Leaving Las Vegas se estrenó en 1995, y resulta asombroso comprobar cómo después de 10 años, la película manifiesta una total vigencia en todos sus aspectos: guión, interpretaciones, puesta en escena, podría decirse incluso que es más actual que en la fecha de su estreno.
Es como un puñetazo en el estómago del espectador esa lucha sin resultados por sacar adelante una relación que está condenada desde sus inicios, a pesar de que cada uno de los protagonistas resulta ser una tabla de náufrago para el otro. Pero Ben quiere bajar a los infiernos, es un viaje sin retorno, y, en el fondo, desea viajar solo. Su adicción es mucho más fuerte que el apoyo y los momentos de felicidad que recibe de Sera. Además, ella le prometió que nunca le pediría que dejara de beber.
Las canciones interpretadas por Sting son a veces el único respiro en estas dos horas en las que la imposibilidad del final feliz se presagia desde los primeros minutos.

El amor no siempre nos salva. A veces, incluso a su pesar, la autodestrucción acaba imponiéndose, como sucede en la reciente Contra la pared. Incorrección política a raudales. No dejéis de volver a verla.

Aunque nos parezca imposible, los habitantes de la región de Nolpo, en el Noroeste del Nepal, tienen que atravesar una vez al año gran parte del Himalaya con sus cargamentos de sal para poder intercambiarlos por grano, ya que de lo contrario no pueden subsistir. Este motivo es suficiente para impulsar a un pueblo que vive con lo imprescindible a hacer un viaje plagado de obstáculos servidos en bandeja por la propia montaña, que obliga a desfallecer a menudo a los distintos miembros de esta singular caravana, de la que los yaks, bovinos que llegan a pesar 1.000 kilos, forman parte como cualquier otro ser humano, con sus necesidades, y sus esfuerzos.
Cuando transcurren los diez primeros minutos de la película, el realismo y la fuerza de las imágenes, y la potencia de la banda sonora, consiguen que a partir de ese momento te dejes llevar sin darte cuenta por las desventuras de estas personas cuya fortaleza se basa en sus convicciones, en sus creencias y también en sus necesidades, a las cuales dan vida en la ficción auténticos habitantes del Himalaya, caravaneros, sherpas, y actores no profesionales que cuando miran a la cámara no necesitan hablar para transmitir sus temores, su dolor, su alegría por los pequeños logros, y su capacidad para liderar a una comunidad entera y vencer con energía su desánimo.
La narración se nos presenta con la tranquilidad característica del cine oriental, pero
está plagada de sobresaltos, alcanzando uno de sus momentos más álgidos, a mi juicio, en la secuencia que tienen lugar en el pasadizo junto al lago, cuyos efectos no pueden expresarse con palabras.

Me gustan las películas rodadas en Turquía. Este es un dato que me motiva en primer lugar para verlas, y, además, he llegado a la conclusión de que casualmente todas las que he visto tienen una gran calidad. Ahora mismo podría citar "Contra la pared", sin lugar a dudas mi favorita, pero también otras más modestas como "Una película hablada" o "El señor Ibrahim y las flores del Corán".
"Hamam el baño turco" no ha supuesto una excepción. Desde el principio me he dejado atrapar por una historia sencilla, que conforme avanza la película se va cargando de sensibilidad, una cuidadísima fotografía, una sugerente banda sonora, una delicada intromisión en la vida de una familia turca de clase media, que muestra un retrato de costumbres muy interesante, y un final inesperado que sirve de transición, y que es a la vez un comienzo: la escéptica y distante Marta también se ha visto atrapada por las cartas desde el Hamam.

Quisiera pedir perdón por discrepar de la opinión de los críticos más acreditados en relación con esta película, pero después de verla, no puedo destacar absolutamente nada favorable. El argumento no puede definirse como novedoso, el tratamiento del mismo, menos aun. Los personajes, todos ellos estereotipados, tanto los padres de familia responsables, como los colegas que van dando tumbos por la vida, y qué decir del protagonista, sumido en una crisis existencial de proporciones inconmensurables, que al final termina como se espera que lo haga desde el comienzo de la película.
La puesta en escena, completamente convencional.
¿Comedia inteligente? En mi modesta opinión, cualquier capítulo de Los hombres de Paco, o la media hora diaria de Camera Café, tiene mucho más de comedia, y de comedia inteligente, que la película en cuestión.
Lo que sí ha conseguido es que revalorice mi puntuación acerca de la película AzulOscuroCasiNegro, ratifico el comentario leído en esta página de que ojalá el cine español actual tuviese la mitad de calidad y de imaginación que esta novedosa propuesta.

Acerca de Celebración puede añadirse muy poco más de lo dicho en esta página hasta el momento. En mi caso particular, soy de la opinión de que las características del Dogma no suponen un menoscabo de la calidad de la cinta, sino que por el contrario, contribuyen a acentuar su energía y su potencia gracias sobre todo a los acercamientos repentinos de la cámara a los protagonistas, y a la falta de otros recursos visuales o sonoros que pudieran distraer la atención de la crónica familiar que se nos ofrece. Desde las primeras secuencias, en las que vamos teniendo el placer de conocer a cada uno de los hermanos, los retratos psicológicos de los mismos nos van preparando para lo que puede avecinarse a continuación, estallando la tormenta ya desde momento de la llegada a la casa donde tiene lugar la celebración. Sin embargo, el auténtico sobresalto nos lo brinda el que menos esperábamos, en forma de regalo de cumpleaños, un regalo que se va desenvolviendo lentamente hasta que se muestra del todo, generando el desconcierto y la desolación entre los asistentes, para regocijo de los empleados de la cocina que siguen muy de cerca el discurrir de los acontecimientos, y que solo es el comienzo de la tensión que ya no dejará de incrementarse hasta el final. Los intentos iniciales de los anfitriones por despistar a los invitados no servirán de nada, ya que cada vez que el cubierto golpea la copa, la herida abierta sigue desplegando su efecto multiplicador.
En definitiva, la enorme fuerza del argumento, junto con las convincentes interpretaciones de los protagonistas (hasta el físico de los mismos resulta tremendamente apropiado para sus personajes) convierten a esta cinta en una película imprescindible que desmitifica de forma despiadada el eterno tópico de la familia feliz, y, una vez que lo ha conseguido, intenta proporcionar un pasaje para una vida mejor a los que siguen luchando por mantenerse a flote.