“Déjame entrar” es una película realizada con una extraña habilidad para encontrar lecturas de pura sensibilidad. Una metáfora del amor, llevada hasta sus últimas consecuencias, con un resultado tan espléndido, como perturbador. No hay palabras exactas, ni adjetivos simples con los que definir a esta fabulosa adaptación, una película que no deja escapatoria, que te atrapa desde su primer fotograma.

Rebosa ingenio, impacto. Su puesta en escena es una exaltación de la iconografía, un constante suceder de imágenes férreas e inquietantes. Sus logros son todos; la potente puesta en escena, la conexión hipersensible con la realidad, la concepción de la historia, el fabuloso casting…

No puedo sacar otra conclusión, “Déjame entrar” es maravillosa, la mires por donde la mires. Pero lo que más me fascina es la pretensión definitiva de la película; casi esperas que un producto de una sensibilidad tan marciana, venga adherido al lastre de lo pedante y lo autocomplaciente, pero en vez de eso, Tomas Alfredson expresa con energía inesperada una historia compacta, a través de innumerables imágenes que se graban a fuego en la memoria. Eso es “Déjame entrar”, una historia tan extraña como fabulosa. Una película magnifica, con verdadero talento.

Realizada a base de emociones distintas, "Moon" es magnífica. Un rompecabezas que encaja a la perfección, donde hay cabida tanto para la inventiva más poderosa, como para el rutinario juego de atar cabos en su elaborada trama.

El resultado es equilibrado y enérgico. Todo en ella evoca sensaciones prácticamente inéditas; la fotografía, la relación simbiótica entre imágenes y música, la apasionada interpretación de Sam Rockwell...

Pero resulta que "Moon", también es un prodigio de la comunicación de ideas: Dunca Jones extiende los brazos y realiza un producto con lecturas diversas, sin dejar atrás una estrategia comercial considerable. En definitiva, una película que contiene imágenes portentosas, inventiva casi inagotable y una estupenda factura técnica. Saquen sus propias conclusiones, vean "Moon".

"Hazme reír" es divertida, también es demasiado larga, y a veces, deprimente. Judd Apatow resulta ágil en su medio, pero nosotros, a bordo de su barco, llegamos a marearnos.

La historia es deprimente. Es depresiva. La comedia se ve ahogada por una excesiva verdad, como si Apatow se viese comprometido a ella, e intentase, aún así, hacer reír a un público vapuleado por la inesperada tristeza. Es como una aglomeración de risas demasiado pensadas y gente muy triste. Como un interminable monólogo sobre monóloguistas. En relidad... esta es más "sad" que "funny". Es una encubierta "sad people"

Disfrutable, melancólica, y sí, demasiado larga.

Con una intuición maldita, la película juega a buscar el sentimiento recíproco. Es sincera, agobiante, cómica... comienza justo donde termina la consumación hollywoodiense de la historia de amor.

La historia interminable de Marc Webb, también es agradable y trágica, pero sobre todo, rebosa sinceridad. Una anticomedia romántica filmada con extrema sensibilidad, por unos tipos que no han tenido ningún reparo al contar los tempos, las caídas, las euforias... No hay piedad en "500 días juntos", ni tampoco en la mirada mágica de Zooey Deschanel, ni en la encendida interpretación del héroe, Joseph Gordon-Levitt. Es una película estupenda.

Marc Forster no parecía la mejor elección... y resulta que no lo era. Pierde por el camino toda la caricatura y el glamour de Casino Royale... el guión es convencional. Queda una orgía de montaje y arrogancia.