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Críticas de La mirada de Ulises
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Críticas 114
Críticas ordenadas por utilidad
7
24 de febrero de 2015
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"En la vida hay ovejas, lobos, y perros pastores. Tú tienes que ser perro pastor y cuidar de tu hermano". Es lo que le dice a Chris-niño su propio padre, en una lección que nunca se le olvidará. Años después, el atentado a las Torre Gemelas espolea su sentido patriótico, se alista en el cuerpo de élite de los SEAL, y parte a la guerra de Irak... para proteger a los suyos o para vengarles, que nunca se sabe bien. Desde una azotea y con la mirilla ajustada, a Chris se le presenta más de una situación y decisión difíciles, y la primera vez que apunta y dispara no es lo mismo que la vigésima, pero algo está cambiando en esta Leyenda, y su mujer se lo hace saber. "El francotirador" llega con todo el ruido y polémica del mundo, y Clint Eastwood vuelve a darnos una película de factura clásica y genuinamente americana, donde la guerra es presentada con toda su crudeza para terminar cuestionando su sentido y justificación.

Comienza la película con un flash back de su infancia que se inserta en su tiempo de cowboy y que marcará toda su existencia, para continuar con una narrativa lineal que no se pierde por vericuetos argumentales porque va directo al objetivo de la cinta. Eastwood pone en su mirilla la política bélica norteamericana en Oriente Medio y la guerra en general y, gracias a un Bradley Cooper inspiradísimo, consigue que entre por los ojos el proceso de deshumanización que sufren los que en ella participan. Estremecedora es la secuencia de Chris apuntando a un niño que recoge el lanzagranadas del hombre abatido, o aquella otra en que -ya de vuelta a casa tras su cuarto despliegue en tierra hostil- está delante del televisor apagado. El estrés postraumático y los conflictos de conciencia son tales que se verá obligado a canalizar su afán de ayudar a los suyos... de otra manera.

Pero podemos preguntarnos, ¿qué diferencia hay entre Chris y Mustafá? Lógicamente, la película está realizada desde la perspectiva americana, pero ¿porqué los soldados iraníes son salvajes y los marines son héroes legendarios? Por otra parte, ¿no habría que ver antes de nada si el otro quiere ser ayudado (que se lo pregunten al veterano que entra en escena en el desenlace)? En plena guerra, ¿cuánto hay de venganza o rabia personal y cuánto de justicia social? ¿Está justificada una acción suicida como la que Chris ejecuta y que pone en riesgo real a tantos compañeros? Son cuestiones morales en torno a la guerra que Eastwood se plantea y que no resultan fáciles de resolver porque el francotirador -y cualquiera- tiene unos esquemas mentales y unos sentimientos que superan su capacidad de raciocinio. Por eso, asistimos a un ambiguo retrato del mito y a un doble trauma -del individuo y del país-, pues no queda claro si estamos ante un héroe o ante un perdedor que tiene el enemigo dentro.

En realidad, "El francotirador" es un western disfrazado en el que todo se juega a una carta en un duelo personal, y Eastwood no duda incluso de echar mano de la cámara lenta en el momento decisivo emulando a Sam Peckinpah. El claroscuro fotográfico nos habla de las sombras de una conciencia que ha perdido su lugar en el mundo -incluso cuando regresa a casa-, y el hiperrealismo bélico hace lo propio de un mundo de sangre y venganza en el que hay muertos por fuera y muertos por dentro. Aunque irregular dramáticamente y previsible en su desarrollo, Eastwood denuncia una vez más la maquinaria de guerra que deja mitos que son víctimas en realidad, y en la que un perro pastor se convierte en oveja herida y trasquilada.
La mirada de Ulises
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6
9 de julio de 2014
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La adolescencia es la edad del idealismo y también el momento para cometer las mayores locuras. Y si no, que se lo pregunten a Maddy, cronista oficial de Foxfire, que recuerda el tiempo en que se formó dicha hermandad de sangre, y también los derroteros de quienes trataban de vivir según sus propias reglas y luchaban contra el machismo de un barrio obrero neoyorquino de los años cincuenta. Al frente está Legs, líder y alma indiscutible de la sociedad secreta femenina que aplica toda su inteligencia y pasión al enfrentarse a las fuerzas burguesas y capitalistas. Junto a ellas, un grupo de chicas juran fidelidad hasta la muerte y sellan su pacto con el tatuaje de una pequeña llama en el hombro. Humillaciones, venganzas y sueños de adolescentes que no aceptaban una sociedad hipócrita y sexista, pero que desconocían la naturaleza de las cosas... y a quienes Laurent Cantet permite poner el grito en el cielo en "Foxfire: Confesiones de una banda de chicas".

Sin duda, la utopía adolescente impregna cada una de las escenas de la película, que mira con tono nostálgico aquellos locos años y que contempla el candor y arrojo de sus jóvenes heroínas. El punto de partida de todas es el desencanto y la indignación que sufren en el ámbito familiar, local o escolar... y el punto de llegada de cada una resulta diverso porque en unas se impone el corazón y los afectos, en otras la razón y la sensatez, y en alguna la fuerza de un destino en que la soledad se oculta bajo el ruido de la revolución. En la cinta, el director de "La clase" nos entrega recuerdos filtrados por los ojos juiciosos de Maddy, observadora perspicaz del grupo que se debate entre la promesa hecha a su amiga Legs y lo que el sentido común le dicta, y que con su voz en off nos invita a asistir a unos sueños de igualdad y auto-afirmación, y también a la maduración de unas jóvenes que aprendieron a construir sus vidas en el ejercicio de la libertad.

Una estructura clásica con prólogo y epílogo para centrarse en el momento álgido de la banda, una puesta en escena equilibrada entre la mesura y el desgarro emocional que se sirve del dinamismo de la cámara al hombro, y un gran guión con buen ritmo y diálogos que oscilan del desparpajo de esas chicas de clase obrera y la compostura de aquellas otras de respetable posición. Encontramos también un buen trabajo de atrezzo, pero sobre todos unas excelentes interpretaciones del reparto femenino (gran mérito de Cantet en su dirección), especialmente de la pareja protagonista a la que dan vida Katie Coseni -Concha de Plata en el festival de San Sebastián de 2012- y Raven Adamson. Su frescura y naturalidad se acompañan de unos caracteres tan distintos como sus reacciones, y el camino que una noche emprendieron juntas se bifurca con los años y queda en un recuerdo de adolescencia.

Película intensa y sincera, aunque algo maniquea y esquemática en el retrato de personajes... lo que se entiende por su condición adolescente y de rebeldía contra las estructuras. Es cierto que podrían haber evolucionado más y mejor, pero es justamente el personaje de Katie Coseni quien les da profundidad por su mirada desde el futuro, y quien apunta un sentido crítico hacia esa actitud de anarquía y autogestión. Ella recuerda aquellas locuras adolescentes, un poco desde la distancia de quien no se reconoce pero también con la añoranza de un tiempo de sueños e ideales.
La mirada de Ulises
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6
11 de junio de 2014
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No soy fans de los cómic de superhéroes ni tampoco buen conocedor de las historias de cada uno de ellos. Sin embargo, viendo "X-Men: Días del futuro pasado" de Bryan Singer, tengo que reconocer que pasé un rato entretenido sin mirar el reloj, que la historia se sigue fácilmente sin que sea necesario saber de los personajes, que su puesta en escena y efectos especiales son espectaculares y muy vistosos, que la oscuridad o luminosidad de los ambientes refleja adecuadamente épocas y mentalidades, que entre tanta imaginación e inverosimilitud se destilan unas cuantas verdades tan palmarias como interesantes... aunque a la cinta no hay que pedirle más que eso, entretenimiento. Y es que, estemos en la escuela de Charles Xavier o en la de Harry Potter -me acordé del colegio de Hogwarts viendo a estos mutantes que vuelan y traspasan paredes-, hay una serie de valores que Hollywood trata de inculcar al espectador como si de un alumno necesitado de resortes para la convivencia se tratara.

En esta entrega de X-Men, el mundo está en peligro porque un científico sin principios ha creado unas máquinas de matar llamadas Centinelas, a partir del ADN de Raven/Mística y cuyo primer objetivo es precisamente acabar con los X-Men. Para evitarlo, el Profesor y Erik no ven otra solución que enviar a Logan/Lobezno al pasado para impedir que Mística mate al susodicho científico... allá por 1973. Y es que aquel asesinato fue el desencadenante de la persecución a muerte que ahora ellos están padeciendo... En definitiva, se trata de intentar reescribir la historia desde las decisiones personales, de apostar por la libertad frente al destino escrito, de constatar que la violencia no se vence con más violencia, de entender que el miedo al que es diferente (al mutante) es el principal hándicap para una convivencia pacífica. El guión se esfuerza por convencernos de que nadie sobra en el planeta, de que las decisiones de un día tienen consecuencias para los demás y para el futuro, de que no hay mayor error que el de querer controlar a los demás (Charles Xavier admite su equivocación con Mística) y que hay que confiar en cada uno y dejarle tomar su libre elección.

Libertad, tolerancia, solidaridad, pacifismo... valores propios de los humanos y que parecen haber olvidado, hasta hacerse necesario que se lo recuerden unos mutantes que tienen algo de humano y algo de divino, como aquellos héroes de la mitología griega que con sus hazañas y debilidades unieron su destino al de los hombres. Sin duda, está claro que los productores buscan una épica grandiosa y a la vez una empatía con el espectador... y eso lleva a dotar a esos personajes de sentimientos y ambiciones con los que identificarse, a introducir conflictos que generen tensión y suspense para que las dos horas de metraje vuelen en un santiamén. Pero también es cierto que, a través de estas historias de cómic, se pretende crear un modo de pensar alentando unas virtudes que en otro tiempo encarnaban personas de carne y hueso y con las que se quería influir en el espectador. Da la impresión de que esos principios no abundan entre los humanos del futuro -los hombres que aparecen son caricaturas sin alma- y que es necesaria una nueva raza que venga a salvar a la Humanidad... que se ha vuelto oscura y decadente.

No es nueva esa función del cine como elemento para conformar una cultura y un modus vivendi, aunque ahora llegue a través del cómic y de la animación. Quizá la clave esté en su esquematismo y en su sencillez para mostrar lo esencial de una actitud ejemplar, sin la casuística de lo real ni los pliegues que el cine de autor mira con predilección. Sea como sea, Charles Xavier, Lobezno y Mística nos dan la oportunidad de reescribir nuestra historia, aunque para ello haya que viajar en el tiempo con dolor y rectificar algunas malas decisiones... porque de sabios y de mutantes es rectificar, y X-Men es un buen espejo donde mirarse.
La mirada de Ulises
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7
11 de abril de 2014
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Una nota a pie de página en un trabajo de investigación sobre el Talmud son todos los méritos que han reconocido hasta la fecha al profesor Eliezer Shkolnik. Su ostracismo contrasta con el prestigio creciente de su propio hijo, Uriel Shkolnik, en esa misma materia. El reconocimiento del hijo no hace sino sumir al padre en una profunda desencanto y enemistad con el mundo ilustrado, y además amenaza con romper la paz familiar. Ahora, Eliezer acaba de recibir el Premio Israel de la cultura, circunstancia que desata el orgullo, la vanidad y la envidia de unos y otros. Así es el curioso entorno de "Pie de pagina (Footnote)", comedia dramática de Joseph Cedar que estuvo nominada a los Oscar como mejor película en habla no inglesa.

Entre excentricidades y malos gestos mostrados sin disimulo, entre pullas e ironías punzantes cargadas de cinismo, así aflora una rivalidad que alcanza a lo personal y que convierte el ámbito académico en un auténtico nido de víboras. En su propuesta, Cedar retrata con afilada inteligencia esa competencia salida de madre y esa guerra de escuelas, y también sabe mirar el fondo de almas que intentan aparcar su ego pero que no siempre lo consiguen. La fina ironía y la planificación que raya el absurdo aparecen en escenas como la del despacho donde tiene la magna reunión, o en esa puesta en escena de cómic en que Uriel se multiplica en sus conferencias. Sin embargo, la comedia esconde la dura realidad de una comunidad científica llena de odios y rencores que amenaza con extenderse a la familia.

La persistente y cómica banda sonora de Amit Poznansky, la expresividad de rostros que no necesitan muchas palabras, la finura y elegancia de unas situaciones esperpénticas, el recurso a imágenes surrealistas cuando el sueño se ha convertido en pesadilla... hacen que estemos ante un producto de calidad, dirigido a la inteligencia y que interroga al espectador. ¿Hasta dónde se puede ir para defender la verdad? ¿Es valentía y fortaleza o terquedad e intransigencia plantar cara a los problemas y personas disonantes? Como casi siempre, el tono juicioso lo pone la mujer de Uriel en una conversación de matrimonio que es toda una lección de prudencia.

La arriesgada y sofisticada propuesta israelí, entre la fábula moral y la sátira despiadada, se ve con una sonrisa en los labios, pues contemplar la tosquedad del padre -o de su colega rival- y la afabilidad del hijo nunca invitan a juicios severos sobre los personajes. Todos son tratados con benevolencia y simpatía, y el trabajo de Shlomo Bar-Aba y Lior Ashkenazi ayudan a que así sea, tan sutil en su interpretación como el guión en la composición de los diálogos. La narración es fresca en su estructura y puesta en escena, con anotaciones aclaratorias para el espectador -quizá se alargan demasiado- que la asemejan a un artículo de investigación sobre la vida de los dos estudiosos... presentados y exculpados por el director en un mundo de equívocos y problemas de comunicación que bien podría extrapolarse al ámbito político.
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6
11 de abril de 2014
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En " Vivir es fácil con los ojos cerrados", David Trueba pone en ruta a tres individuos arrojados a la soledad y a la vida que se les presenta por delante. Antonio, profesor de inglés, conduce el coche y su objetivo es ver a John Lennon durante el rodaje de una película en Almería; en la carretera recoge a Belén, joven embarazada que huye de un mundo de apariencias donde quieren decidir por ella, y a Juanjo, un chico que se ha ido de casa porque quiere sentirse libre. Su viaje al sur será ante todo un recorrido emocional en el que, además de encontrarse a sí mismos y entender el sentido agridulce de la vida, se harán amigos para siempre. Es 1966 y aún se respiran aires de tradición y autoritarismo, mientras el turismo es la ventana de España al mundo porque hay quien se encarga de "encender cada mañana el sol".

Trueba comienza su película con trazos tópicos y situaciones estereotipadas de la España tardo-franquista, tanto en el ámbito escolar como familiar... que nos acercan a las crónicas de un pueblo o de una familia "cuéntame". No faltan las bofetadas "educativas" ni las soluciones de emergencia para salvar el honor, como tampoco las negativas referencias religiosas y militares para un entorno castizo y casi folclórico que trata de abrirse al idioma de los Beatles. Son los momentos más trillados y sin personalidad de la cinta, que solo el trabajo interpretativo de Javier Cámara consigue dar color hasta que comienzan a tejerse las relaciones entre los centauros del desierto y a sacar lo mejor de cada uno. Entonces hay ternura, humanidad y atractivo en unos personajes a los que une un ansia de libertad... que Trueba traiciona con alguna nueva proclama más política e ideológica que humana. Buenos trabajos también de Ramón Fontseré y de los jóvenes Francesc Colomer y Natalia de Molina... que hablan también del buen trabajo de Trueba en la dirección de actores.

La película es simpática y entrañable y no hace sangre sobre situaciones de abuso o prepotencia, y la mirada positiva de Antonio se transmite al resto de personajes hasta llegar al espectador. El guión y la cámara se centra en sus sueños amenazados y no en quienes se encargan de aniquilarlos... lo que es de agradecer. Solo unas pinceladas para desprestigiar al estado clerical o al paternalismo autoritario, para denunciar el machismo y la violencia... para enseguida mirar al mar o al cielo azul y tratar de seguir creyendo que uno no está solo, que hay que pedir ayuda -help!- y salir del aislamiento-soledad, que cada cual tiene sus talentos y sus aspiraciones legítimas... Son mensajes político-sociales y personales para sacudirse el miedo y reflejar una melancolía -quizá más que nostalgia- de un tiempo en que aún se soñaba con ideales y se creía que "vivir es fácil... con los ojos cerrados" pero también que había que abrirlos para vivir mejor y no perder la dignidad.
La mirada de Ulises
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