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Críticas de GonzaloyGracias
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Críticas 208
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de marzo de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Silencio de Martin Scorsese, sobre una novela de Shusuko Endo, es una muestra de ese momento en que un creador, un cineasta en este caso, tiene a su alcance conseguir eso que llamamos una obra maestra. Scorsese, en mi opinión, lo alcanza aquí (como en algunas otras películas anteriores, por supuesto), y lo hace acercándose a uno de los temas sobre los que lleva reflexionando desde La última tentación de Cristo: sobre la fe ante el silencio o no silencio de Dios (de ahí el título del film). Dos misioneros portugueses –Adam Driver y Andrew Garfield– se trasladan a Japón para comprobar la posible apostasía de unos de sus hermanos –Liam Neeson– y sostener la fe de los católicos perseguidos. Después de un período de apertura al cristianismo (los tiempos de Francisco Javier) las autoridades japonesas habían cerrado el país al proselitismo de las religiones occidentales por razones de Estado. Scorsese nos cuenta con gran crudeza la situación de los campesinos japoneses que abrazaron la nueva fe y que ahora son perseguidos y viven esa fe en la clandestinidad. También la terrible persecución de las autoridades, con torturas, crímenes y retractaciones públicas, y todo esto ambientado en las durísimas condiciones de vida de la gente común. A los perseguidores no les importa tanto que se retracten los nuevos creyentes japoneses –los siguen torturando igualmente aunque lo hayan hecho– como que lo hagan los misioneros portugueses ante su grey. Y aquí viene el dilema de estos entre elegir un martirio diferido en el tiempo mientras siguen matando a terceros o aparentemente retractarse para salvar la vida de los inocentes. Terrible dilema, terrible infierno en vida, que solo un gran cineasta es capaz de retratar como creo que lo hace en esta película Martin Scorsese. Una película compleja, bella en su dureza, luminosa pues alumbra rincones de nuestras oscuridades espirituales y vitales. El final es impactante y emotivo: nadie, ni el poder más terrible puede arrancarnos nuestras convicciones más profundas, sean estas la que sean. ¿Es esto lo que quiere contarnos Scorsese? Veamos esta película hipnótica, en la que no importa su duración.
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8
14 de diciembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada (Arrival), es una película de ciencia ficción, en la vertiente “hard” o “científista” de 2001 Una odisea del espacio de Kubrick, por ejemplo, y a la vez en la línea épica y poética aplicada a la exploración del espacio y el tiempo de Interstellar de Nolan. La llegada es un film hipnótico y evocador; algo conseguido a través de su bella fotografía, su pulcra ambientación, su ritmo onírico, una música envolvente y la actuación de Amy Adams. Nos cuenta la llegada a la tierra de un conjunto de naves extraterrestres y los intentos humanos de contactar con sus tripulantes a través de la compresión de su lenguaje. Esta parte es extraordinaria. Inspirada en un relato de Ted Chiang, el film reflexiona sobre esa posible cuarta dimensión que es el tiempo y las implicaciones que tendría en nuestras vidas que pudiéramos “tener recuerdos del futuro”. (Algo que puede parecer maravilloso y que la vez puede ser muy doloroso). Así mismo, cuenta las distintas reacciones de los Estados y de la gente ante la llegada de vida alienígena, entre Encuentros en la tercera fase y Ultimátum a la tierra.
Solo en la parte final la película desfallece a causa de la pretensión del director por encajar y responder a todas las cuestiones planteadas, además de hacerse más evidentes los condicionantes de ser un film de gran presupuesto. La estructura narrativa de la película, por otra parte, juega con esa posibilidad de que el tiempo sea una dimensión más y por tanto que la linealidad del tiempo sea una convención. Al espectador se le ofrece un rompecabezas que puede resolver al inicio de la película o… tiempo después. Este último fue mi caso en conversación con otros espectadores.
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8
17 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Interstellar, de Christopher Nolan -Memento, Origen-, es un acontecimiento cinematográfico y, como todos los acontecimientos largamente esperados, que nacen con una clara voluntad de grandeza -aparte de entretenimiento-, suelen suscitar a la vez el mayor entusiasmo y cierta decepción. Si algún lector ocioso ha seguido estas reseñas en meses anteriores habrá observado que la palabra “hipnótico” se repite con asiduidad para describir la impresión de este espectador ante algunas películas: hipnosis, por ejemplo, inducida en la sala de cine ante la contemplación de una película como Interstellar. Como comenta Luis Martínez, detrás de Nolan -y de este veedor de cine- está la búsqueda constante de esa primera impresión que debió producir en los espectadores de 1895 la entrada de una locomotora….en el patio de butacas de una barraca (La llegada del tren, de los hermanos Lumière).
Interstellar de Nolan cuenta la odisea de unos astronautas que viajan en el espacio con el objetivo de conseguir salvar a una humanidad que agoniza en una Tierra polvorienta; una sociedad futura que está regresando a pasos agigantados a sus comienzos tecnológicos y culturales: cultivo de los campos y abandono de la ciencia y de la idea de progreso científico. Los astronautas -en sus papeles protagonistas interpretados por Matthew McConaughey y Anne Hathaway-, embarcados en la nave Endurance, buscan planetas alternativos a esta Tierra en estado crítico donde asentar a una humanidad condenada a la extinción. Las dimensiones del espacio les obligan a utilizar los efectos espacio-temporales producidos por un agujero de gusano. En la película se explica muy gráficamente el fenómeno: entre dos puntos de un folio una línea recta es el camino más corto, salvo que doblemos el folio, pongamos en contacto los dos puntos y lo atravesemos con un lápiz. ¡Hete aquí, un agujero de gusano!
Pero toda odisea para regresar a Ítaca o para salvar a la humanidad, no pude dejar de tener también un componente más personal y a la vez universal, como es el dolor producido por la separación de una hija -Jessica Chastain, en el papel de hija adulta- y un padre -Matthew McConaughey-, en forma de desamparo y de rabia en la hija -que permanece en la tierra- y de desolación y responsabilidad en el padre -que parte a un viaje cuando menos arriesgado. Amor como una fuerza más del universo que no sé si encaja en las teorías de la astrofísica y la mecánica cuántica, pero sí en la de las emociones fílmicas.
Interstellar pertenece al género de la ciencia ficción, verbigracia, pero a la vez carece de género, como Metrópolis de Fritz Lang, 2001: Una odisea en el espacio de Kubrick, o Gravity de Cuarón, al ser cada una de estas películas un género en sí mismas. Por simplificar, si hay una rama donde predomina la aventura y la creación de mitología, en esta predomina la cosmovisión y el halo científico, pero sin olvidar el humor, el espectáculo y las emociones (Y aquí nos topamos con Hitchcock, Spielberg o Ford).
Cineasta de intención visionaria, of course, Nolan nos regala una vuelta de tuerca cinematográfica, que amalgama ciencia futura, filosofía nietzscheana, fin de la historia… y un gran sentido de la poesía visual: ese planeta Tierra sofocado por el polvo y la arena, esa ola gigantesca sobre un mar en el que se camina, ese agujero de gusano psicodélico o ese “lugar” llamado teseracto que se parece a una biblioteca borgiana colgada sobre el vacío y donde, a la vez, se suceden pasado, presente y futuro…
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7
5 de diciembre de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película notable de un director, Richard L. Bare, poco conocido y frecuentado, salvo por los que vuelvan a ver series como "La dimensión desconocida" o "El virginiano" y reparen en sus casi anónimos realizadores. Con un guion de Russel S. Hughe y Richard Sale que tiene elementos de novela negra, con intriga, acción, vueltas de tuerca y un final propio de un melodrama. Un film muy completo, por tanto.

Rodada en los primeros años de su carrera cinematográfica, la película tiene vocación de obra mayor, por encima de su bajo presupuesto y su adscripción a la llamada serie B. El inicio nos remite de lleno a "Rebeca" de Alfred Hitchcock y a la novela más conocida de Daphne du Maurier, de titulo homónimo, con una casona bautizada como Sans Souci, con una voz fuera de campo que nos narra una historia, con una verja, con niebla, y de fondo el mar embravecido y un acantilado.

Y a continuación vemos a un hombre en una situación extrema, de vida o muerte, que es quien nos cuenta la historia y que, atiborrados de referencias cinéfilas, nos recuerda al “Crepúsculo de los dioses” de Billy Wilder, y a ese narrador imposible que flotaba en una piscina. Pero ambas películas son de 1950 y solo cabe conjeturar sobre azares e influencias.

La historia que nos cuenta esa voz en off , en forma de flash back, es la de un vagabundo, un “matao”, sin trabajo, que no tiene derecho ni a mirar un escaparate, algo que le trae como consecuencia una detención y una multa o una condena a cárcel. Es la parte más social, negra, del film, la que dará lugar a una propuesta que solo es posible aceptar cuando se está en una situación desesperada o que solo se puede proponer cuando se es un sinvergüenza.

En este momento, ante la propuesta extraña de un abogado a un vagabundo a punto de ir a chirona (y recomiendo no leer la sinopsis), se inicia la intriga propiamente dicha: un desaparecido, una herencia pendiente, un hermano que odia a otro hermano, una cuñada astuta y seductora, una esposa ingenua y un abogado que se presenta como justiciero. La galería de personaje funciona muy bien en las distintas secuencias, no muy largas, pues la película es breve, pero concisas y eficaces. Actores y actrices que no llegaron a ser estrellas, hacen un trabajo sobrio y solvente.

La fotografía de Carl E. Guthrie destaca por conseguir una luz nebulosa para el jardín, por ese acantilado y ese mar tenebroso, o por esa secuencia magistral de un asesinato en la que la cámara gira suavemente para que lo veamos en sombras proyectadas en una pared.

Un hermoso perro, guardián del jardín, es unos de los personajes principales, pues como en la “Odisea” de Homero es el único que no es engañado por ese hombre que reaparece tras siete años, en un caso porque está disfrazado y en este por no es quien es. Perro que inquieta a los personajes (y al espectador) en varios momentos y que tendrá un papel fundamental en el desenlace.

El tema de la suplantación tiene una larga trayectoria en la literatura y en el cine. “Sombras acusadoras”, de Michael Anderson, y más de refilón “A pleno sol”, de René Clément, son algunos ejemplos. Pero la primera es de 1958, y la segunda de 1960, por lo que cabe hablar en justicia de la originalidad de esta cinta también en este tema, luego muy utilizado con distintas variantes.

Película muy notable que recomiendo encarecidamente.
GonzaloyGracias
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7
31 de octubre de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Funny Boy”, es casi un repaso histórico de las ultimas décadas de la historia de Sri Lanka, lastrado por el enfrentamiento entre una mayoría dominante, la cingalesa, budista, y una minoría tamil, de religión hinduista. Ambos grupos hablan lenguas diferentes y los tamiles son considerados por los cingaleses como “extranjeros” y casta inferior. Las familias de ambos grupos hacen vidas separadas y podemos comprobar como en las aulas se vive un apartheid escolar, aparte de otras discriminaciones más graves y sangrantes.

Todo esto en un ambiente de guerra entre el ejército de Sri Lanka (cingalés) y la guerrilla de los “Tigres” tamiles que ensangrentó durante décadas el país, hasta la firma de una tregua (frágil) en 2002.

Como ocurre en la vida, esta tensión discriminatoria tiene sus excepciones según el carácter de las personas, como es obvio, de su bondad e inteligencia, o de su torpeza y odio. Deepa Mehta nos cuenta la historia desde dos familias de clase alta, una cingalesa y otra tamil, con dos hijos que son homosexuales. En una sociedad tan conflictiva, con tantos tabúes homófonos, esta relación será dificultada por las familias y producirá broncas y rupturas familiares.

La directora ha elegido contar su historia desde cierto clasicismo, centrándolo en los personajes principales (los chicos), sin desatender el contexto histórico, con una fotografía primorosa. Una producción de calidad para un público amplio.
GonzaloyGracias
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