Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
Críticas 1.293
Críticas ordenadas por utilidad
6
10 de noviembre de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Wright deslumbró con su adaptación de la novela de Ian McEwan Atonement, aquí titulada Expiación. Más allá de la pasión, por motivos que se me escapan. Todos recordamos la espectacular escena que tiene lugar en Dunkerque durante la retirada. Con El instante más oscuro, segundo asalto a Winston Churchill en el mismo año, el realizador londinense vuelve al angustioso escenario de la Segunda Guerra Mundial para presentar el el dilema del primer ministro en aquel preciso instante de la historia: ¿intentar negociar con el psicópata alemán, o resistir hasta la muerte? Sabemos cuál fue la decisión tomada, y que demostró ser la correcta. La película, rodada en tonos sombríos y casi siempre en interiores, discurre como el típico biopic convencional y conservador. La vida cotidiana de Churchill con su esposa (Kristin Scott Thomas, no muy esforzada), su adicción al alcohol y el tabaco, las entrevistas con el rey tartamudo, ya sabéis, el de El discurso del rey, las intrigas políticas entre partidos y en el seno de su propio grupo, sus escapadas para tomar el pulso de la calle. Parece una escena grotesca, pero resulta que es cierta, aunque no sucediera exactamente así. La película se apoya en todo momento en la fastuosa interpretación de un irreconocible Gary Oldman, muy odiada por Javier Marías en su artículo "Suyo es el reino", como también la de Brian Cox en Churchill. Es cierto que en ambos títulos sir Winston aparece casi casi como un zopenco integral, un grosero y zafio burgués de baja estofa, y que si no fuera por su santa esposa...
Pese a estos desatinos, te sumerges en las imágenes y te dejas llevar hasta el final sin plantearte demasiados epítetos salidos de tono. Desde luego, Wright se desnortó después de Atonement, hasta desembocar en la espantosa Pan: Viaje a Nunca Jamás, que atormentó mis incrédulos ojos sin piedad.Después de El instante más oscuro ha filmado la adaptación del best seller internacional La mujer en la ventana. No parece una buena decisión, pero...
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3
25 de enero de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues resulta que los dioses son como los humanos, o sea, unos perfectos hijos de puta: pueriles, envidiosos, rastreros, arribistas, necios, libidinosos, farsantes, chulescos, propensos a las rabietas y los berrinches... Todo un panorama.
Es difícil pormenorizar el hilo argumental de tamaño despropósito. Set, el dios de las tinieblas (Gerard Butler, cada vez más músculos y menos cerebro), es un envidioso de mucho cuidado, hasta el punto de asesinar a su hermano mayor y arrancar los ojos a su sobrino, Horus (Nikolaj Coster-Waldau, el Matarreyes de Juego de tronos, apuesto aun tuerto, pero algo pasota en su cometido actoral), que iba a ser nombrado nuevo monarca del reino. No hagáis caso de las inconsistencias, son constantes e hilarantes. Total, que aparece un mortal, una especie de Ladrón de Bagdad, cuya novia, una morenita de rostro prometedor y turgentes botijos (Courtney Eaton, apuntad el nombre), ha sido asesinada por el arquitecto de Set (Rufus Sewell, untuoso y amenazante), y con el fin de resucitarla decide robar los ojos de Horus para devolvérselo y, a cambio, obtener la resurrección de la curvilínea muchachita. Bueno, sólo consigue robar uno, pero juntos emprenden la tarea de recuperar el reino, con la ayuda de la diosa del amor, Hathor (Elodie Young, también muy apetecible), fémina de rompe y rasga que igual le hace un trabajito a Set como se refriega con Horus... Suceden muchas cosas pasmosas a lo largo del abultado metraje, y cada una es todavía más delirante que la anterior. La cosa alcanza su cénit cuando sale el dios Ra a bordo de una especie de Halcón Milenario en plan cutre, adoptando los rasgos del pobre Geoffrey Rush, que debía estar necesitado de cash en aquel momento. No sólo de arte vive el hombre, ¿verdad?
Y así, de sandez en sandez, acompañados de los timbales ensordecedores de Marco Beltrami, que nos arroja a los oídos toneladas de fanfarrias presuntamente exóticas, de diálogos que has de hacer un esfuerzo para contener las carcajadas, de situaciones ora trágicas ora bufas, mezcladas sin ton ni son, de efectos especiales no tan buenos como deberían, llegamos al clímax final, en que los dioses... Pero dejémoslo aquí.
Alex Proyas, que concitó notables esperanzas con Dark City, para ofrecernos después una innoble versión de Yo, robot, con el odioso Will Smith, entra en el juego como un elefante en una cacharrería, y ya no sabes si te has zambullido en un videojuego o en un sueño lisérgico poblado de personajes estrafalarios. La verdad, gastarse ciento cincuenta millones de dólares en este engendro es un escupitajo en la cara a los parias de la tierra. Por supuesto, su fracaso económico ha sido descomunal. A ver si alguien aprende la lección.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
11 de enero de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suntuoso melodrama, sección "exotismos varios", de la MGM, vagamente inspirado en Manon Lescaut. La acción transcurre en Saigón, pero podría ser Bangkok, Marrakech o Kuala Lumpur, a juzgar por la profusión de errores que adornan la escenografía y los decorados. Una hermosa mestiza (Hedy Lamarr, tan bella como siempre, provista de unos diálogos que nadie en su sano juicio podría recitar) se enamora de un atractivo playboy (Robert Taylor, Roberto Traidor, el individuo que delató furiosamente a sus compañeros de trabajo cuando la inquisición macarthista), que abandona su vida de farras y despendoles para hacerla una mujer de provecho. Naturalmente, el antiguo protector de Manon (Joseph Schildkraut, con un maquillaje hilarante) le pone todas las trabas posibles, y la cosa acaba peor de lo que había empezado.
Se encargó del estropicio un peso pesado de la productora, uno de esos profesionales llamados artesanos que se responsabilizaban de llevar a buen puerto proyectos poco menos que estrambóticos. Jack Conway, especialista en el género y ducho en plasmar ambientes orientales (Sucedió en China, Estirpe de dragón), se emplea a fondo y lidia con stock shots, transparencias, decorados surrealistas, dioramas y lo que haga falta, Cuenta con la complicidad y colaboración del espléndido director de fotografía George Folsey, y a la partitura un lírico Franz Waxman, valor seguro en estos menesteres. Vista casi ochenta años después, la carcajada acecha en algunas escenas y ciertos diálogos, pero al igual que sucedió hace unos años con el remake de El velo pintado, nada es imposible: rodaje en bellos escenarios naturales, puesta al día del libreto y una pizca de sexo, y nada impediría resucitar el mamotreto en el siglo XXI.
Para amantes de Hedy Lamarr y melodramas inverosímiles.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
12 de octubre de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo lo que no me gustó Berberian Sound Studio me ha gustado The Duke of Burgundy, y me pregunto qué nos deparará en el futuro Peter Strickland quien, como mínimo, parece tener voz propia. Vemos a dos mujeres, una de las cuales parece someter a la otra en una serie de rituales que lindan, cuando no caen plenamente, en el sadomasoquismo. Después, descubrimos que esas dos mujeres se aman, y que la en apariencia sumisa escribe los guiones que la otra ha de interpretar para satisfacerla. Estos incluyen, en efecto, actos peligrosos para la vida.
La película es un recital a dos voces, las de dos actrices que resisten los primeros planos y las situaciones complejas con notable desparpajo y dominio del oficio. Strickland nos habla de la complejidad de las relaciones humanas, de las fluctuaciones y exigencias del deseo, de lo mucho que cuesta en ocasiones satisfacer las demandas más íntimas de los amantes. Hay momentos inquietantes que me recordaron al David Lynch más siniestro, en esa secuencia casi al final cuando la cámara se acerca a la, con perdón, entrepierna de Sidse Babett Knudsen, y lo que ocurre a continuación. Por cierto, queridos obsesos, aquí no hay carnes expuestas a nuestra ansiosa mirada, de modo que no os frotéis las manos por anticipado. Lo que hay es un acercamiento arriesgado a los abismos de nuestras pulsiones, y sólo por ello esta película merece un visionado. Espero con impaciencia el veredicto de mi amigo MBF, el cual, en su calidad de psicoanalista, tal vez podrá iluminarme más al respecto.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
25 de abril de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre solitario pasa los días recluido en un hospital con la pierna enyesada. Una serie de personajes desfilarán a su alrededor. Comedia discreta de Jean Becker, ya octogenario, pero empeñado todavía en hablar de la gente corriente y de la soledad que la acecha, como en Conversaciones con mi jardinero o Mis tardes con Margueritte. En este caso, un amargado sesentón hastiado de la vida, viudo y con una amante a la que abandonó sin más explicaciones, se ve recluido a la fuerza en un espacio cerrado, pero el detestado lugar le servirá, ante su sorpresa, para volver a aferrarse al placer de vivir. La película, de guión muy sencillito, se apoya en la considerable interpretación de Gérard Lanvin, un peso pesado del cine francés, y una serie de secundarios, como el excelente Darroussin, que aportan empaque y distinción a una historia que habría podido naufragar en otras manos. No pasan muchas cosas, pero están contadas con gracia y esa sabiduría de alguien que empezó en el cine hace nada más y nada menos que 60 años, como ayudante de dirección de su padre, el gran Jacques Becker, en el rodaje de Touchez pas au grisbi, una obra maestra.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow