Tenemos una madre asesinada y enterrada en un paraje solitario por el hijo; hermano y hermana incestuosos que al enterarse ella de la muerte de la mama vuelven para recuperar el cadáver y se confunden de fiambre, un alijo de drogas en torno al cual tenemos más muertes y escenas presuntamente chuscas, un tipo que gira como una ruleta boca abajo apoyado en su pene erecto, 100 cerdos que irrumpen en la casa donde se desarrolla caso toda la historia, policías imbéciles e inoportunos en sus apariciones y algún que otro desnudo y escena subida de tono y todo ello narrado en clave de esperpéntica comedia macabra y con un titulo a priori prometedor (ya saben, “Cadavres” en la versión original).

Pues bien, como aficionado a la comedia macabra con cadáver o cadáveres rondando por la trama antes de su enterramiento definitivo, que a poco que este medianamente bien contada me suele hacer pasar un rato entretenido, reniego de esta larga e interminable (casi 2 horas) pueril estupidez (por muy obscena que pretenda ser), interpretada y dirigida como si todos los implicados estuvieran en un viaje de LSD, a la que ni poniendo toda mi voluntad le he encontrado la gracia (apenas una sonrisa al comienzo cuando todavía tenía esperanza de encontrarme ante algo potable) y a la que he soportado hasta el final solo y exclusivamente por la presencia en prácticamente todas las escenas de la subyugante, sensual, y magnética belleza de la pelirroja que hace de hermana, Julie LeBreton.

Estamos ante una de esas películas de corte independiente a las que uno se asoma atraído por algo que le atraiga de su sinopsis y/o seguimiento de algún actor y/o alguna buena crítica leída sobre ella (cuando digo "uno" me refiero a mi caso en particular).

Pues bien, aquí tenemos el retrato de una familia y por ende de una pequeña ciudad del medio oeste americano (Virginia) utilizando como detonante para describirnos la tipología de la familia y los usos y costumbres del pueblo, el regreso a casa de uno de los hijos que había abandonado esta para realizarse como escritor (vuelve con un solo libro publicado del cual acaba la película y no tenemos claro de que va).

Ni la historia de la familia ni la del pueblo llega a entusiasmar en cuanto a carga dramática y/o emotiva/divertida y el meollo de la cuestión (ese algo de la sinopsis por el cual me decidí a verla), los sentimientos y actitudes que causa entre la familia el hecho de que su viejo perro (un precioso golden retriever) este viejo y enfermo y a punto de morir, esta tratado de forma manipuladoramente emocional, cosa que al menos en mi caso (se lo que es ver morir a perros que has tenido junto a ti muchos años) ha logrado, pero no de forma positiva, sino todo lo contrario, me ha parecido una memez con la cual las pocas simpatías que dicha familia me había trasmitido durante el aburrido metraje y pavisosas actuaciones, han dado paso a una fuerte repulsa y a calificar a esta película como algo insustancial que ni por asomo merece la pena visionar.

Al igual que las 2 primeras películas de la saga (especialmente la segunda), estamos ante una historia, que si no has leído los libros, resulta pelín dura de digerir ante esa esquemática irrupción de los personajes que van apareciendo en la trama (cosa hasta cierto punto lógica dado el monumental texto adaptado), requiriendo por parte del espectador un continuo ejercicio de memoria para ir situando estos, dándose, mas que en ninguna de las anteriores, la circunstancia de que tal esfuerzo exige un nivel de concentración y tragaderas, que llegan a impedir el seguimiento y disfrute que con ciertas reservas (las derivadas de lo esquemático de lo contado y lo apresurado del rodaje de los 3 films para aprovechar el tirón) pudiera tener para el que haya leído los libros.

Al igual que en los libros, en los que durante la lectura del primero la toma de contacto con ese atractivo y poderoso personaje llamado Lisbeth Salander, te enganchaba y al finalizar te dejaba con ganas de mas, el segundo subía el listón y te seguía dejando de nuevo ansioso por nuevas aventuras, y el tercero y último, a pesar de ser un acertado y consecuente semicierre de la historia de nuestra heroína (a mi juicio, el personaje de Lisbeth Salander, es lo realmente atractivo y adictivo de la trilogía), te dejaba a un paso del hastió; retomo, al igual que en los libros me ha sucedido con las 3 películas, fue bonito mientras duro (mucho más bonito en su día – antes de la muy buena mirada de David Fincher - hubiera sido la experiencia visual contado como a mi juicio se merecía, en una miniserie de unas 12 horas con HBO, BBC, o alguna de las productoras de televisión de nuevo cuño que poco a poco se van acercando al nivel de estas), pero tras el último fotograma, más que defraudado por el fin de la función, he exhalado un imaginario suspiro de alivio.

En cuanto a lo entretenido y/o calidad cinematográfica de la película, lo dejo en interesante, más que nada por ser en la que menos podemos ver a Lisbeth en plan desatado (una justita escena de acción en los 20 últimos minutos en los que su personaje está en libertad), todo lo ya comentado en esta, y las 2 anteriores reseñas que he vertido sobre la trilogía.

Para finalizar, recalcar que es mi opinión, que al contrario que en otras películas en las que aunque siempre respetaría otras opiniones, estas me resbalarían, comprendería como lógicos y aplaudibles, otros puntos de vista.

Robert “Iceberg Slim” Beck, ex proxeneta autor de esa descarnada y fascinante biografía llamada “Pimp: memorias de un chulo” (mas de 6 millones de ejemplares vendidos, obra mas robada - a finales de los 90 - en librerías de EEUU e Inglaterra, influencia declarada entre raperos como Ice T , nuevas generaciones de escritores negros que le consideran el gran cronista del guetto, y hasta despreciado en su día por los “panteras negras” que veían en el su obra un ejemplo de cómo los negros se explotan entre si), y posteriormente de - entre otras - la excelente y descarnada novela “Trick Baby” (junto a la anterior lo único traducido en ed. Anagrama al español) que de forma pelin descafeinada da lugar a esta interesante adaptación cinematográfica.

Rodada en la época dorada de la blaxploitation, y guardando un cierto aire de familia con dicho subgénero, trasciende del mismo para convertirse por derecho propio en un buen thriller dramático que nos cuenta los graves problemas que surgen a una pareja de timadores al estafar a un familiar de uno de los jefes de la mafia de Filadelfia, y a un policía corrupto que muy cabreado también se suma a la caza.

Blue Howard (Mel Stewart), viejo, experto y baqueteado timador negro, y su pupilo, el joven aparentemente blanco nacido de madre negra y padre desconocido, White Folks (Kiel Martin), blanco y negro. Ambos bregando con sus circunstancias a cuestas, el uno encoñado crepuscular de una joven ladina, y el otro poniendo al descubierto los conflictos raciales inherentes a la época de producción mediante esos diálogos y situaciones en las que le vemos como reacciona ante esos blancos que desconociendo la negritud de su alma hacen gala de desaforado racismo.

Bien contada, buenas actuaciones y ambientación y un desarrollo de la trama muy entretenido y vacilon, hacen de esta verdadera rareza una buena película con más pliegues de los que en principio aparenta, que a mi juicio realmente merece un reposado visionado.

Casi siempre, las comedias que tienen como eje, estadounidenses enfrentando sus costumbres a los de los lugareños de un algún país de la vieja Europa, a poco que estén bien contadas, y tengan, un más o menos atractivo casting, y digna factura técnica, tienen para el que esto subscribe un cierto interés.

Amy Adams, esta chica además de buena y ya confirmada fiable actriz todoterreno, es la heredera natural de las Sandra Bullock, Jennifer Ashton, y demás, cuando hablamos de fresca comedia romántica; aquí la tenemos interpretando a Anna Brady, una decoradora de interiores de Boston, que ante la indecisión y tardanza de su novio, el egocéntrico cardiólogo Jeremy (Adam Scott), en pedirla en matrimonio (llevan 4 años saliendo), decide viajar a Dublín (Jeremy se encuentra en la capital irlandesa participando en un congreso de cardiología), tras recordarla su padre (John Lithgow) algo de una tradición irlandesa que hace de los 29 de Febrero (el año bisiesto del título), la fecha ideal para arrancar el compromiso a novios reticentes, cosa que ya está comprobado funciono en sus abuelos.

En esos minutos iniciales en la que vemos a Anna a bordo del avión, ya la cosa empieza a pintar bien en cuanto a lo divertido de la función, cosa de la que no nos cabe ninguna duda en las accidentados escenas que vemos desde que baja del avión hasta la entrada en escena de Declan (Matthew Goode), el gruñón propietario de un negocio con bar, posada, y taxi (un viejo y entrañable Renault 4); pues bien, donde menos te lo esperas salta la liebre, me enfrente al visionado de esta película esperando algo medianamente entretenido, y me he encontrado ante la comedia romántica mas divertida, y entretenida que he visto en muchos años, deliciosa Amy Adams, buena química con un vacilón Matthew Goode, diálogos, y situaciones cómicas y muy entretenidas, sucediéndose a muy buen ritmo (por momentos creía estar ante uno de esos deliciosos screwball de antaño), parajes de la verde Irlanda de esos que quitan el hipo excelentemente fotografiados, actores interpretando a lugareños que mas que actuar parecen ser los personajes que encarnan, excelente banda sonora, e impecable factura técnica y dirección, todo ello mientras se desarrolla, tomándose su tiempo, la historia entre la americana pija y el buen mozo y sensato lugareño durante ese accidentado viaje, que empezó como taxista llevando a cliente a Dublín, y cuando la vean comprobaran como acaba. Historia que al que esto escribe le reconcilia con un genero, que film tras film, me hastiaba y aburría, y que incluso me hacía pensar que quizá era algún desajuste dentro de mí lo que provocaba mi incapacidad de disfrute (tampoco quiero sacar pecho, tenerlos, los tengo como todo hijo de vecino), pero que tras esta terapéutica dosis de screwball me ha reconciliado con el género (de momento), y hasta me ha hecho poner cara de bobo (entiéndase como un cumplido) con la resolución de la historia.

En resumen, aunque siempre habrá quien la denosté tildándola de previsible en el desarrollo de la trama romántica (imagino que la trama de "Sucedió una noche 1934", también es previsible, y además, que coño, si de comedia romántica hablamos que quieren, ¿que la chica acabe casándose con el cura?), esa parte de buena comedia, sin recurrir a chistes fáciles, y/o zafios, y/o pueriles, tan taquilleros hoy en día, a mi juicio, la hacen merecedora de un visionado para todo aquel que no daba un duro por la comedia romántica actual.