Una madre imperfecta es una comedia dramática soft con momentos entretenidos y agradables, pero cuyo contenido esencial hubiera podido concentrarse en la mitad del metraje.

Comedia dramática soft, apta especialmente para seguidores de Susan Sarandon inasequibles al desaliento. Da gusto ver como con sus setenta años recién cumplidos, la actriz norteamericana sigue fresca como una rosa. La primera vez que la vimos actuar en The Rocky Horror Show Picture (1975), ese mismo rostro que estaba a punto de cumplir treinta años nos pareció extremadamente particular; brillaba con luz propia por encima de cualquier otro actor de aquella cinta. Fue su primer gran taquillazo y así ha seguido desde entonces.

En Una madre imperfecta (The Meddler), ella es Marnie, la madre a la que alude el título. Se trata de una tragicomedia hecha a su medida y con la intención de que siga operando un “efecto llamada” en taquilla. Gustará, por tanto, a todos los que han seguido la carrera de esta actriz, aunque dirá algo menos a quienes dicha actriz no les haya llamado particularmente la atención. Pero, incluso, a los admiradores de la Sarandon hay que advertirles que se trata de una tragicomedia intrascendente, de pocas ambiciones y mínima elaboración. Toda ella se basa en que la presencia de la veterana actriz hará olvidar la debilidad del guión.

La película va de una viuda con un perfil psicológico “generoso” pero de esas generosidades sospechosamente manipuladoras y egoístas, que se desplaza a Hollywood para estar cerca de su hija. Decir algo mas significaría vulnerar el juramento hipocrático del crítico que prescribe no revelar nada esencial que prive al espectador de descubrir por sí mismo lo esencial de la cinta. De todas formas, si miran ustedes el cartel de la película y el título de la misma pueden hacerse una idea muy exacta de por dónde van los tiros.

Los 100 minutos que dura la película contienen momentos entretenidos, otros agradables, pero también lo esencial hubiera podido concentrarse en la mitad del metraje. En los últimos tiempos, parecen abundar las películas “alimentarias” de actores que pasarán a la historia del cine, pero cuyo cenit ya ha quedado muy atrás en el tiempo. No es que no sigan siendo buenos actores, es que da la sensación de que aceptan cualquier trabajo o se han vuelto poco exigentes a la hora de seleccionar papeles y cuidar del prestigio de su carrera. El caso es demasiado habitual como para que no resulte preocupante para los aficionados al cine. Por regla general, el actor en cuestión tiene tendencia a aceptar guiones que ya no aportan nada a su carrera, pero sí a su cuenta corriente. Una madre imperfecta responde a esta lógica: hubiéramos deseado ver más calidad, imaginación y brío en este último trabajo de la Sarandon. Pero esto es lo que hay.

Lorene Scafaria, directora de la película tenía tres años cuando la Sarandon apareció con rostro ingenuo en The Rocky Horror Show Picture. Hija de inmigrantes italianos, su filmografía es todavía corta, algo comprensible con la trayectoria profesional de una directora que, a la vez, es guionista, autora teatral, actriz y cantante. Donde ha tenido más éxito, sin duda, es en la industria del cine. Ha filmado varias TV-movies y una serie, New Girl, que se inicio en 2012 y sigue en pantalla hasta el día de hoy. En la pantalla grande dirigió Seeking a Friend for the End of the World (2012, Buscando a un amigo para el fin del mundo), película algo extraña y, hasta cierto punto, sorprendente, casi un relato fantástico que también podía encuadrarse como tragicomedia. El género, como puede verse, le va.

Todas sus películas tienen algo que ver con experiencias de su propia vida. Y en la que nos ocupa hoy, la propia directora y guionista lo ha reconocido. Cine de autor, rótulo en el que encontramos desde lo mejor, a lo peor y, con mucha frecuencia, a películas intrascendentes. Scafaria va por buen camino y siempre tiene tendencia a desarrollar bien los rasgos interiores y los comportamientos de sus personajes. Pero si quiere destacar del grueso del pelotón de los directores de cine, debería entregar la elaboración de los guiones a profesionales con más tablas en el oficio que ella. La categoría de “buen artesano” en el oficio de director de cine, no es mala. El “buen artesano” conoce su oficio y lo pone en práctica, habitualmente, con un guión que le llega de otro despacho. En la actualidad, los distintos oficios de la industria del cine tienden cada vez más a la especialización. Y es bueno que así sea. Una película ya no es, casi nunca, el producto de una sola inteligencia, sino del concurso entre individuos brillantes de cada especialización profesional. Scafaria debería de encontrar a un guionista con el que sintonizara para avanzar un peldaño más en su carrera. Es el consejo que le podemos dar.

En cuanto a la interpretación, cabe decir que la Sarandon está como se espera de ella. Apura el personaje y sus rasgos, pero, como actor, se debe a un guión y éste hacia la mitad de la película empieza a hacer aguas y a perder vigor. Y otro tanto cabe decir de Rose Byrne, que cumple su cometido.

Empieza a ser preocupante que en la pantalla grande se confunda el noble y difícil arte de la comedia con la astracanada, la zafiedad o, simplemente, el gag de sal gruesa. Una madre imperfecta no llega a estos extremos de bajeza e indigencia creativa, desde luego, pero dista mucho de ser una película inolvidable. El arte de la comedia es difícil. No soplan hoy vientos particularmente favorables para la comedia y, mucho menos, para la tragicomedia. Los tiempos en los que Billie Wilder era el rey del genero quedan lejos y casi todas las cintas que se estrenan en estos tiempos son poco exigentes y demasiado rutinarias como para que pasen a la historia del cine. Si alguien quiere reír tiene más posibilidades de hacerlo visionando determinados sit-coms televisivos.
El Cine en la Sombra

En 2012 Stephen King publicó una novela sobre un viaje en el tiempo en el que astutos productores de Hollywood vieron la enésima posibilidad de convertir un bestseller de este autor en éxito televisivo. Cuatro años después, el 15 de febrero de 2016, la cadena norteamericana Hulu, retransmitía el primer episodio de esta serie producida al alimón por la Warner Bros y la BRP. En sus diez episodios se reproducen con bastante fidelidad los mensajes que quiso transmitir Stephen King. El primero de todos ellos: “El pasado se resiste a ser cambiado”. El segundo: “Lee Harvey Oswald mató a Kennedy”. Así pues –y esto quizás sea lo más importante de la novela y lo que a algunos espectadores poco interesados por la historia les puede pasar desapercibido– Stephen King nos está diciendo que no hubo conspiración para matar a Kennedy y el crimen fue la obra de un “loco solitario”, para colmo, consumado borderline. En cierto sentido, 11.22.63 es la respuesta “oficialista” al JFK (1991) “conspiranoico” de Oliver Stone.
No es la primera película sobre viajes en el tiempo. Incluso en España a los directivos de TVE les ha dado por este género otorgándole rango gubernamental (El Ministerio del Tiempo, 2015 que ya va por la segunda temporada y se habla de la tercera, adaptada por China y Portugal y plagiada en EEUU). Las cinco temporadas de Fringe: el límite (2008-2013) discurren por análogos derroteros y Viajero en el tiempo (2007) es, a la postre, otro calco a pesar de haberse cancelada a los pocos meses de su primera emisión. No tendríamos dificultades en encontrar unas cuantas series más que tomen como excusa argumental las peripecias de quienes se adentran en un tiempo que no es el suyo.

La crítica completa la pueden leer en Agoradeideas:
http://agoradeideas.blogspot.com.es/2016/09/112263-version-oficial-frente.html