Antes de seguir con mi ciclo cinéfilo cargado de dignidad he decidido hacer un kit-kat y establecer el primer cortocircuito de la jornada.

La velada prometía, Cagarruta, el único actor del mundo capaz de sobreactúar iluminando el cartel de su propia película en una nueva versión de Secuestrados de Viva La Virgen, y Joel Churrasco a los mandos, también la incorporación de Nicolasa Kilates prometía más dosis de petaca.

El inicio es algo que promete enormemente, la verdad, Cagarruta con su pelo de muñeca y manos de pelotari haciendo las delicias del respetable llegando al hogar portando un maletín, hablando por el móvil y escupiendo la mejor frase de toda su carrera.

"Necesito un abrazo"

Tras semejante puñetazo, ya comenzaba a sonar God of thunder de fondo en mi salón, pero no, no ha podido ser, en primer lugar, porque Cagarruta queda relegado a un papel que no le permite dominar el cotarro y su cabello nancy no consigue mostrarse mas de la cuenta, el peso lo llevan los asaltantes que transforman la función en una de las peores películas que he visto en mi vida, una comedia involuntaria en la que sigo preguntándome qué hace Nicolasa Kilates, supongo que colaborar en el circo del sol.

Con sucesos casi idénticos a Secuestrados, nuestra Cagarruta aún consigue salir a flote con otra frase para la posteridad mientras es sacudido por los secuestradores mas grotescos de la historia.

"Basta, malditos animales"

Todo ello, con su ya por fin, cara desatada y ojos de Goofy cargado de cristal líquido.

Pero luego todo vuelve a su sitio, un desbarajuste endeble, flácido y escandalosamente reiterativo.

En estos momentos también necesito un abrazo, Cagarruta.

Se despide desde Oslo.

Vicente Del Bosque sorprendido en un aseo público con su torpedo mirando al techo y una revista de Koalas, intentado ocultar sus abrumadores cancarros apepinados en su base y amelonados en su unión con el tanque de gasolina como las ubres de una vaca de Sacedón, tras desprenderse de su néctar para recuperarlo con una cena en condiciones, a poder ser, un cochinillo en Segovia bajo el acueducto.

Absolutamente brillante.

Después de esta película me imagino a Chicho ahogando sus nalgas en un jacuzzi con un buen puro y burbujeando como un hipopótamo después de despositar sus alimentos.

A bote pronto, una de las mejores películas que he visto del género, sin ningun tipo de duda, y cuando digo una de las mejores, es a nivel del globo terráqueo, qué barbaridad.

El casting también es atronador, Liliana Palmera es un auténtico cohete de angustia y horrores escondidos, además, la soga que une a Palmera e hijo es lo que mas me ha sobrecogido en la butaca, un filón del que saca petróleo Chicholino.

El final absolutamente desatado apabulla de un modo incontestable, aún estoy recogiendo mis testículos del suelo.

Quién puede matar a un niño no la he visto, pero aseguro ya, imposible que supere a esta magistral lección de terror y suspense.

Apoteósica.

Bueno, efectivamente, descalabro monumental.

Guillermo Pañales, ejerce de pretencioso arquitecto con este hilarante adosado y tras un comienzo en el que ya dan ganas de acudir a urgencias por irritación escrotal , llega Pañales, para regalarnos un auténtico disparate que, al igual que Manute Bol, no para de crecer cuando decide desvelar su rostro y mostrarnos las cartas.

Belén Neumática aprovecha la ocasión para lucir sus operadas ruedas y el director con ganas de encestar sus pasas y frotar la cisterna entre pirelli y pirelli, convierte el circo, en un tributo a los rombos de telehinco donde Jaimito vislumbraba el horizonte plagado de mares y océanos.

Con ese inesperado volantazo, Pañales, busca la complicidad del público, en mi caso, no lo ha conseguido, además, añade un ingrediente nuevo a la pizza, un villano matarife que seguramente, sea lo más nefasto y descacharrante que he visto, de verdad.

Al acabar la función, Riky López acompañaba mis pensamientos con su acertada tonadilla, centrándose en, Y así fue, como mi Mari, cambió de sonrisa y de talla de sostén, pasó de cero a cien, más deprisa que un Ferrari.

Se despide desde el planeta tierra, aunque no lo parezca.

Rodriguez Menéndez con un embudo en la cabeza, completamente eufórico después de salir un túnel de lavado en el centro comercial La Gavia, ventilándose un monte Cristo , generando un irreconocible perfil entre el público, corriendo como un búfalo sin control, lanzando bolsas de hierba en Ikea, y rematando la faena con un esplendoroso rodillazo en la barbilla de Mariano Rajoy que pasaba por allí en busca de unas cortinas para su baño a juego con su barba.

Bueno, indescriptible película con un arrollador, magnético, abrumador y memorable Patricio Degüello, que firma uno de los papeles más emblemáticos que recuerdo, una patada en las pelotas rotunda y directa , sin cortes publicitarios.


Bufonesco corte de mangas por parte de Cornudo que supone un punto y aparte en la historia del cine, sin lugar a dudas. En primer lugar, señalar que no he podido disfrutar de la función con café copa y puro debido a los dichosos subtítulos que desaparecían de mi pantalla con excesiva rapidez, por lo que en principio, he decidido estampar un siete en la licorería con aroma a chocho de muñeca, además, también debo añadir, que nos encontramos con algo más teatral e imprevisible que cinematográfico, por lo que puedo vislumbrar algún que otro alcohólico abandonando a nuestro diablo de Tasmania, Patricio Degüello, apenas avanza el metraje, puedo entenderlo, pero no lo comparto, claro.


Tras una primera irrupción apoteósica de Patricio en plena catarsis intuía que la gloria podía transformar mi ano en una fiesta con esplendorosas maracas, y así ha sido, efectivamente.

Degüello ha traspasado la pantalla para adentrarse en mi cabeza, y su mundo se ha transformado en mi mundo, éramos uno, como los mosqueteros, con la espadas en alto, increíble pero cierto, incluso se permitía el lujo de estirarme y encogerme la salchicha cada cierto tiempo con su numerosos recitales, danzas y gritos de gorrino psicótico, todo ello con tendencia al exceso, completamente exagerado, pasado de rosca sin control, como un imparable obús que se cuela por la escuadra sin avisar.

No consigo sacarme esos memorables canturreos, esos hilarantes diálogos, esa interpretación de mimo con ojeras farloperas por parte de Degüello, sencillamente memorable, como tampoco puedo olvidar esos golpes al volante con la voz de Patricio cantando a pleno pulmón "Mona, qué bonita eres, pero prefiero mirarme el culo".

Degüello, el tipo que además puso el título a uno de los discos por excelencia de ZZtop.

Inapelable.

Se despide desde el palacio de hielo.
Nadie, Juan, sin más.

Interesante sotamano de Antonio Corbacho en el que decide alejarse del clásico thriller para adentrarse en las catacumbas de la soledad humana y sus consecuencias.

Corbacho, arropado por distintas referencias cinematográficas decide apuntalar su cinta con Le Samourai de Juan Perro Melilla como telón de fondo, y el resultado, obtiene sus frutos, más o menos, junto al culo la tenemos.

El berrinche por parte del público hacia el Lance Armstrong, seguramente venga, por esperar otro tipo de película, algo de cabezas huecas con explosiones, persecuciones trepidantes y mucho ruido, vamos, pocas nueces, aquí es todo lo contrario, aquí se busca otra cosa, un asesino a sueldo fustigado por su obligada soledad y aspereza, por ser la cara de la cruz, por buscar sentido a un sin vivir y más que nunca, por decidir alzar la copa brindando por uno mismo aunque no existan motivos.

Jorge Clonado ejecutando flexiones, arañando los tabiques de su habitación con los pezones duros, desatascando la ducha con su codiciado abedul , observando intranquilo por la ventana con cara de piano abandonado y esperando, siempre esperando, incesante, no hay duda, Clonado, estampa casi seguro, la mejor interpretación de su discreta carrera.

El ritmo lento y excesivamente pausado puede atragantar en más de una ocasión, incluso ese tributo a MacGyver por parte de Corbacho es un poco exagerado y el despiporre viene cuando, Corbata, introduce con calzador otro homenaje a Pretty Woman para ajustar la mirilla.
Yo estaba con mi seis viéndolas venir, buscando la licorería para agitar la petaca, pero esos puñetazos al volante de Clonado, esos apoteósicos puñetazos estallándote en la sien han hecho que medite y suba la puntuación, últimamente estoy algo generoso.

Se despide desde el banquillo.

Otra vez Iturralde González con los testículos hechos plastilina, sin piernas, ni brazos, manteado por López Pérez.