de 2020
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El cine israelí esta pasado un muy buen momento. Sus películas no solo están muy bien hechas sino también reflejan los problemas de una sociedad moderna más allá de los conflictos de carácter bélico que la afectan.

El Acoso, la nueva película de Aviad, un director con una larga trayectoria en el documental pero con un solo trabajo de ficción en su haber (Lo Roim Alais, 2011, no vista en nuestro país), se concentra en un tema de actualidad como lo es el acoso femenino.

Orna, el personaje principal del film, es una mujer felizmente casada con dos hijos pequeños que vive en Tel Aviv. Ella necesita trabajar para ayudar a su marido que acaba de inaugurar un restaurante de comidas rápidas en el centro de la ciudad, y ha contraído una deuda importante. Su búsqueda se resuelve rápidamente cuando consigue un trabajo en una empresa constructora de departamentos de alto nivel donde se destaca como hábil vendedora, llamando la atención del patrón de la empresa.

Aviad sigue minuciosamente el derrotero de Orna por su nuevo trabajo. Muestra su proceso de adaptación, su aprendizaje de ventas, como gana confianza en sí misma, a la vez que desarrolla una relación de gran camaradería con su jefe que además es el dueño de la empresa. Su desempeño se vuelve muy exitoso. Ello despierta en su jefe un interés particular sobre ella que rápidamente se transforma en un deseo de tipo sexual que termina en acoso.

El film es directo, preciso y concreto transformándose en una crónica minuciosa de hechos que el director muestra con austeridad y economía de recursos pero de gran efectividad. Por lo tanto, su film no pierde tiempo en lateralidades ni se distrae de su discurso, el cual llega con claridad y contundencia al espectador.

Esta no es la historia de un alegato. Aviad no acusa ni juzga. Le habla al espectador en forma directa. De esta manera, le permite tomar distancia de los hechos, analizarlos y dejar que el espectador saque sus propias conclusiones, las que no necesariamente implican un juzgamiento.

El director logra una generalización de esos hechos donde los partícipes necesarios, en este caso un hombre y una mujer, el empresario y la vendedora de departamentos, pueden transformarse en parte de otro hecho (el acoso) que puede o no, conformar un delito. El director expone objetivamente esos hechos. En todo caso, si hay un veredicto, será el espectador el encargado de dictarlo.

El final, inteligentemente, alude muy sutilmente a que frecuentemente estos hechos aberrantes no llegan a la justicia por temor de la mujer a exponer tanto su privacidad como su honradez, dado que un juicio transforma en público un hecho que puede permanecer en la esfera de lo privado. Más allá de la justicia, y con un sentido de amplitud y a la vez de síntesis, nos induce a pensar que ciertos asuntos de conciencia deben permitir que el perpetrador sea juzgado por su familia o se juzgue a sí mismo.

La condena publica de los hechos narrados, más allá de la justicia, puede terminar estigmatizando a la mujer. Entiendo que la posición final de Aviad, prefiere mantener a sus criaturas en un ámbito de privacidad que tiende a proteger la honorabilidad de la mujer.

http://thecharlysmovies.blogspot.com
Charly Barny
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9
22 de junio de 2018
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Juan Villegas desarrolla una trama realista y amena, con una exacta pintura de los personajes, transitando con comodidad la comedia. No se trata de una comedia disparatada, tampoco es una comedia a la francesa sino más bien una comedia heredera de la comedia americana, aquella que tiene más que ver con el cine de Woody Allen que el de los grandes cultores de la comedia clásica americana. Particularmente rinde tributo a ese medio tono que tan bien transitan directores como Bill Murray, Jim Jarmusch, o los hermanos Cohen.
Es decir, estamos ante una comedia situacional. El director genera una serie de sketches donde la exacta pintura de los personajes y las buenas actuaciones de todo el elenco contribuyen a construir un apropiado clima donde impera la gracia, el buen gusto, y el buen entretenimiento.
La virtud de Villegas radica esencialmente en haber logrado un guión bien estructurado que al llevarlo a la escena fluye sin tropiezos narrativos. Es notable lo que ha avanzado el director en la puesta en escena. En Las Vegas no se observan puntos muertos, ni baches narrativos, ni largos momentos de silencio como tampoco una comedia disparatada o absurda tal como nos tiene acostumbrado nuestro mal criado cine nacional a la luz de muchos films franceses de la década del 60. Por el contario, Villegas realiza un film con una historia bien contada con personajes que van y vienen, se cruzan y desarrollan acciones compatibles con el momento que están viviendo, lo cual dará lugar al nacimiento de un par de historias de amor de seres comunes que disfrutan de unas vacaciones en la playa.
Narrado de esta manera, sus personajes fluyen con un realismo muy particular y reconocible, como si realmente fueran de carne y hueso. Sus retratos se delinean como si el guionista y director contara historias de seres conocidos y queridos, en lo cual hay que reconocer la contribución notable de sus cinco intérpretes: Camila Fabbri como Cecilia, Pilar Gamboa como Laura, Santiago Gobernori como Martín, Valentín Oliva como Pablo, y Valeria Santa como Candela.
Gran trabajo de Villegas. Una obra superadora que lo coloca en un plano superior y que abre expectativas halagüeñas sobre su futuro.
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Charly Barny
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