En una época muy muy lejana, allá por el final de los años 70, nacía uno de los fenómenos cinematográficos más importantes de la historia. Star Wars (posteriormente apellidada como Episodio IV: Una nueva esperanza) revolucionó el medio y marcó a una generación. Los que somos más jóvenes recogemos su testigo y, de "regalo", pudimos vivir el estreno de la segunda trilogía. Entrecomillo "regalo" por considerar esas 3 películas como algo no del todo positivo, como cuando te regalan calcetines por Navidad.

Tampoco digo que sean algo absolutamente desastroso, ya que la idea de hacer una precuela me parece buena, pero sí bastante decepcionantes. Además, no siempre de las buenas ideas salen buenas películas. Hay cosas bastante interesantes y que ayudan a agrandar aun más el universo de George Lucas (ya otro día hablaremos tendidamente sobre su papada), pero hay otras realmente indignas. Decía un crítico americano sobre el Episodio II: La Guerra de los Clones (aunque en este caso aplicable a toda la trilogía) que "es una oportunidad para que unos talentosos actores bien pagados digan los peores diálogos de sus carreras". Yo me imagino a pobre Samuel L. Jackson llorando en su caso (rodeado de pasta, eso sí) al pasar de leer un guión de Tarantino a leer otro de Star Wars.

Pero centrémonos en este último Episodio VII: El Despertar de la Fuerza, que me voy por las ramas. Lo primero, decir que me parece un gran título en todos los sentidos. Después de echarse a dormir tras el Episodio VI, allá por el año 1983 (?), se "despertó" 20 años más tarde como quien se levanta a las 5 a.m. y va al baño con un ojo abierto y el otro cerrado, sin saber muy bien qué está haciendo o qué está pasando. Por eso considero que con esta entrega, estrenada a finales de 2015, la saga (y la fuerza, claro) han despertado definitivamente de su largo letargo (y espero que sigan así de despiertos para los dos episodios que restan).

Estoy siendo pretendidamente ambiguo al escribir esto porque quiero evitar cualquier tipo de spoiler, por mínimo que sea. Como es normal, estoy en contra de revelar partes importantes de cualquier película, pero en esta aun más. Porque esta no es una película cualquiera, es la séptima parte de la que probablemente sea la mejor, o al menos la más apasionante, saga de la historia del cine. Creo que querer joderle la ilusión a una persona, aunque "solo sea una película", es de ser un verdadero miserable.

Dicho esto, yo fui a verla sin ninguna clase de conocimiento previo (había visto un tráiler, pero ni leí sinopsis ni nada por el estilo), y he de admitir que poder disfrutar del filme en una gran pantalla, en versión original y con una sala libre de bocachanclas es toda una experiencia.

Visualmente es una locura, la mejor de todas sin duda alguna. También es cierto que hoy en día los efectos digitales están enormemente avanzados, a años luz de la trilogía original y a un buen trecho de la precuela. Los personajes en general cumplen, algunos mejor que otros, tanto los nuevos como los ya conocidos. Además de al genial y carismático Han Solo, destacaría al villano, Kylo Ren, muy trabajado tanto interior como exteriormente. La historia avanza correctamente, con un muy buen ritmo narrativo, y salpicada de referencias al resto de películas. También es cierto que en algunos momentos notamos cierto aire a deja-vu, como que esto ya lo hemos visto antes. Llámalo deja-vu o llámalo homenaje, como vosotros prefiráis. A veces la línea que separa al homenaje del plagio (o autoplagio en este caso) es muy muy fina.

Para ir terminando, sin duda estamos ante el inicio de una ilusionante trilogía que esperemos que siga por este rumbo, caracterizado por el respeto a la trilogía original. Creo que este Episodio VII es un necesario soplo de aire fresco a la saga que seguro que será valorado como se merece por sus innumerables fans.

A muchos un 9 podrá parecerles una nota exagerada, pero creo que esta película es de lo mejor que se ha hecho nunca en la animación, todo un hito del género. Y mira que es difícil: estamos hablando de películas de la talla de Wall-E, Toy Story, Monstruos SA, Up... Con Big Hero 6 he disfrutado más que el resto de niños del cine juntos. Es una delicia para la imaginación y para la vista.

Pocas son las películas que consiguen sacarme carcajadas, y más siendo de animación. Esta lo consiguió, y un par de veces. Esa sociedad futurista, ese híbrido entre San Francisco y Tokyo (San Fransokyo), esos personajes tan modernos y tan diferenciados... pero sin duda la genialidad de esta película reside en un simple robot sanitario con aspecto de globo blanco gigante. Bueno, de simple no tiene nada, porque además de la ardua complicación de programarlo y de la importante labor que realiza, es uno de los mejores personajes del cine de animación que recuerdo. Yo soy de quedarme con detalles de las películas: el inicio de Up, el final de Toy Story 3, el humor de La LEGO película... y con esta me quedo con Baymax. Es imposible verlo y no esbozar una sonrisa. Esos dos puntos negros unidos por una linea que tiene por ojos dicen mucho más que muchos actores de carne y hueso.

La película está claramente dividida en dos partes, una de presentación de los personajes, de ritmo más lento, con más humor, y en la que no está muy claro por donde va a tirar el filme. Ya después, nos encontramos con un tramo de acción frenética que abruma los sentidos. Originalidad, dinamismo, futurismo y humor otra vez, serían las palabras que mejor definirían esta parte.

El guión, en cuanto a la historia y cómo avanza, probablemente no sea perfecto. Tiene un par de giros, pero nada del otro mundo. También le sobra algún que otro momento de sentimentalismo barato, pero bueno, también estamos hablando de una película de animación dirigida al público infantil (además del adulto). Tampoco espero ver diálogos tarantinianos en la última de Disney. Pero a pesar de esos ratos de innecesaria pastelada (muy breves, eso sí), Big Hero 6 es una película que emociona. Y eso que no soy fan de los recursos para conseguir la lágrima fácil. Pero esta me tocó la fibra sensible.

Para ir terminando, con un mínimo de justicia, Big Hero 6 se propulsará a la cima del cine de animación de forma más que merecida. Estaba bastante convencido de que La LEGO película sería el mejor filme de animación del 2014, pero justo el último día, a escasas horas de estrenar el 2015, me enteré de que no, que había una película que aunque tenía yo la expectativas muy altas, las sobrepasó sin dudarlo. Gracias Disney por volver a hacerme disfrutar como un niño. Gracias Baymax, eres mi nuevo héroe.

Fui con bastantes ganas al cine, creía que iba a ver una película de guerra diferente, sin diálogos absurdos, heroicidades innecesarias y sentimentalismo barato. Bueno, pues más o menos es lo que me encontré.

El inicio no me disgustó, con esa mezcla entre horror de la guerra y humor tonto de militares. Tampoco es algo que sorprenda. Tiene batallas bastante emocionantes y bien rodadas, y alguna pizca de gore para darle a sabor a la guerra. También nos encontramos con un trasfondo interesante, que hace hincapié en los horrores de la contienda (desertores ahorcados, niños soldados, la carencia de piedad...) pero tampoco ahonda mucho en el tema. Es una película de Hollywood, no busca hacer funcionar las mentes, calar en los sentimientos. Con emocionar a un par de sensibleros espectadores se dan por satisfechos.

Con la aparición de dos chicas alemanas, especialmente de la guapa con menos expresividad que una suela de zapato, la película cambia de rumbo. Las cosas cambian, y a peor. Los diálogos absurdos crecen y, como era de esperar, las citas bíblicas también. De no querer matar a nadie y no haber cogido un arma en su vida, la mosquita muerta empieza a cepillarse nazis como si fueras moscas. Ya.

Película de buenos y de malos. Aunque os cueste creerlo, los buenos son los americanos, y los malos los nazis. Lo nunca visto vamos. Y entre rayos láser (sí, sí, rayos laser, las ametralladoras disparan putos rayos láser verdes y rojos) y frases vacías el filme sigue avanzando. La batalla final, tan absurda e inflada como emocionante. Nadie puede negar, que aunque sean algo predecibles, las batallas carecen de emoción.

Supongo que en este tipo de películas hay que dejarse llevar. Si te paras analizarlas, encuentras fallos cada 5 minutos, y lo único que consigues es distraerte de la historia. Hay que creérselo. Creerse que los americanos son semidioses en la tierra y que los nazis, además de bastante inútiles, solo sirven para morir. Y Brad Pitt, qué guapo es Brad Pitt. Ni la guerra puede con él, qué fenómeno.

Me quedan bastantes cosas en el tintero supongo, pero seguro que ya os hacéis una idea de qué clase de película es. No esperéis una maravilla, pero fijo que no pasáis un mal rato en el cine. Me queda la espinita clavada de que podría haber sido una mejor película si se hubiesen cambiado algunas cosas. Pero la sombra de Hollywood es muy alargada, y contra eso nada se puede hacer.

Cuando leí que se iba a estrenar una película rodada a lo largo de 12 años, pensé que sería el próximo experimento de un gafapasta pretencioso sin talento que no tenía nada mejor que hacer. Me equivoqué. De ahí salió "Boyhood", éxito de crítica y para mí, la mejor película de 2014. Esto viene a que, si a mí me dicen que van a sacar una película de unas dos horas, toda en un plano secuencia (aunque sea falso, obviamente), en diferentes localizaciones y a la que a mayores le añadimos elementos fantásticos, pues me costaría creerlo. Y más me costaría creer que esa película se convertiría en un éxito de crítica, ganado premios y consiguiendo el respeto de todo el mundo. En una buena película, vamos.

Pues Alejandro González Iñárritu ha conseguido esto mismo. Con una premisa que podría parecer utópica, ha hecho una de las películas más interesantes de las últimas décadas, que sin dudarlo aparecerá en muchas listas de aquí al futuro. Por que si algo destaco de Iñárritu, además de su valentía (porque mira que hay que tenerlos cuadrados para siquiera plantearse esa idea), es su talento. De nada sirve una buena idea si no tienes talento y te esfuerzas para darle forma a esa ocurrencia. Porque no deja de ser más que una ocurrencia, una brillante ocurrencia, eso sí.

El director mexicano ya había demostrado anteriormente su talento tras las cámaras (maravillosa "Amores Perros") y su capacidad de sorprender (¿a quién no ha dejado descolocado el montaje de "21 gramos"?). Pero con "Birdman" estamos hablando de su obra maestra, de su joya imperecedera. Dejando de lado la anécdota o particularidad de su forma de estar filmada, nos encontramos con una gran obra, un guión solemne y muy ácido (no deja títere con cabeza) y, sobre todo, unas enormes interpretaciones. Iñárritu se ha sabido rodear de buenos actores que han dado un nivel muy alto. Mención especial, obviamente, para Michael Keaton. Una de las dificultades del plano secuencia (que son mucas) son los diálogos: el realismo y naturalidad que ofrece es mucho mayor, pero también su dificultad. Los actores son más exigidos, parece más un documental que una película sin sus clásicos planos-contraplanos. Pocos actores serían capaces de soportar tantos planos larguísimos, la mayoría con una carga dramática importante. Meritazo el de Keaton.

Normalmente, los directores huyen de los planos largos, les traen demasiados problemas. Normalmente, los cámaras rehuyen de los espejos para evitar reflejos que estropeen la toma. Normalmente, las bandas sonoras no están formadas en su mayoría por solos de batería. Normalmente, no se nos muestra tanto el lado humano de los superhéroes. Normalmente, no se mezcla de esta forma tan honesta realidad y fantasía. Normalmente, no se critica al gremio de actores y críticos. Todo esto es normalmente, porque en "Birdman" nos encontramos todo lo contrario. A Iñárritu lo normal le da la risa, por eso nos ofrece un punto de vista distinto, único. Aun me sigue flipando la manera de acabar las secuencias dentro de esa gran secuencia que es la película en sí. Cuando cualquier director fundiría negro y pasaría a otra historia tranquilamente, Iñárritu tiene que ideárselas para unir el fin de cada secuencia con el inicio de la siguiente. Y no es nada fácil. De seguro que le llevo más de un quebradero de cabeza plantear el filme, como organizar los escenarios, los movimientos de cámara... Pero desde aquí te digo, Alejandro, que valió la pena. Has hecho algo único y bueno, que es lo que realmente importa. Ya eras grande, ahora serás eterno. Por favor, que nunca se te agote esa (esperada o inesperada, qué más da) virtud que tienes.

Este año, el veterano Ridley Scott vuelve a las pantallas con una película de ciencia ficción, género que tantas alegrías le dio en pasado con títulos como Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982) y, ya bastantes menos, con Prometheus (2012). Su nombre es The Martian (o si preferís la maravillosa traducción española, Marte, la cual ya le quita el sentido a la trama) cuya premisa es más simple que el mecanismo de un botijo: un grupo de astronautas está en Marte y se ven obligados a abandonar el planeta a causa de una gran tormenta de arena. Mark Watney (Matt Damon) sufre un golpe y sus compañeros, creyéndolo muerto, entran en la nave y ponen rumbo a la Tierra. Al pobre de Watney solo le queda sobrevivir como buenamente pueda en un planeta totalmente deshabitado y a millones de km de cualquier ser vivo.
Tras esta breve sinopsis, todos nos hacemos una idea de qué tipo de historia nos vamos a encontrar: un fuerte drama de supervivencia por parte de un abatido y solitario astronauta, mientras que en la Tierra se formulará el trascendental debate de si vale la pena o no arriesgar más vidas y miles de millones de dólares para salvar a Mark Watney.
Pues siento deciros que no. Nuestro astronauta, a pesar de que una barra de metal del tamaño de un fuet le haya atravesado la piel y de estar a la intemperie sin posibilidad de comunicarse, decide tomarse todo esto con humor, de risas. Di que sí, Mark. Y ya de paso aprovecha para cumplir uno de esos sueños que no pudo llevar a cabo en la Tierra, ser youtuber. Aprovechando que el campamento base está repleto de cámaras, decide grabarse haciendo cualquier cosa y hablar solo. Solo le faltó un gameplay.
A todo esto, nos encontramos en Marte, un planeta que es algo así como Murcia pero más anaranjado y sin invernaderos (aunque el campamento base lo parezca). Otra cosa que se presupone pero aun no dije, es que toda la tripulación era norteamericana (excepto uno, que era el típico latino chistoso). ¿Y esto que tiene de especial? Pues que en el cine hollywoodiense, y más en las películas de conflictos internacionales o interplanetarios, ser estadounidense es sinónimo de ser un semidiós. Y es que Mark Watney es guapo, simpático, agricultor, albañil, ingeniero, cirujano, científico y todo lo que haga falta.
Pero no todo es felicidad, aunque lo parezca. Generalmente, los guionistas se rigen por normas muy similares a la Ley de Murphy, esto es, si algo puede salir mal, saldrá mal. Y yo le añado, si algo está saliendo bien, no va a durar mucho tiempo. Pero no os olvidéis de que nuestro astronauta es un héroe de esos que no llevan capa y no va a ser tan fácil borrarle la sonrisa.
Como era de esperar, los EEUU no van a dejar que su IronMan particular muera allí solo, y harán todo lo que sea posible (e imposible, porque hay cosas que no se creen ni ellos) para rescatarlo. La aparición de los chinos en esta película (al igual que en Gravity ) imagino que tendrá que ver con cuestiones del mercado, la industria y la distribución de la película en el país asiático.
Antes de nada, quiero hacer un punto y aparte. Matt Damon, tío, háztelo ver. Entre Salvar al soldado Ryan, Interstellar y The Martian, ¿cuántas vidas y miles de millones de dólares se ha gastado EEUU en rescatarte? Ya va siendo hora de que empieces a cuidarte tú solito.
Ya para terminar, quiero decir que no me ha parecido una mala película. Consigue no aburrir durante más de dos horas, lo cual ya es bastante, y visualmente es maravillosa. Lo que pasa es que mi sensación es que se trata de dar un punto realista y humano a la trama, pero yo no consigo creérmelo. Soy consciente de que en películas de este género (y en el cine en general) el espectador tiene que aceptar como verdades lo que le cuentan sin cuestionarlas demasiado, pero a veces es complicado. La sensación que le queda a uno es que podría haber sido un filme mucho mejor del que es.