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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Charly Barny
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Críticas 195
Críticas ordenadas por utilidad
9
26 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Good Time es un film extraordinario. Pocas veces un film provoca un shock adrenalínico como éste. Desde la primera escena el espectador es sorprendido y atrapado. Lo que sigue es una montaña rusa que mezcla amor fraternal y sentimientos encontrados en una fuga desesperada camino a ningún lado. El film no suelta jamás al espectador, lo mantiene atado a su butaca y los hermanos Safdie controlan la montaña rusa que han creado con suma habilidad.
Es la historia de dos hermanos que sufren desórdenes mentales. Uno de ellos, Nick (Benny Safdie) parece tener una discapacidad que le impide el razonamiento lógico. El otro, Connie (Robert Pattinson) un síndrome de déficit de atención e hiperactividad, complicado por el consumo de estupefacientes. Entre ambos hay una relación especial. Connie cuida a su hermano menor como si fuera su padre. Pero en lugar de llevarlo por el buen camino, lo lleva por el malo.
La película, en consecuencia, se estructura en el relato clásico de un robo seguido de fuga pero su desarrollo esta signado por esta relación filial que humaniza a estos pobres desgraciados al punto que el espectador más que emitir un juicio comienza a sentir pena por ellos, a entender esa inmensa soledad que generan las grandes ciudades como Nueva York de la cuales Nick y Connie son hijos dilectos.
La fuga de Connie se transforma en la búsqueda de Nick, y en esa búsqueda los hermanos Safdie muestran todo su talento cinematográfico relatando a una velocidad de vértigo la visión de un mundo desangelado donde la marginalidad crece a pasos agigantados sobre todo cuando abandonan la gran manzana y se interiorizan en los barrios marginales de Queens y Brooklyn.
Es que Good Time es la otra cara de la capital del Imperio Glamoroso. Es el lado oscuro del brillo americano. Es un relato que se pasea por la marginalidad de los barrios bajos, los hospitales municipales, los parques con trenes fantasmas que no tiene principio ni fin. Así como el personaje vuelve en busca de su hermano, la visión de los Sefdie vuelve al relato un documento de la decadencia.
El cine de estos muchachos (es su tercera película de largo y tienen una importante cantidad de cortos) es un cine muy independiente, del cual, en Argentina solo se estrenó comercialmente Papá Piernas Largas (que no tuve oportunidad de ver). No obstante ello, son asiduos concurrentes de festivales como Cannes donde ya han participado con varios cortos y con esta película que estuvo merecidamente en la Competencia Oficial.
Herederos del mejor cine independiente americano y particularmente del cine neoyorkino, encuentran sus antecedentes más inmediatos en el cine de los años 70 y especialmente, en el de Martin Scorsese. La velocidad narrativa de Good Time es el vértigo de EL Lobo de Wall Stret, la marginalidad de sus personajes es la misma de aquellos muchachos que recorrían Mean Street, y el mundo absurdo que plantean es muy parecido al que sufría Paul Hacket en Después de Hora.
Me encanta el policial y sus derivados. Me interesa la modernización de los géneros. Este año ha sido prodigo en ese aspecto. A lo largo del año vimos Hell or High Water, Baby Driver, Atomic Blonde, Viento Salvaje, y La Estafa de los Logan, todas películas que tienden a renovar el género con resultados sorprendentes. No obstante ello, la película de los Safdie supera a todas ellas por su osadía para transgredir el género, por la sutileza de su crítica social, por la carnadura y el humanismo que transmiten sus principales protagonistas. El estreno de Good Time es la frutilla del postre en estos últimos días de cine que restan del año.
Charly Barny
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8
20 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filmada en blanco y negro, y practicante desarrollada como una obra teatral en 3 actos con un prólogo y un final, Sang-Soo encierra a sus 4 personajes (uno de ellos permanece ausente durante toda la película), y trata de descifrar los códigos que unen y separan a una pareja poniendo especial énfasis en el deseo y la rutina.
La presencia de la ausencia es un hueco, es la silla vacía, el que falta o que no está físicamente pero está presente. Alrededor de esa figura, más allá del protagonismo de su personaje principal, está construido El Día Después, y todo girará sobre el misterio de esa ausencia que ha marcado o marcará la vida de los personajes.
Hay en el film de Hong Sang-Soo un delibrado placer en la filmación de la rutina, la repetición de la costumbre donde los personajes se mueven tratando de buscar salir de la soledad, de encontrar a un semejante, alguien parecido con quien compartir más que un momento, tal vez la vida misma.
En este sentido, la película trae reminiscencias de Truffaut, uno de los padres de la nouvelle vague francesa, autor de la serie de Antoine Doilen, cuando la pareja, ya casada, comienza a sentir los primeros signos del desgaste de la vida matrimonial. Sang-Soo comienza el film en la casa del protagonista que recién levantado de la cama está tomando el desayuno en la cocina, cuando de pronto, aparece su mujer con ese tacto tan femenino intuyendo que algo anda mal en la vida de su marido. No se equivoca.
Lo que sigue es un día en la oficina de ese hombre, un editor y escritor de libros en un lugar donde prevalece la literatura por sobre todas las cosas. Un lugar que da lugar a las fantasías, los affairs, los engaños, y hasta las sorpresas.
Es como si Sang-Soo dividiera la vida de las personas entre su casa y su trabajo donde la casa es el reino de la mujer y la oficina el del hombre. Lo que no está permitido en un lugar, tienen piedra libre en el otro. Bongwan, tal el nombre del protagonista, despierta apesadumbrado porque su amante lo ha abandonado. Su mujer lo descubre llorando en la cocina mientras toma el desayuno. No entiende que le pasa. Pero más tarde encuentra una nota en un papel e intuye el romance frustrado de su marido. Desesperada irrumpe en la oficina de Bongwan e increpa a su nueva secretaria sin saber que es la persona equivocada, una nueva empleada en su primer día de trabajo.
La comedia de Sang-Soo adquiere la fórmula de la comedia de enredos pero se encuentra lejos de Hollywood. Trascurre en una Seúl invernal acogedoramente nevada, lo cual ayuda al encierro de los personajes tanto en los lugares como en sí mismos. En ese mundo de encierro describe un lugar donde el deseo queda en suspensión producto de una acción no consensuada por uno de los personajes (el ausente), un deseo que nunca es acompañado por la pasión.
En el film el encierro otorga a los personajes un devenir permanente que pareciera situarlos fuera de todo tiempo y lugar. Los personajes de Sang-Soo viven como abstraídos en sus propios mundos, lugares donde solo existen sus pasiones y sus trabajos totalmente alejados de lo que pasa en la sociedad que los contiene.
Tal vez no sea la mejor película de Sang-Soo, pero es una oportunidad de ver su cine, un cine muy poco visto como estrenado en Argentina. Obviamente, es un film de características peculiares. Como obra de teatro está muy bien escrita, como película está muy bien actuada y muy bien filmada. Con una cámara casi fija, los movimientos de zoom producen el acercamiento a la intimidad de los personajes o su alejamiento tomando la distancia generando climas tanto de calidez como de frialdad. Por otra parte, el hecho de filmar casi constantemente en primer plano hace que no se note el encierro de la situación que plantea a la vez que subjetiva la situación de cada personaje dándole cuerpo, carnadura, una identidad que los humaniza, esa característica tan propia de todo su cine.
Charly Barny
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9
20 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un padre extraña a su hija. Ella es una ingeniera alemana que viaja constantemente. Es la fecha de su cumpleaños. Él decide ir a visitarla a su lugar circunstancial de trabajo. Pasará unos días en Bucarest, Rumania.
El film de Maren Ade, la directora alemana de Entre Nosotros presentada en el BAFICI 2009, es un gran fresco sobre la sociedad actual a través de la pintura de una relación padre – hija que representan dos polos opuestos en la forma de mirar la vida.
Winfried (un enorme Peter Simonischek), el padre, es un hombre de unos 70 años. Ha vivido su vida. A su manera, es un anciano sabio. No obstante ello, no sabe cómo hacer para llamar la atención de su hija. Su llegada no podrá ser más inoportuna.
Inés (Sandra Huller) trabaja para una consultora internacional en temas de organización de empresas. Vive de hotel en hotel, sin tiempo alguno ni para sí misma ni para los demás. Su vida es su trabajo. La llegada de su padre no es otra cosa que un inconveniente laboral.
El mérito de Maren Ade es que con mucho sentido del humor, una cierta pizca de absurdo y una visión muy crítica de la sociedad describe la vida enloquecida de esta mujer, la forma de trabajo que ha generado la nueva sociedad de servicios en que vivimos, en la cual nadie tiene tiempo para nada, todo es urgente, el trabajo es una prioridad absoluta y puede llevarte a cualquier parte del mundo, incluso a los lugares más remotos. Pero la cuestión de Ade va más allá. Describe al eficientismo como una cuestión prioritaria. En consecuencia, y paradójicamente, no se repara en gastos para lograr ser eficientes. Y ser eficientes, no es ni más ni menos que ganar el mayor dinero posible incurriendo en el menor costo posible. De eso se trata el trabajo de la ingeniera Inés. Enseña a ser eficientes a empresarios que no lo son.
Uno puede decir que al fin y al cabo, el trabajo de Inés es igual que cualquier otro. Pero no es así. Inés es una mujer que además pretende ser una consultora exitosa, estar siempre en la vitrina y al alcance de sus clientes. Viendo que su vida carece de horarios y espacios para ella misma, uno se pregunta si Inés aspira sólo a trabajar o tiene algún otro tipo de deseos que mantiene ocultos.
Winfred con su edad ya lo ha visto y vivido casi todo. Como todo anciano, está de vuelta. Consciente que su arribo es un problema para su hija, lejos está de evitarlo. Por el contrario, se empeñará en sacarla de ese pozo en el que ella alcanza un nivel de status e ingresos que seguramente le deparan un futuro financieramente holgado, pero deja pendiente del presente todos los demás aspectos de la vida. Inés vive lejos de sus parientes, no tiene amigos íntimos, no se ha casado, no pretende tener hijos. Está lejos del modelo de mujer convencional del siglo pasado.
Winfred la sigue a todas partes, y para llamar su atención decide transformarse en otro hombre. Ese hombre será Toni Erdmann, un alter ego de Winfred que, peluca y anteojos de por medio, le permitirá estar donde ella esté en cada momento.
Lo que Winfred ve a través de su alter ego Toni no es más que una vorágine que no conduce a nada, que profundiza las diferencias sociales, que en nombre del éxito y el eficientismo olvida al hombre mismo, quien debería ser principio y fin de la existencia humana.
La crítica que realiza Ade de la sociedad moderna a través de Toni Erdmann no tiene desperdicio. Lo hace con un humor muy especial, muy alemán, un tanto socarrón. El film transita permanentemente la vía del teatro del absurdo. Winfred, como persona mayor, ve los desvíos que esta sociedad moderna ha tomado para generar trabajo. Mucho para unos pocos, y muy poco para muchos otros. Una dicotomía en la que el éxito y el fracaso se encuentran a la vuelta de la esquina y pueden suceder con premura y simultáneamente.
Es muy probable que Toni Erdmann no se estrene comercialmente en Argentina. Su duración de aproximadamente tres horas la torna muy poco atractiva a la hora de llevarla a las salas comerciales, incluso las de cine arte. No obstante ello, cabe señalar que la carrera de la película incluye su estreno mundial en el Festival de Cannes de 2016, la candidatura al Oscar a la Mejor película Extranjera por Alemania y a los Globos de Oro de ese año aunque no se llevó ninguno de esos tres grandes premios. Lo cierto es que estuvo encaramada en el podio y ahora es cita obligada en las sesiones paralelas de la mayor parte de los festivales de cine. También puede ser encontrada en Internet.
La mirada de Mary Ade en Toni Erdmann es seguramente una de las miradas más lúcidas que el cine actual ha realizado sobre la vida moderna contemporánea, la llamada sociedad de servicios. Su visión de las relaciones humanas, de la frialdad y la lejanía de los lazos familiares, del solo interés puesto en lo comercial, de la falta de comunicación y transmisión de los afectos, de la prevalencia de los sexual sobre lo amoroso es solo equiparable en su profundidad y extrema lucidez cinematográfica a Tiempos Modernos de Chaplin, a Perdidos en la Noche de John Schlesinger, o a Easy Rider de Dennis Hooper, películas que cada una en su momento y a su modo, retrataron la sociedad de su época en forma crítica, la industrial en la primera y la sociedad de consumo en las otras dos.
Charly Barny
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9
20 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años, intenté clasificar el cine de Woody Allen. En aquel momento afirmé que su cine se instalaba en la comedia americana pero que en su obra se podía encontrar 5 tipos de subrtramas e incluso algunos dramas. Pero de las 47 películas suyas estrenadas hasta ayer, ninguna se instalaba en la tragicomedia como lo hace “Wonder Wheel”.
Este nuevo Allen vuelve a las raíces más profundas del mejor teatro americano moderno. Tal como lo había hecho unos años atrás en Blue Jasmine, en la que se inspiraba en la obra de Tennessee Williams Un Tranvía Llamado Deseo, su nueva película abreva no solo en éste autor sino también en Eugene O`Neill y Arthur Miller, la trilogía de autores que describieron el sentimiento de la decepción en la posguerra, escritores que adhirieron al llamado realismo americano.
Es que su protagonista Ginny, una magnifica Kate Winslet, es una hija dilecta de aquel teatro y bien podría haber salido de la pluma de cualquiera de esos tres grandes escritores teatrales americanos. La diferencia es que ellos transitaron el drama, y Allen suaviza este drama con toques de comedia simplemente porque su visión de la vida es menos dramática que la de aquéllos.
Ginny es una actriz fracasada con un hijo piro maníaco de unos 10 años, abandonada por su marido, que trabaja de moza en un bar en Coney Island. Ahora vive una vida marital sin expectativas con el bueno de Humpty (Jim Belushi), a cargo del carrusel de la playa y mantiene un romance paralelo con el guardavida Mickey (Justin Timberland). La llegada de Carolina, la hija de Humpty, de unos 30 años, alterará el estado de las cosas.
Lo que hasta aquí Allen presenta es una típica comedia costumbrista heredera de sus recuerdos de infancia que tiene un enorme parecido a Días de Radio (1987). Pero a partir de la llegada de Carolina, la comedia se transforma en drama y la vida de Ginnny comienza a alterarse, se convertirá en el centro del relato, y la historia entrará de lleno en la tragicomedia.
La película, entonces, se transforma en el drama de la mujer a los 40 años, esa edad en la que todavía uno se siente joven pero a la vez comienza a sentirse viejo y a pensar que la vejez no está tan lejana. Podríamos llamarle la medianía de la vida. Ese momento en que uno se da cuenta que aún esta con el pescado sin cocer. Pero también podría ser la de la aceptación de la mediocridad, dado que esta en el justo medio por naturaleza, porque no sabe ni puede hacer otra cosa, porque comienza a carecer de ambiciones, de energías, a controlar sus impulsos, ajustándose a lo que debe ser, a conformarse con lo que se es como si fuera un mandato al que ya no se puede modificar.
Kate Winslet aprovecha la pluma prodigiosa de Allen y a partir de ese momento se trasforma totalmente en Ginny y se apodera de la película haciendo una de sus más notables actuaciones de la mano del genio. Se acabarán los sueños y será una mujer termina por aceptar que lo que le propone la vida es simplemente seguir peleándola.
Allen se da el lujo de volverse genio en la playa que lo vió nacer. Su mirada de la vida esta vez se opaca, se vuelve agria, negativa como la de sus admirados escritores de posguerra pero no pierde lucidez. Las tonalidades del film se tornan cada vez más rojizas, en las que predomina el color ocre de la mano de Vittorio Storaro, un fotógrafo italiano cuya genialidad está fuera de toda discusión, y que envuelve todo con los colores del atardecer como resignándose a que el fin del día y de la vida está envuelta en ese color. Recordemos que Don Vittorio se dio el lujo de fotografiar El Conformista, Novecento y Último Tango en Paris (la tres de Bertolucci), y Appocalysis Now de Francis Ford Coppola. También el año pasado había comenzado a colaborar con Allen haciendo Café Society. Un lujo que se da el pequeño genio que siempre trabajo con grandes directores de fotografía: Carlo di Palma, Gordon Willis, Sven Nykvist, entre otros.
Esta vez estamos ante un Allen algo más pesimista, posiblemente más realista, como siempre poco creyente, pero con su eterna pluma prodigiosa delineando un fresco sobre las expectativas en la medianía de la vida en los márgenes de la gran ciudad. También un gran retrato sobre la vida de los “loosers”, de los “borders” en los años 50, una crítica social poderosa mostrando que esa economía del bienestar que procuraba el fin de la guerra no iba a ser igualmente repartida para todos.
En su opus 47, Allen realiza un film lucido y ácido que se vuelve una cosa seria. Para algunos, la falta de un humor constante, será un motivo de crítica. Para otros, será un motivo para la meditación. Estamos ante otro gran film de Allen que elige el camino de lo tragicómico, es decir, no llega a ser uno de sus grandes dramas (Interiores, Una Mujer), tampoco es una de sus grandes comedias (Annie Hall, Hanna y sus Hermanas) pero se acerca a esas películas insoslayables como Crímenes y Pecados o Match Point, donde la toma de conciencia sobre la culpabilidad marcan un antes y un después.
Charly Barny
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9
21 de julio de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta tercera película de Celia Rico Clavellino, una directora española (sevillana y andaluza), no solo es un gran momento de cine, sino también una película muy particular, personal, que refleja el mundo de dos mujeres que han perdido la referencia masculina, una a su marido, la otra, a su padre.
El film se concentra en un pequeño departamento de dos ambientes en algún lugar de Sevilla, donde transcurre ese duelo, el dolor de la perdida que esas dos mujeres necesitan superar para continuar con una “vida normal”.
Más allá de la excelente relación entre ambas, esa desaparición del hombre, las deja huérfanas ante el cambio forzado. Estrella (Lola Dueñas), la madre, es sorprendida por la muerte de su marido. Pero Leonor (Anna Castillo), su hija, sabe que ese hecho ha derivado a un momento de cambio.
Las notables actuaciones de ambas trasmiten no solo el dolor sino también esa necesidad de comenzar una nueva vida. Una transición forzada por las circunstancias. Ambas saben que tienen una vida por delante y cada una debe tomar un camino que seguramente será diferente.
Celia Rico Clavellino, además de directora es autora del excelente guión en que se basa la película. Ese guión, no obstante, solo constituye la columna vertebral de un relato que gracias a la sapiencia de su directora se transforma en una obra cinematográfica que logra hablar por sí misma.
La destreza de esta joven cineasta sevillana transforma a su guión en una obra estrictamente cinematográfica, haciendo que su cámara vuelque en términos cinematográficos lo que ella desea que el público vea, dejándolo libre de todo tipo de interpretaciones personales, colocándolo tan solo ante dos actrices capaces de transmitir el todo.
La película obliga a la reflexión del espectador. Primero, a través del acercamiento a la intimidad de dos personas que acaban de sufrir una perdida. Ese momento de duelo lleva a otro de recogimiento, y más allá, ambas protagonistas entenderán que la vida continúa y deberán resolverla como mejor puedan. No habrá soluciones mágicas. Solo la voluntad de seguir adelante.
La directora narra ese momento con indudable maestría, con un gran respeto por sus personajes, generando un clima de indudable intimidad, donde la necesidad de superar la tragedia implica concentrarse y tratar de enfocar un futuro.
Por otro lado, el concepto de feminidad otorga un aspecto de gran intimidad que permite no solo un acercamiento al dolor sino también a la necesidad de superar el momento y continuar la vida.
Para los personajes, esa continuidad implica un volver a empezar. Ambas saben que ya nada será igual. Estrella deberá buscar un trabajo que la ayude a mantener su casa, y Leonor deberá comenzar a buscar su destino.
Contado desde un lugar de encierro, un pequeño living de un departamento de dos ambientes, con una cámara expresiva y dos actrices estupendas que ponen no solo el cuerpo sino también el alma para que el espectador sienta y entienda esa soledad repentina que nos deja la muerte cuando se nos lleva un ser querido. La directora se maneja con primeros y medios planos para dar atmosfera de intimidad en la puesta, confiando en que esas dos actrices transmitirán con cuerpo y alma el dolor que llevan a cuesta sus personajes, tratando de vislumbrar el necesario cambio de vida que se les aproxima.
La trama que desarrolla el film es muy interesante porque no solo pone énfasis en los dramas personales sino también deja entrever la dificultad hacia el futuro de los cambios laborales que se están gestando. Tanto la madre como la hija deberán salir a buscar un trabajo para seguir subsistiendo. La hija, además, posiblemente deberá emigrar para poder tener una mayor amplitud de oportunidades.
Este trabajo de Celia Rico Clavellino la coloca dentro de una zona de exposición muy importante que seguramente le permitirá encarar en el futuro obras más ambiciosas aunque no creo más personales que la presente. Acompañada de dos actrices estupendas, y del fotógrafo Santiago Racaj, que con sus tonos ocres logra transmitir ese momento de intimidad que viven esas dos mujeres que acaban de sufrir una pérdida irreparable. Así, el film se transforma en una de las principales sorpresas de este año cinematográfico.
Charly Barny
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