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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
3
Fantástico. Acción. Aventuras La supervivencia de la humanidad pende de un hilo, pero Beck, un héroe mortal, está decidido a salvar el mundo y a rescatar a su verdadero amor. Para conseguirlo busca la ayuda del poderoso dios Horus, con el que establecerá una alianza contra Set, el despiadado dios de la oscuridad que ha usurpado el trono de Egipto, sumiendo al país en el caos. Para ganar la batalla contra Set y sus secuaces tendrán que someterse a terribles pruebas ... [+]
25 de enero de 2017
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Pues resulta que los dioses son como los humanos, o sea, unos perfectos hijos de puta: pueriles, envidiosos, rastreros, arribistas, necios, libidinosos, farsantes, chulescos, propensos a las rabietas y los berrinches... Todo un panorama.
Es difícil pormenorizar el hilo argumental de tamaño despropósito. Set, el dios de las tinieblas (Gerard Butler, cada vez más músculos y menos cerebro), es un envidioso de mucho cuidado, hasta el punto de asesinar a su hermano mayor y arrancar los ojos a su sobrino, Horus (Nikolaj Coster-Waldau, el Matarreyes de Juego de tronos, apuesto aun tuerto, pero algo pasota en su cometido actoral), que iba a ser nombrado nuevo monarca del reino. No hagáis caso de las inconsistencias, son constantes e hilarantes. Total, que aparece un mortal, una especie de Ladrón de Bagdad, cuya novia, una morenita de rostro prometedor y turgentes botijos (Courtney Eaton, apuntad el nombre), ha sido asesinada por el arquitecto de Set (Rufus Sewell, untuoso y amenazante), y con el fin de resucitarla decide robar los ojos de Horus para devolvérselo y, a cambio, obtener la resurrección de la curvilínea muchachita. Bueno, sólo consigue robar uno, pero juntos emprenden la tarea de recuperar el reino, con la ayuda de la diosa del amor, Hathor (Elodie Young, también muy apetecible), fémina de rompe y rasga que igual le hace un trabajito a Set como se refriega con Horus... Suceden muchas cosas pasmosas a lo largo del abultado metraje, y cada una es todavía más delirante que la anterior. La cosa alcanza su cénit cuando sale el dios Ra a bordo de una especie de Halcón Milenario en plan cutre, adoptando los rasgos del pobre Geoffrey Rush, que debía estar necesitado de cash en aquel momento. No sólo de arte vive el hombre, ¿verdad?
Y así, de sandez en sandez, acompañados de los timbales ensordecedores de Marco Beltrami, que nos arroja a los oídos toneladas de fanfarrias presuntamente exóticas, de diálogos que has de hacer un esfuerzo para contener las carcajadas, de situaciones ora trágicas ora bufas, mezcladas sin ton ni son, de efectos especiales no tan buenos como deberían, llegamos al clímax final, en que los dioses... Pero dejémoslo aquí.
Alex Proyas, que concitó notables esperanzas con Dark City, para ofrecernos después una innoble versión de Yo, robot, con el odioso Will Smith, entra en el juego como un elefante en una cacharrería, y ya no sabes si te has zambullido en un videojuego o en un sueño lisérgico poblado de personajes estrafalarios. La verdad, gastarse ciento cincuenta millones de dólares en este engendro es un escupitajo en la cara a los parias de la tierra. Por supuesto, su fracaso económico ha sido descomunal. A ver si alguien aprende la lección.
Eduardo
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