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España España · Illescas
Críticas de BiShOp
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
4
15 de febrero de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía que llegar el día. Lo temía, era algo que incluso me llegaba a quitar el sueño, pero siempre quedaba cierto rédito de esperanza de que no iba a ser así, que mi relación cinematográfica con Clint Eastwood (San Francisco, 1930), seguiría siendo idílica, que nada podría romper ese vínculo. Pero mis peores temores se han hecho realidad, y, tras mucho reflexionar desde que ví la película (el viernes), llego a la conclusión de que no me ha gustado. Bueno, a esa conclusión había llegado nada más salir del cine, pero entré en un estado de negación que me impedía afrontar la realidad. "Este no es mi Clint, me lo han cambiado", me decía mientras trataba de buscar las razones de tal descalabro fílmico. Con "15:17 Tren a París", Eastwood cierra su particular tríptico sobre héroes anónimos, que completan las notables El Francotirador (2014) y Sully (2016), contando la historia de tres norteamericanos que frustraron un atentado terrorista en un tren con destino a París. Sobre el papel se partía de una premisa atractiva, con todos los ingredientes para llevar a cabo una película notable, pero (con todo el dolor de mi corazón) Eastwood se estrella estrepitosamente, así que trataremos de encontrar las razones de este pequeño paso atrás.

Es posible que el suceso que se narra en la película no constituyera suficiente contenido para justificar un film con un metraje de hora y media, por lo que es evidente que había que complementarlo con escenas a las que se les debía exigir, como mínimo, cierto interés. Y por ahí es por donde hace aguas la película, ya que el guión firmado por Dorothy Blyskal (Brooklyn, 1982) no posee la fuerza suficiente, no ofrece un pulso narrativo firme, pegando bandazos y dando vueltas a la misma idea una y otra vez, lo que deriva en una historia donde la banalidad reina a su antojo. En una serie de flashbacks se nos muestra cómo se cimenta la amistad de los tres protagonistas, aunque bien es cierto que centrándose en la figura de Spencer, que acapara la mayor parte del relato, enfocado a que veamos una y otra vez en distintas situaciones lo inadaptado que ha sido toda su vida y las dificultades que ha tenido para encontrar su camino, dando siempre la sensación de que por una razón u otra estaba predestinado a hacer algo importante, todo ello aderezado con el halo de religiosidad que impregna en menor o mayor medida el cine de Eastwood, y que en esta ocasión me ha parecido excesivo. No reconozco al director en esta parte del metraje, me ha parecido una narración torpe, sin interés, obcecada en los mismos elementos. Es en el momento clave, el del intento de atentado, donde recuperamos al mejor Eastwood, con los 10 mejores minutos de la película, que atesoran todo el talento del director. En ese instante es cuando nos preguntamos si ha valido la pena lo visionado anterioremente para poder disfrutar de ese segmento.

Yendo más allá en lo arriesgado de la propuesta, el director decide dar el protagonismo a los verdaderos héroes, que se interpretan a ellos mismos. La verdad es que le ponen ganas y empeño, y a pesar de no ser actores profesionales, no chirría su interpretación. El problema es que un guión terrible no les ayuda en lo más mínimo, y asistimos en más de una ocasión a diálogos auténticamente sonrojantes.

En definitiva, podemos decir que nos encontramos ante la una de las peores películas (si no la peor) de Clint Eastwood. No sabemos si ha sido el pésimo guión, o un error a la hora de enfocar la historia que nos quería contar, o bien que en esta ocasión el patriotismo que le gusta mostrar en sus películas se le ha ido de las manos o, sencillamente, una desafortunada combinación de todo ello. Pero supongo que con 88 años y una carrera estelar a sus espaldas se ha ganado el derecho a fallar y que en el fondo no le importe demasiado.
BiShOp
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5
27 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que soy un seguidor bastante fiel de la obra de Stephen King (Portland, 1947) desde hace muchos años, y es rara la temporada en la que no tengo uno de sus libros en la cabecera de la cama. Pero siendo absolutamente sincero, también he de reconocer que siempre me ha costado engancharme al universo creado en torno a la Torre Oscura, una obra mastodóntica, muy densa, con multitud de universos paralelos y que se extiende a través de 8 libros. Por eso me mostré receloso cuando me enteré de que por fin iba a ver la luz su adaptación cinematográfica, después de años pasando de productora en productora. Por fin ha llegado a las carteleras, y los temores de miles de fans del escritor se hicieron realidad, ya que nos encontramos con un producto que no contenta a nadie ya que falla terriblemente tanto como adaptación como entretenimiento veraniego, mostrando gran cantidad de lagunas a todos los niveles y que desperdicia un material que, de estar en otras manos, posiblemente habría dado más de sí.

Un adolescente llamado Jake tiene terribles pesadillas en las que un hombre vestido de negro secuestra niños con un don especial con el objetivo de destruir la Torre Oscura, que protege al universo de las fuerzas oscuras. En sus sueños también ve a un personaje llamado El Pistolero, que parece ser la única persona capaz de hacer frente al Hombre de Negro. Lo que a priori parece ser un argumento bastante simple, se convierte en un jeroglífico para el espectador, ya que los responsables han querido condensar los 8 volúmenes en hora y media de metraje, lo que hace que la trama vaya demasiado acelerada, haciendo al espectador perderse en una amalgama de nombres y mundos paralelos, con la clara sensación al acabar la película de estar más perdido que al principio. Hubiera sido más fácil centrarse en la primera novela y establecer las líneas maestras sobre las que se va a construir la saga, en vez de coger retazos de uno y otro libro y narrarlos de forma totalmente inconexa, que es lo que finalmente ha ocurrido.

La historia en la que se basa la película requiere una profundidad narrativa que no ofrece en ningún momento, todo son pinceladas superficiales que, unidas a unos personajes principales desdibujados y unos secundarios que aparecen y desaparecen por arte de magia, sin influir demasiado en la trama suponen un lastre del que la película no logra desprenderse en ningún momento. El director, Nikolaj Arcel (Copenhage, 1972), tampoco arriesga en el ámbito de la dirección con el objetivo de tapar las carencias narrativas, mostrándose demasiado académico, sin optar por encuadres poco ortodoxos que nos ofrezcan algo positivo a lo que agarrarnos, a la par que algunos efectos especiales que dan la sensación de inacabados o un montaje caótico dan idea de lo que parece haber sido un proceso de postproducción muy irregular.


Otro punto negativo de la película es darle el protagonismo (erróneamente) a Jake Chambers, el adolescente encarnado por Tom Taylor,cuando en las novelas el auténtico protagonista es Roland Deschain, El Pistolero, que cuenta con los rasgos de Idris Elba (Hackney, 1972), que aporta su buen hacer, dándole un tono entre misterioso y melancólico a su interpretación, aunque nos quedamos con ganas de saber más del personaje. Lo mismo sucede con el Hombre de Negro, con los rasgos de Matthew McConaughey (Uvalde, 1969), del que nos explican muy poco y que se caracteriza por su socarronería, aunque puede parecer algo sobreactuado, conformando un villano de segunda.

En definitiva, una película que dejará indiferente al espectador que vaya al cine por curiosidad y que enervará a los fans de Stephen King, al tratarse de una adaptación caótica que no hace justicia a la colección en la que se basa. Fallos claros en la narración, mediocre diseño de personajes o efectos especiales que no no lucen auguran el fin de la saga cinematográfica. Esperemos que la serie que se está preparando sí que merezca la pena. ¿Algo positivo? Que no se hace pesada y la multitud de referencias a las otras obras del escritor.

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BiShOp
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5
20 de marzo de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que iba al cine con alguna expectativa sobre esta película, porque las dos anteriores me habían resultado bastante interesantes y me atraía la idea de ver cómo había empezado todo.

Pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un popurrí de las dos anteriores pero con un gran hándicap: el 85% del metraje no se ve un carajo de lo que está sucediendo en pantalla. Las peleas son de lo más mareante que he visto en los últimos tiempos (lo dice alguien que disfruta con el cine de Bay). Se ven pelos, dientes y sangre. Y para de contar. Y el diseño de los hombres lobo es ridículo, no sé si por el presupuesto, pero he visto mejores criaturas en películas más antiguas. Y lo que es más indignante aún es que el director de la película ha sido el encargado de notables efectos especiales de otras cintas.

También señalar que prefiero la ambientación futurista antes que esta, que para el prólogo de la segunda parte podía valer, pero que se termina haciendo cansina. Y aunque no es estrictamente necesario haber visto las dos anteriores, si es adecuado echarles un vistazo, ya que hay una serie de nombres y hechos tratados en ambas.

Por otro lado, lo único que mantiene el interés son las interpretaciones de Michael Sheen como Lucian y de Bill Nighy como Víktor, sin duda uno de los mejores personajes de la saga. Porque Rhona Mitra no se acerca ni de lejos al arrollador encanto y saber hacer de Kate Beckinsale, sin duda una baja notabilísima a la hora de valorar el conjunto.

PD: ¿A qué viene esa manía de llamarlos licántropos cuando de toda la vida han sido hombres-lobo? ¿Queda más "cool"?
BiShOp
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8
30 de septiembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras abordar el drama bélico con En tierra hostil (2008), retrato trepidante del trabajo de un grupo de artificeros en Irak, y el thriller con base histórica en La noche más oscura (2012), donde narra la caza de Bin Laden, Kathryn Bigelow (San Carlos, 1951) completa su particular trilogía de cine orientado a despertar la conciencia social con "Detroit", demostrando una vez más que se trata de una de las directoras más viscerales de su generación, capaz de afrontar películas que se sustentan sobre temas de actualidad, pero también espinosos, siendo acusada en muchas ocasiones de tirar la piedra y esconder la mano, de cuidarse mucho de sobrepasar la línea que marca lo políticamente correcto en Estados Unidos, para no contrariar a nadie. Si lo observamos desde otra óptica distinta, también podemos decir en su favor que es capaz de ahondar en la llaga de ciertos temas sin tomar partido a favor o en contra. En "Detroit" trata el racismo que siempre ha estado presente en los EEUU, un tema atemporal, y lo hace a través de la narración suceso desconocido para gran parte del público, con un desarrollo irregular que afecta al resultado final pero con destellos del buen cine que es capaz de ofrecer Bigelow.

El libreto de Mark Boal (Nueva York, 1973), colaborador de Bigelow en las tres anteriores cintas de la directora, se estructura en tres partes. Tras una breve lección de historia insertada a través de unos artesanos títulos de crédito y usando imágenes reales de archivo como base, nos metemos de lleno en el contexto sociopolítico (aunque pueda parecer que en cierto modo se pasa de puntillas sobre él) de la trama. Bigelow maneja perfectamente los tempos, consiguiendo que flote en la atmósfera algo amenazante, algo que sabemos que no tardará en estallar. Y estalla con la redada que se lleva a cabo en un club nocturno, constituyendo la chispa definitiva que precipita los acontecimientos. Es una fase de presentación de muchos de los personajes que serán fundamentales en la segunda parte de la película, donde la directora pone en boga sus enormes cualidades. Con el ejército ya en las calles de Detroit, un inocente juego con un arma de fogueo supone el asalto por parte de militares y policías del motel Algiers, buscando al autor de los disparos.

Este segundo segmento de la película es sin duda el más desasosegante y cruel, donde asistimos al punto más bajo de la condición humana, al triunfo del odio racial como lacra de la humanidad. A través de un montaje preciso como un reloj y un uso de la cámara centrado en primeros planos y excelentes planos-secuencia, Bigelow acelera nuestro pulso y golpea nuestra conciencia con saña, provocando repulsa, angustia e indignación a partes iguales, encontrándonos con algunos de los mejores minutos de cine del año.

El gran hándicap de la película es el tercer acto, posiblemente necesario pero mal insertado, que se encarga de tirar por tierra lo conseguido en las casi dos horas anteriores. Se centra en el juicio a los culpables y en las secuelas que sufren las personas que se encontraban esa noche en el motel.

De un reparto coral, destaca principalmente el joven Will Poulter (1993), que encarna a un policía racista, y que se marca una interpretación absolutamente antológica, con un personaje repulsivo, obcecado en sus convicciones y que utiliza el incidente del motel para sacar fuera todo su odio y violencia. Él acarrea todo el peso interpretativo de la segunda parte del metraje, aunque también es justo nombrar a John Boyega (Londres, 1992), de moda en el firmamento cinematográfico por su participación en la nueva trilogía de "Star Wars" y que se mete en la piel de un guardia de seguridad que asiste horrorizado a las vejaciones y abusos de las autoridades sin nada que poder hacer.

En definitiva, un nuevo paso de Kathryn Bigelow en su faceta de realizadora de cine de denuncia sociopolítica, con un duro alegato antiracista que sufre de un cierto bajón en el ritmo en su último tramo. La dirección es solvente, a ratos brillante, y tanto William Goldenberg como Harry Yoon dan una lección de cómo montar una película. Cine duro de ver pero muy necesario.

NOTA: 8/10

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BiShOp
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10
29 de julio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
O lo amas o lo detestas, pero el caso es que Christopher Nolan (Londres, 1970), no deja indiferente a nadie, y cada nueva película que estrena supone una excusa perfecta para que sus seguidores y detractores se tiren los trastos a la cabeza en las redes sociales. No diré cuál de ellos lleva razón, pero lo que si está claro es que Nolan ha aportado su pequeño granito de arena al género bélico (aunque él mismo dice que no es una película bélica, sino de supervivencia) a través de su personal concepción del cine, una manera de entender la dirección que le ha valido calificativos tan "amigables" como pretencioso o sobrevalorado. Para su nueva película se ha centrado en un pasaje poco conocido de la Segunda Guerra Mundial, la evacuación de 400.000 soldados pertenecientes a las tropas aliadas, rodeados por los alemanes en la ciudad francesa de Dunkerque, situada a 40 kilometros de las costas británicas. Este punto de partida le vale a Nolan para conformar una película que mantiene al espectador en absoluta tensión, y que reinventa en cierto modo el género bélico, mediante la incorporación de algunos de los rasgos definitorios de toda su filmografía. ¿Mejor película del año?¿Futura ganadora en los Oscars? El tiempo lo dirá...

Un soldado solitario en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera,no en vano todas parecen iguales, inmerso en una batalla de una guerra que no entiende pero en la que tiene que luchar por su supervivencia. Los espectadores vivimos en una calma relativa, hasta que el sonido de un disparo nos saca de nuestro letargo y es entonces cuando somos conscientes de que ya no tenemos escapatoria. Nolan, a través de una maestría visual que hasta duele, y un uso del sonido pocas veces visto en el cine nos mete de lleno en la historia, nos hace partícipes de la angustia de los soldados, del miedo a no volver a casa, de la tensa espera, de ese sabor ácido en la boca que te está recordando a gritos que tal vez tú seas el destinatario de la siguiente bala. Nadie está a salvo, nadie es inmune, y la tensa espera para ser rescatados es eterna, la desesperanza se apodera de los corazones de los soldados. Nos hace partícipes del valor mostrado por los marineros ingleses, conscientes de que su participación puede ser vital para que sus soldados regresen sanos y salvos a su hogar. Y nos hace participes de la soledad de los pilotos de combate, recluidos en un asfixiante cubículo, a solas con sus miedos y su responsabilidad. En "Dunkerque" apenas hay diálogos, por lo que todo lo que sucede lo vemos reflejado en los semblantes de los aterrados combatientes, casi todos adolescentes, por lo que no hacen falta las palabras, el terror es mudo. Y todo ello lo plasma en imágenes Nolan sin utilizar ni una sola gota de sangre, ni la visión de miembros desmembrados por la playa, algo como poco curioso tratándose de una película de estas características.

Es evidente que Nolan no puede dejar de ser Nolan, y aunque nos encontramos ante su película menos arriesgada en lo que a narración se refiere (trilogía de El Caballero Oscuro aparte), no es capaz de resistirse a dejar su sello personal y presentarnos la historia estructurada en tres ámbitos temporales, lo que él mismo ha dado en llamar PLAYA, MAR Y AIRE, que avanzan de manera inexorable hacia una confluencia final. El grupo de soldados que esperan en la playa para ser rescatados, los valerosos marineros ingleses que se lanzaron al mar para rescatarlos y un piloto aliado con una hora de combustible son los personajes principales de cada una de las historias. Aquí el director se deja llevar y se ve que está claramente en su terreno, maneja como nadie los diferentes tempos para proporcionar una experiencia prácticamente taquicárdica (no es broma, las pulsaciones suben bastante en algunas partes de la película), y para acrecentar esta sensación, Nolan se apoya en la excelente partitura de Hans Zimmer (Hesse, 1957), en ocasiones más protagonista que las propias imágenes, pero precisa como un metrónomo.

En definitiva, una película visceral y de una calidad incontestable, más allá de que te pueda gustar más o menos el director. Es una experiencia única para los sentidos en el apartado técnico, por lo que recomiendo disfrutarla en vuestra sala IMAX más cercana. ¿Que tiene fallos? Sí, la poca importancia que da a los soldados franceses, el hecho de que el enemigo sea prácticamente invisible, únicamente escuchamos sus disparos, el sonido de sus bombas y una constante y amenazante presencia, pero sin ver ni un rostro alemán ¿Mejor película de lo que llevamos de año? Para mí, sí, ha sido una gran experiencia y la sensación constante de que estaba viendo algo majestuoso, de ahí la nota que le doy.

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BiShOp
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