Después del pasatiempo que fue "Puro vicio" (2014), Paul Thomas Anderson vuelve, en cierta medida, a sus fueros con "El hilo invisible", entregándonos una elegante historia de amor vista desde el distorsionado y peculiar prisma del realizador californiano. La película tiene mucho más hilo que cortar del que aparenta, valga la redundancia, quedando patente que seguramente sean necesarios dos visionados y bastante reposo para asimilarla por completo, pero aun con ello es un producto bastante interesante, como casi todo lo que hace P.T. Anderson.
"El hilo invisible" nos narra la historia de Reynolds Woodcock, un cuadriculado y metódico diseñador de moda en el Londres de la década de los cincuenta, que ve como su controlada vida da un vuelco cuando conoce a Alma, y la convierte en su musa y amor. En base a esta historia Paul Thomas Anderson nos entrega dos primeros actos en los que se muestra verdaderamente contenido, e incluso llegando a la sobriedad, tanto en la forma como en el fondo. Sos dos tercios de metraje que pueden suponer una ligera decepción para el que espere con ansia al verdadero Anderson y sus locuras, yo me haré presidente de dicha asociación. Durante esos dos actos el director va construyendo con tranquilidad su historia de amor y obsesión, con un trazo fino y delicado. Y es en el acto final cuando P.T. Anderson desata las paranoias que tan bien le caracterizan, y que tanto nos encantan, con un desenlace absolutamente perturbador y complejo.
Es innegable admitir que seguramente haya mucho de la personalidad de Paul Thomas Anderson en el obsesivo y maniático Reynolds Woodcock de Daniel Day-Lewis. Un Lewis que admite, por cierto, que este será su último papel. De serlo, que lo dudo, creo que nos entrega una última actuación en la que se muestra bastante contenido, y eso a pesar de la fuerte y rotunda personalidad que atesora el personaje, pero en ningún momento explota y eso creo que le hace un flaco favor al conjunto. Actoralmente también me ha gustado bastante Vicky Krieps, que aguanta muy bien cuando lo fácil, teniendo a quien tiene al lado, hubiera sido ser una sombra.
Una de las cosas que más me han desesperado de "El hilo invisible" es la machacona y cargante banda sonora de Jonny Greenwood, colaborador habitual de Anderson en sus últimos trabajos y que, hasta ahora, nunca me había cabreado tanto. Su partitura no da un segundo de tregua al espectador, no hay casi ni un solo fotograma sin música, y creo humildemente que a esta cinta los silencios le vienen de perlas. De hecho, creo que las mejores escenas de "El hilo invisible" son esas en las que entran en juego los sonidos del día a día. Cuando vean la peli lo comprenderán.
En definitiva, "El hilo invisible" es una amarga lectura sobre lo fácil que confundimos: amor, obsesión y veneración.

El realizador australiano Andrew Traucki, cineasta experto donde los haya en mostrar en su cine el enfrentamiento entre el ser humano y la naturaleza, completa con "La jungla" su particular trilogía. Esta vez recure al formato de metraje encontrado, algo que no sé si calificar como acierto o error. No porque no me guste ese estilo, si no porque soy de la opinión de que se ha abusado demasiado de él. Habría que estar mínimo tres años sin hacer ningún film de este tipo, y entonces igual nos sorprendía mínimamente.
"La jungla" es una película que circula por los caminos habituales del cine de metraje encontrado. Todo comienza de forma minimalista, lo malo va sucediendo en pequeñas dosis para fomentar el misterio, y al final el previsible giro argumental que lo cambia todo. En ese aspecto la cinta no aporta nada nuevo. Lo que sí que me ha gustado del film de Andrew Traucki es el enfrentamiento que ofrece entrelineas, por un lado el hombre de ciencia y por otro el hombre de fe. El protagonista en ningún momento quiere creer en fantasmas, lo que le da mayor credibilidad al film. Todo en "La jungla" rebosa verosimilitud hasta arribar en el volantazo final, que es dónde entra en juego lo sobrenatural.
"La jungla" es un film entretenido, que si bien no aporta nada nuevo, por lo menos tampoco hace que este tipo de cine se revuelva en su tumba.

Tenemos una estructura como de falsa autobiografía, un determinismo en sus protagonistas férreo como el solo, una ideología generalizada eminentemente pesimista, la intención del conjunto es puramente satírica, está enclavado todo ello en un marco de realismo y naturalismo, y lo más importante de todo y seguramente la clave del asunto: un cabeza de cartel que claramente es un pícaro. Así que, como diría aquél: si tiene manillar y ruedines, es una bicicleta.
"Canallas" es la versión cinematográfica de Daniel Guzmán del género literario de picaresca. Una divertida y entrañable trastada que podría perfectamente compartir universo con la magnífica "A cambio de nada" (2015) que le asentó en el panorama.
Hablar de "Canallas" sin mencionar a Joaquín González sería delito. Personajazo el que se ha sacado aquí de la manga Guzmán, muy en la línea de la Carmina Barrios de Paco León o incluso de lo ya obrado por el cineasta en su ópera prima con Miguel Herrán. Un torbellino al que le cuesta vocalizar pero que arrasa con todo, aun teniendo al lado a Luis Tosar. No diré que la película sea él, pero es que la película es él.
En resumidas cuentas, ojalá la siguiente no tarde otros siete años en salir adelante.

Cada vez se me hacen más cortas las series Marvel. No sé si es sensación mía, o es que en realidad son cortas, pero eso es lo primero que me ha venido a la cabeza tras acabar "Ms. Marvel". Y no es seguramente la primera vez que me sucede.
Supuestamente el trasvase cine/tv facilitaba, entre otros muchos aspectos, un más amplio desarrollo argumental gracias a una mayor tenencia de tiempo. Así que imagino que finalizar una serie teniendo en la chepa la incómoda sensación de desarrollo apresurado, no es buen síntoma. De hecho, si "Ms. Marvel" fuese una película de orígenes de superhéroe y no una serie, eso que seguramente hace unos años habría sido sin problemas, diría que nos deja a las puertas del tercer acto. Justo cuando el verdadero villano de la función parece adquirir auténtica dimensión, va y se acaba el producto. ¡No hay tercer acto! Y es que no es lo mismo adaptar una serie a un número prefijado de episodios que adaptar la cantidad de capítulos a la historia que tienes o debes tener. Pero esto no les entra en la cabeza, y así no se puede.
Eso es lo más llamativo de esta especie de Peter Parker versión New Jersey que, por lo demás, está bien. Pero claro, a medias me ha dejado.

"Cam" es un pequeño pero matón thriller de la factoría BlumHouse acerca de esa candente y tan de moda lucha de egos entre nuestro yo de la vida real y nuestro, cada vez más inflado, yo digital.
Alice es una camgirl que actúa todos los días para sus miles de seguidores online bajo el pseudónimo de Lola. Un día descubre que una chica idéntica a ella le ha robado la clave de acceso y está actuando en su lugar, llevándose también la gloria que ella nunca pudo alcanzar. A partir de aquí se desarrolla un thriller con tintes de terror que, narrativamente, engancha y atrapa desde bien pronto, poseyendo un muy interesante doble fondo acerca de la lucha de egos de la que he hablado en el primer párrafo y también sobre los peligros de la red fomentados en todo momento por la naturaleza errática y egocéntrica del ser humano.
Formalmente "Cam" sufre de ciertos vaivenes. Toda vez que el espectador está aposentado en el segundo acto, a este se le van cruzando por la cabeza posibles caminos (y no pocos) por los que puede ir avanzando el film. Veredas que los propios artífices de la obra fomentan en no pocas ocasiones con pequeñas señales para quien las quiera apreciar. Señales que a la postre terminan revelándose como falsas toda vez que descubres el verdadero camino por el que tira "Cam". Valoro el riesgo y la valentía de Daniel Goldhaber e Isa Mazzei por derivar su historia por la senda más inesperada posible, penetrando casi de lleno en la sci-fi más loca, pero creo que se han conformado con eso olvidándose por completo de darle un mínimo de solidez o justificación a dicho camino, lo que deriva en que acojas el desenlace con frialdad, escepticismo y una relativa decepción. Una resolución al conflicto en la que pueden tambalearse bastante los ya de por si endebles andamiajes del film.
“Cam” resulta ridícula cuando tiene que serlo, resulta embarazosa cuando debe, es en buena medida intrigante y muy, muy reflexiva a posteriori. Visualmente es muy homemade, lo que ni mucho menos la hace de menos. Posee un resultón diseño de producción basado en el abuso de colores flúor chillones y estridentes, un poco a lo Harmony Korine.
En resumidas cuentas, me ha convencido lo suficiente "Cam", creo que tiene más sustancia de la que aparenta. Merece que le deis una oportunidad.