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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de noviembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las guerras han tenido, con mucha frecuencia, una génesis de este tipo: Alguna potencia ha visto un apetitoso pastel (un país pequeño con grandes riquezas y/o estratégicamente ubicado) y planea quedarse con él o cuando menos saquearlo… pero suele ocurrir que también hay otros que ya lo han visto, y entonces, entre ellos se van a pelear para quedarse con todo el pastel o con el mayor pedazo posible. El pueblo que hace las veces de pastel, hará lo posible para defenderse y preservarse libre, y claro, no es raro que tenga que hacer alianzas con quienes considere que pueden ser los menos lesivos para ellos. Entre muchas otras, esto vale para las dos guerras mundiales, para la guerra contra el Vietnam, contra Irak… y ahora contra Siria. Y cada país que alguna vez reciba un buen golpe por su intromisión, enfilará las baterías de los más alineados medios de comunicación, para ponernos de su lado y hacernos sacar pañuelo por los atroces actos de aquellos a quienes vienen agrediendo, a los que harán lucir como irracionales agresores. Pero, absurda y neciamente, en vez de comprender que son los gobiernos de sus propios países los responsables indirectos de tales desmanes, la gente los legitima para que sigan atacando con más furor a quienes son los primeros agredidos… pero ignoran que el bumerán ha de regresar lamentable e indefectiblemente, porque la equitativa Compensación es ley universal.

Al final de la II Guerra Mundial, Austria era un pastel que se repartían Los Aliados (Estados Unidos, Inglaterra, Francia y La Unión Soviética)… pero iniciada La Guerra Fría, en occidente los rusos volvían a ser señalados como “los enemigos de la paz del mundo” y el cine -que antes los alabara-, se encargaría entonces de jugar su más amplio papel para contribuir al deterioro de su imagen.

<<EL TERCER HOMBRE>>, también se sumó a este “inocentillo juego”, pero lo hizo con el mayor recato posible, porque el guion (de encargo) fue escrito por un hombre de gran valía como fue, Graham Greene, y la dirección estuvo en manos de Carol Reed, un director consecuente que, con el singular y muy efectivo cierre del filme, dejaría sutilmente plantada su definitiva posición (escribo sobre la versión restaurada de 104 minutos).

Se trata de un escritor de novelitas western -cuyo ídolo es Zane Grey, lo que dice bastante de su nivel-, que cuando llega a Viena, esperanzado en un trabajo que le ha ofrecido su amigo de infancia Harry Lime, descubre que éste ha muerto atropellado por un camión y ahora mismo lo están enterrando… y para colmo, cuando habla con el mayor Calloway -quien viene investigando el caso-, éste se referirá a su amigo como “el peor de todos los sinvergüenzas que ensucian la ciudad”.

Holly Martins –un nombre muy holly-woodense- decide entonces aclarar por su cuenta lo ocurrido a su amigo… y el misterio que empieza a tejerse alrededor, dará para que piense en una nueva y realista novela a la que ya ha dado por título, “El Tercer Hombre”.

Con una impecable fotografía de Robert Krasker, cuyos preciosos claroscuros y sus eficaces encuadres psicológicos, lo hicieran merecedor del premio Oscar, Reed ha logrado un filme de intriga que atrapa de principio a fin, mientras nos pasea por la otrora majestuosa Viena, ahora en deplorables ruinas como consecuencia de la infame guerra. Una particular música –que haría historia- interpretada en cítara por su autor Anton Karas, complementa eficazmente aquel paisaje con su intencionada austeridad instrumental; y el blanco y negro de las imágenes preserva un tono documental nostálgico y significativo.

El inmejorable reparto tiene a, Joseph Cotten, como protagonista y lucirá muy curioso el plano con el que se introduce a Orson Welles (minuto 65), porque genera una doble sorpresa: La alusiva a la historia que se nos viene contando y de paso la relacionada con Cotten-actor quien debutara con Welles nada menos que en títulos como “Citizen Kane”, “The Magnificent Ambersons” y “Journey into Fear”. Drama y cinefilia en una conjunción perfecta.

<<EL TERCER HOMBRE>>, es entretenimiento seguro y, Graham Greene, se consolida aquí como uno de los mejores escritores de aquellos años.
Luis Guillermo Cardona
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8
19 de noviembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo del deporte tiene ahora a un auténtico e "inútil" donjuán en Michael Gambril… quien acaba de asombrar a los medios anunciando que va a casarse con la periodista Lynn Weaver. Pero ¿si será que el destino considera que este será su paso definitivo hacia la posición vertical? Eso lo sabremos cuando Mike tenga que volar hacia Sydney, Australia... vuelo en el cual va conocer a Terry McKay, una muchacha ‘relacionada con la música’ y con un ángel imposible de resistir.

Comprometidos ambos con personas distintas, el destino no parece creer demasiado en la seriedad de sus relaciones, y entonces se la juega dándoles la oportunidad de terminar juntos a bordo de un barco ruso, donde tendrán ocasión de conocerse mejor y donde quizás nosotros podamos corroborar que, un donjuán es un hombre que todavía no ha encontrado a la mujer verdadera.

“LOVE AFFAIR” (UN ASUNTO DE AMOR), es la tercera versión de un maravilloso filme que, en 1939, Leo McCarey había realizado teniendo a Irene Dunne y a Charles Boyer como pareja, y luego, él mismo la rehizo como “An affair to remember”, en 1957, con Cary Grant y Deborah Kerr repitiendo los roles que, Delmer Daves y Donald Ogden Stewart, escribieran para la eternidad.

Ahora es un desconocido director, Glenn Gordon Caron, quien ha tomado la arriesgada batuta de hacer un remake de un filme que, quien lo haya visto en su primera versión, de seguro lo recuerda como un preciado tesoro. Robert Towne y Warren Beatty, se encargaron de dar unos nuevos brochazos a la historia original, y su principal aporte es que descartaron decidida y casi definitivamente los toques de comedia, optando por profundizar en un ambiente más serio donde el romanticismo fluyera a plenitud.

En su narrativa, “UN ASUNTO DE AMOR” tarda un poquitín en tomar vuelo, precisamente en la secuencia dentro del avión, pero con la llegada a casa de la tía Ginny, con esa cautivadora presencia de Katharine Hepburn que, a sus 86 años, aparecía aquí en su última película, y con la entrada en pleno de la música de Ennio Morricone, cuyo tema “For Annette and Warren”, se convertirá en un leitmotiv profundamente romántico que, sin duda, hará parte de los inmortales love themes de la historia del cine, la película gana muchísimo y la conexión de Annette Bening con su pareja en la vida real, Warren Beatty, fluye con un magnetismo harto convincente.

Personalmente, este filme consigue emocionarme y creo que la esencia de la historia original ha conseguido preservarse aunque, sin duda, la disfrutarán mucho más quienes no hayan visto la ya clásica obra de 1939.

Un reparto que incluye a Pierce Brosnan, Cate Capshaw, Paul Mazursky y Brenda Vaccaro, acompaña esta romántica aventura que, de una manera u otra, se guarda en el corazón.

Título para Latinoamérica: “SECRETOS DEL CORAZÓN”
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No encuentro razón para que esta encantadora, emotiva y aleccionadora película, haya sido ignorada durante tanto tiempo. Esta es la suerte de historia donde la vida adquiere significado, el arte se la juega en su propósito de enaltecer a la especie humana, y el amor brilla en su más alto esplendor.

Apenas logramos penetrar en sus personalidades, es imposible no enamorarse de Junie Moon, la chica a la que, un enfermizo pretendiente, le arruinara el rostro y parte del cuerpo. Cómo no sentir afecto por Arthur, el joven sensible y epiléptico cuyo corazón reboza de esperanza, siendo capaz de trascender el cuerpo de Junie para ver las cosas grandes que rebozan en su alma. Y cuán fácil es simpatizar con Warren, el discapacitado que no logra definir sus intereses sexuales.

Tres pacientes de un mismo hospital que, al salir de éste, deciden unirse para luchar juntos con sus limitaciones. Y lo que van a mostrarnos es un gran ejemplo de vida, de trascendencia y amor. Ellos se conocen, se respetan, se acogen con sus reveses y se valoran profundamente porque las condiciones están dadas para lograr la compenetración.

A los tres les queda claro que, los seres más obtusos de la sociedad, les considerarán de la manera más improcedente, pero saben también –y lo comprobarán cada día- que aún subsiste mucha gente buena en el mundo que va más más allá de la superficie y es capaz de descubrir la divinidad en cada ser humano.

La presencia en sus vidas de gente como Minnie, la anciana gravemente enferma que ocupaba la cama al lado de la de Junie; Mario, el pescadero con un corazón que se expande día a día; la señorita Gregory, la arrendadora convencida de que la voluntad todo lo puede, y entre otros, el “beach-boy” como le gusta que le llamen o “Guiles” (como prefiere llamarle Warren en recuerdo de otro amigo y por el juego asociativo que esta palabra, como la otra, permiten), traerá una inmensa luz que, muy probablemente, renueve sus vidas para siempre.

Inmensa calidez la que veremos fluir en diversos momentos de esta historia que empezó con una serie de artículos que, sobre la gente que iba conociendo en el hospital donde trabajaba, escribió la californiana Marjorie Kellogg (1922-2005), una trabajadora social que luego alcanzaría el éxito como novelista y dramaturga, y a quien sus amigos convencieron de que convirtiera en novela lo que había escrito, surgiendo así, “Dime que me amas, Junie Moon”, un bestseller en el año 1968.

Al director, Otto Preminger, lo emocionó profundamente la novela y dispuso que la señorita Kellogg escribiera ella misma el guión cinematográfico. Con su habitual olfato, escogió a unos protagonistas de oro: Liza Minnelli, Ken Howard y Robert Moore, quienes junto a James Coco, Fred Williamson y Kay Thompson, establecen una micro-humanidad adorable.

Pienso en las bellas experiencias que comparten estos personajes y llego a la conclusión de que, hay cosas que se pierden para poder ganar otras más significativas. Porque, aunque a veces resulte difícil comprenderlo, el universo es justo y está siempre procurando nuestro bien.

Título para Latinoamérica: “DIME QUE ME AMAS”
Luis Guillermo Cardona
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8
12 de agosto de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se estrenó en Londres, “El abanico de Lady Windermere” (1892), la celebridad del escritor irlandés, Oscar Wilde, quedaba en lo más alto y era ya prácticamente reconocido en todo el mundo por la exquisitez de su prosa y la lucidez de sus historias. Con esta obra, el escritor reforzaba su punzante crítica contra la hipocresía e intolerancia de la sociedad en la que le correspondió vivir, y de nuevo, sacaba a la luz la grandeza de algunas de esas mujeres que tenían que sufrir indefinidamente la comidilla y la discriminación, por un error cometido alguna vez en sus vidas.

Era como si Wilde presintiera que, una tormenta de intolerancia social, estuviera a punto de arrojarse contra él mismo por sus particulares relaciones amorosas… y entonces se anticipaba a demostrar las horrendas injusticias que podían cometerse.

“El abanico de lady Windermere” es una obra fascinante, emotiva, sincera, mordaz y profundamente humana, en la que una mujer aspira a reencontrar un poco de su perdido pasado, y buscando redimirse, consigue entrar en el hogar que conforman Arthur Windermere y su esposa Margaret, por quienes siente un especial afecto aunque, los prejuicios, harán parecer que llega más como una intrusa.

Los diálogos, son dardos que apuntan con firmeza hacia la diana y siempre dan en el blanco:
“¿Por qué los hombres creen complacer a las mujeres cuando les dicen cosas en las que no creen?"
“Es absurdo dividir a la gente en buena o mala. La gente es tan solo encantadora o aburrida”.
“Hay momentos en que es preciso escoger entre vivir la propia vida, de manera plena, cabal y completamente... o seguir arrastrando una existencia falsa, superficial y degradante como las que pide ese mundo hipócrita”.
“No arruinamos una vida y quedamos impunes… también arruinamos la nuestra desde ese mismo momento”.

La adaptación cinematográfica que, con rodaje en Inglaterra, ha hecho el director Otto Preminger, es la quinta que se realizara de esta inolvidable obra que, todavía hoy, sigue interesando a los cineastas de todo el mundo, pues, además de las numerosas versiones televisivas que se han venido haciendo, dos nuevas películas se han estrenado en 2014 y 2015.

Preminger inicia su versión con un simpático agregado que, los guionistas Walter Reisch, Dorothy Parker y Ross Evans, le hicieran a la historia, mostrando a Mrs. Erlynne como una mujer sexagenaria que, de pronto, descubre su abanico (una suerte de leimotiv con esencial significado) en una sala de subastas a la que ha asistido. Tras encontrarse con Lord Darlington -también con grandes arrugas surcándole el rostro-, un flashback a ratos interrumpido, irá rememorando el trascendental incidente que les permitió conocerse.

Fiel a la trama y a sus mordaces diálogos, esta magnífica versión se torna tan memorable como la obra maestra que nos legara Ernst Lubitsch en 1925, y de nuevo, la obra de Wilde recupera esa vigencia que tiene ya el sello de la perennidad.

Encantadoras actuaciones de Madeleine Carroll, George Sanders, Jeanne Crain y Richard Greene… y como no mencionar a Martita Hunt en su venenoso y muy llamativo rol de la duquesa de Berwick.

Título para Latinoamérica: “EL DESLIZ DE LADY WINDERMERE”
Luis Guillermo Cardona
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6
30 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es posible que, el debate sobre la razón de ser de nuestra presencia en el mundo y sobre el origen del universo, se haya dado desde que el hombre existe, y parece ser que, nuestra pequeñez mental hará que tardemos algunos siglos más en ponernos de acuerdo sobre estas cuestiones. De aquí que, el agnosticismo (del griego α- [a-], ‘sin’; y γνώσις [gnōsis], ‘conocimiento’) sea una de las más sabias y humildes posiciones que se pueden asumir ante los magnos interrogantes que surgen en la metafísica y en las enseñanzas religiosas: “No creo en Dios, pero tampoco niego Su existencia. Me niego a creer por fe, pero mantengo una puerta abierta a cosas que presiento sin tener todavía una explicación satisfactoria”. Las posiciones extremas: Ateísmo y Fanatismo, resultan, casi siempre, tan radicales y sin sustancia, que terminan cayendo en una ingenuidad aplastante. Y así no debe ser.

“SEÑALES DEL FUTURO”, toma como punto de debate dos de las teorías que han mantenido enfrentadas a la ciencia y a la religión. Mientras aquella (en gran parte) afirma que “la vida es una cadena de accidentes y fallos fortuitos”, la religión sostiene que “todo tiene tiene un propósito y un orden perfecto”.

La primera creencia, es la que defiende el profesor de astrofísica John Koestler, personaje principal de esta película, y la segunda es la que defenderá, el director Alex Proyas, basado en un guión escrito por Ryne Douglas Pearson con la colaboración de Juliet Snowden y Stiles White. Aunque Pearson ha explicado que "no hay un mensaje predeterminado en la historia" (1), sus inclinaciones religiosas (católico romano) muy ligadas a lo que dice la Biblia, hacen evidentes sus propósitos con el público.

Como ya lo hiciera con “Dark City”, Proyas hace alarde de una eficasísima puesta en escena; las secuencias de catástrofes (idea suya con la que reemplazó lo que, para Pearson, eran simples asesinatos), logran un gran impacto y una fuerte conexión al ponernos -a todos- como posibles víctimas; y el planteamiento argumental resulta muy interesante en esa confrontación padre-hijo, mantenida con gran altura y buenas razones por el estrecho lazo que une al profesor con Caleb (nombre tomado de un personaje bíblico que, junto a Josué y por su gran fe en Dios, fue elegido por Éste para entrar en Canaán). Sin embargo, la resolución del filme -queriendo emular ideas del libro Números, Cap.14 -, luce bastante ingenua al relacionarla con la humanidad entera… y el resultado, ¡vaya si hace deslucir los impecables efectos especiales con que se logran los últimos veinte minutos!

Nicholas Cage me resulta un tanto mayor para su personaje, sin embargo logra simpatizarnos con la sincera y discreta posición que asume ante la vida y por la asertiva relación que mantiene con su hijo, muy bien interpretado éste por el pequeño Chandler Canterbury. Por su parte, a Rose Byrne (Diana) le toca la parte de la chica obstinada que deja mal parado a su género; y Lara Robinson tiene el doble papel de Lucinda y de Abby, las chicas que abren y cierran el juego de predicciones.

Estuvimos muy cerca de otra brillante película, pero a Proyas le pudo la influencia católica del escritor porque, con otra asesoría, las cosas bien que pudieron haber llegado a mejor puerto. Con todo, siento que, “SEÑALES DEL FUTURO”, es una película muy digna de verse.

(1) Dan Phillips. Blog Biblical Christianity

Título para Latinoamérica: “CUENTA REGRESIVA”
Luis Guillermo Cardona
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