Those Who Fall Have Wings está llena de metáforas y alegorías con forma de animales. Esta es una de las maneras más intuitivas de hacer poesía en imágenes, de igual modo que lo es el mar y el agua. A mí me gusta esta clase de lirismo, aunque estoy seguro de que pocas veces lo entiendo. En todo caso, me dejo transportar por las imágenes y su simbología se incorpora a mi mente de una forma insospechada más allá de la simple comprensión.

La vida como un cerdo, como un cerdo esperando a tener alas, alas para así poder volar. Puede que así sea un poco la adolescencia, la etapa más oscura de una existencia convencional, y aun así la equivalente al descubrimiento y el potencial. Vivir con una sensación de encerramiento y hacinamiento permanente, con una necesidad de desahogo exponencial.

La muerte empieza a estar presente durante la adolescencia, es una parte de la búsqueda y el conocimiento, sobre todo porque es cuando se empieza a dar, con los abuelos, por ejemplo. El neo córtex se forma y de nuestras experiencias dependerá (prácticamente) nuestra personalidad en el futuro. Las imágenes que cree nuestra mente y desarrolle, durante este periodo, tendrán gran importancia también en los recuerdos.

De eso parece hablarnos Those Who Fall Have Wings, donde la importancia de los hechos y recuerdos recae en la relación abuela-nieta a lo largo de la enfermedad de la primera. Una cinta evocadora de la infancia y la juventud, pero sobre todo de la importancia de la pérdida. La despedida y las palabras que quedarán siempre por decir, o nuestros sentimientos.

Y el sexo, claro. La parte central durante este crecimiento. Las hormonas y la carnalidad, las ganas de explorar lo nuevo y lo oculto. Nuestros secretos. Una experiencia que no siempre se ha de vivir solos, aunque así suele ser siempre al principio. Como el dolor, de ahí su equidistancia en esta película, donde el sufrimiento (físico y psíquico) avanza paralelo al placer y descubrimiento sexual de un orgasmo solitario.

Así, lentamente, Those Who Fall Have Wings nos adentra en la vida de la protagonista, una adolescente, claro, que ha de cuidar de su hermana pequeña tras la muerte de su abuela, su único apoyo y el modelo a seguir en una casa alejada en el campo.

¿Si merece la pena el viaje? Dependerá de lo poéticos que nos encontremos ese día. Imágenes atractivas tiene varias, y una manera poco convencional y diferente de contar algo que hemos visto otras veces, también, a través de recuerdos pasados que se intercalan con el presente y un futuro al que encontraremos sentido hacia el final. Una relación profunda y llena de mensajes sobre la vida y la muerte, sobre la responsabilidad y relevancia de otra gente, su deterioro. Una hora y media sugestiva, retrospectiva y silenciosa, pero también turbadora y desconcertante. Eso sí, escasamente conmovedora (aunque lo intente desde la distancia).

En cualquier caso, vista en perspectiva, se trata de una película natural y minimalista a la que poco se puede reprochar en su propuesta visual, sólo en la parte rítmica, y cuyo mensaje parece incidir en que somos materia destinada a acabar en un contenedor, sí, pero no hay por qué hacer de nuestra vida un desperdicio antes de entrar en él… aunque la pérdida nos inste a ello, como una parte más del proceso vital. Como una ensoñación.

Odd (que así se llama el prota) es un chaval que ve a los muertos y tiene un par de huevos. Odd en español significa Raro, y así nos lo hacen saber en todo momento, gracias a diálogos llenos de chispa y de gente maja la mar de salada.

Al principio de la peli Odd, que por si no lo saben, significa raro, nos hace saber que su madre estaba como una cabra porque tenía el mismo don que él, pero él, que es más espabilado, lo utiliza para hacerse amigo de los muertos, o si es el caso, para reírse en su cara. Pero no sólo eso, el don de Odd el Friki también le hace ver sueños en los que gente muerta que aún no ha muerto le avisa de que pronto va a morir. Además hay gente viva que tiene sueños premonitorios repentinos y que milagrosamente trabajan con él, porque sino vaya putada. Por suerte es un pueblo pequeño y sin atascos.

Por otro lado, tenemos a los Acechones, que son unos espíritus malignos con forma de Alien, aunque más transparentes (claro, porque son espíritus. Qué tonto por mi parte), que resulta que si saben que les ves, hacen que mueras, aunque ellos no interfieren en las muertes, sólo van a por la sangre. Sin embargo, parece ser que hacen excepciones y a veces, aunque saben que los ves, hacen como que no saben que los ves, y en lugar de acabar con tu vida, te vacilan un poco, en plan "a ver qué haces, listo".

Todos los detalles sobre los muertos, los otros espíritus y demás parafernalia de ultratumba, los conocemos gracias a la sabiduría de Odd, el extravagante. Por ejemplo: un muerto no puede hablar, pero puede flotar sobre las aguas; tampoco te puede pegar, pero si es para darte un beso o para poner la mano en el hombro, no hay problema con los tocamientos. También están las reglas ya comentadas sobre los Acechones, que supongo que se llaman así porque se le ha ocurrido a él, ya que no se ha leído un libro en su vida al respecto (que nos cuente), ni se nos menciona que lo haya ido aprendiendo gracias a otros como él (o a su señora madre, la de los cuchillos). Pero qué bien cocina el tío, vaya malabares, y encima es todo un fucker, sino mira a Stormy Weather, que se pirra por sus huesos desde bien pequeñita, porque como es raro.

¿Y al final qué pasa? Pues que ni Más Allá, ni más acá, ni leches. Si se avecina una matanza en el pueblo, llamamos a la Asociación Nacional del Rifle para que nos preste un arma y nos defendemos todos.

Odd, eras más raro cuando te dedicabas a regalarle sillas a tus novias que ahora conduciendo motos sin casco...

Siempre he pensado que hay películas que están hechas para ver con los colegas (o con 15 años). Otras ni eso.

Este director tiene más fijación por los objetos cotidianos que el propio Yasujiro Ozu. Claro que, aquí todo tiene una visión más macabra y chorras que la del japonés. De hecho, pido perdón por haber dicho su nombre para hablar de esta cosa tan “grasiosa”, pero así parece que me estoy dando el pisto y tal.

Argumento: Un tío aburrido y sin vida propia (fíjate, porque tiene un gato y esas cosas), es invitado, de forma accidental, a una fiesta de Halloween muy especial, organizada, ésta, por un grupo de psicotrópicos artistas, a cada cual más retrasado –quiero decir excéntrico–, con la intención de competir entre ellos, creando algo de arte para así conseguir una beca.

A veces, cuando escribo mi opinión sobre una película, me gusta ponerme al nivel de los personajes de la misma (o de su guión y dirección). Eso sí, como no me he metido ninguna mierda de la buena en el cuerpo (ni tengo en mente hacerlo), no podré hacer humor de colgados. Una lástima. Seré breve (o no).

Conozcamos a los personajes:

El Superhombre: Borracho como una cuba, drogado y con quemaduras de cuarto grado. Es capaz de levantarse del suelo todas las veces que haga falta. El amor. Hasta me emociono al recordarlo (aunque creo que la intención era que nos riéramos).

El Chispero: O el señor de las becas. Como en ningún caso sabes de dónde ha salido toda esta gente extraña, debemos creernos, en primer término, que estos artistas se mueven en un mundo en el que la gente con dinero o con medios tiene este aspecto y, por encima de todo, trata con despojos, como él, sí, pero de otro estilo totalmente opuesto.

El Fotógrafo: Pues es un tío que es fotógrafo, ¿no? O algo, no queda claro. Tiene algún problema, por cuestiones de ego, con el Chispero, pero al chispero se la sopla bastante (es un juego de palabras).

La Sensata: Pobre, la he llamado así tanto por su papel como por el tiempo que la vemos en pantalla (casi se me olvida que sale)... Mejor para ella.

El Gamer: Se le ve venir a la legua, a ¿Jimmy? ¿Timmy? No me acuerdo. El caso es que está sentado y no habla demasiado. Me da la impresión de que no tiene demasiada confianza en sí mismo. A lo mejor no recibió suficiente amor de sus padres y las prostitutas de pequeño.

La Replicante: Ja, ja. Qué buen personaje. Cada vez que salía me partía el tabique nasal de la risa.

Guy Ritchie’s character: Este tipo es un poco como nosotros viendo Murder Party. Nos preguntamos qué hacemos aquí, no entendemos qué une a toda esa gente que nada tiene en común y cuyas relaciones, celos y falta de empatía entre ellos mismos no nos afectan en absoluto. Pero lo más importante, nos aburren mucho sus mierdas, estamos esperando que llegue la acción cuanto antes para comernos unas patatuelas.

El Perro: Por lo menos aquí no se lo petan, cosa que suele darse a menudo en las pelis de humor terrorífico. Es medio salvaje, aunque muy tranquilo y eso. Si eres fan de Juego de tronos, también se le podría llamar así al Superhombre.

El Dildo: También conocido como el tío aburrido y sin vida propia. Se supone que es el protagonista. Eso sí, destaca por tener una vejiga de gran aguante… hasta que no se puede aguantar más. Es un chaval con una buena pachorra, pero muy campechano, bastante tranquilo y eso.

¿Sabes qué pasa? Me lo pasé muy bien con Tucker & Dale contra el mal (2010), incluso con El diablo metió la mano (1999) me eché bastantes risas (además tenía a Jessica Alba en su elenco y a The Offspring). Aquí nada de nada, y eso que no sabía qué me iba a encontrar ni, por tanto, tampoco esperaba gran cosa.

¿Qué he visto?, ¿una idea surgida y desarrollada durante un buen colocón, seguida de un gran amarillo? Espero que el guionista y director se riera. ¿Una sátira sobre el mundo del arte? Pensándolo bien, la verdad es que me da bastante igual. Ha sido todo tan aburrido y sin gracia, que en el fondo se me ha frito el cerebro, el cerebelo, el hipotálamo y hasta los testículos, como para poder pensar más sobre ello. Menos mal que duraba poco. El mayor consuelo es no exigirse demasiado a uno mismo ni a lo demás.

Fendor - @TheHauntedOcean
Crítica para filmaffinity.mforos.com (@EFQSDFA)