Nueva obra maestra de Howard Hawks.
En este caso con una pareja de actores realmente arrolladores (nada más y nada menos que John Wayne y Robert Mitchum) que dan toda una lección de interpretación y que nos muestran una versión desmitificadora de los clásicos personajes del oeste.

Aquí los protagonistas son antihéroes, alcohólicos, perdedores abatidos por sus propias circunstancias personales, pero que no reniegan de la justicia y la amistad, capaces de levantarse y luchar por dichas causas si es necesario.

Hawks retoma el argumento de 'Rio Bravo' y mejora el resultado, con unos diálogos chispeantes, llenos de sarcasmo y un cóctel maravilloso de acción, drama, amor y comedia. La película se enmarca dentro del western crepuscular que empezaba a despuntar en aquellos años y alcanzaría su mejor versión en las películas de Peckinpah.

James Caan cumple con creces como el aprendiz de Wayne, Mitchum demuestra que está a la altura de los más grandes y Arthur Hunnicutt nos hace esbozar una sonrisa cada vez que aparece.

El ritmo narrativo es esplendoroso, y los encuadres fotográficos tanto en interiores como en exteriores son para enmarcar.

En definitiva, una de las mejores películas del género y toda una muestra de la capacidad cinematográfica de Hawks.

'God Bless America' (me niego a utilizar el horroroso título en castellano) parte de un planteamiento sumamente interesante.

Un hombre hastiado de la idiotez y superficialidad ajena decide tomarse la venganza por sí mismo, cargándose, con la ayuda de una desencantada joven, a todos aquellos, que a su juicio, se lo han ganado a pulso.

Leo por aquí algunas críticas sobre la justificación de la violencia por parte de la película, y creo que olvidan que esto es una sátira, una oda al surrealismo que pretende sacudirnos la apatía y mandarlo todo (y a todos) a la mierda. Y la verdad, no se le puede culpar. Uno enciende la tele, mira los periódicos, escucha a los políticos, y contempla el escaso nivel cultural y humano de gran parte de los ciudadanos que nos rodean, y le entran ganas de empezar a dar pantuflazos a diestro y siniestro.

Bobcat Goldthwait acierta en mostrarnos los males endémicos de nuestra sociedad, pero falla a la hora de ofrecernos una obra con verdadero fundamento cinematográfico. Si, hay algunos diálogos divertidos y alguna escena lograda, pero conforme avanza el film, la repetición de esquemas se hace norma y la película acaba resultando monótona.

El director tampoco consigue transmitir la ira y rabia suficiente que justifique las acciones de los protagonistas, quedándose en meras caricaturas de lo que se quiere mostrar. Por no hablar de la escasa veracidad (aún entendiendo que no deja de ser una broma negrísima) en lo relativo al comportamiento de estos.

En definitiva, una película curiosa, interesante, pero lejos de ofrecer algo verdaderamente notable.

Personalmente creo que el género cinematográfico de la comedia está casi en coma desde ya unos cuantos (bastantes) años. Todo se reduce a chistes fáciles, bromas escatológicas y pobres diálogos.

'Nada que perder' consigue auparse ligeramente por encima de la media, basando su atractivo en la buena compenetración de sus dos protagonistas principales.

El argumento resulta curioso y da lugar a una película de enredos y giros de guión bastante logrados. Tim Robbins demuestra que es un actor capaz de moverse a la perfección en distintos terrenos, y Martin Lawrence interpreta correctamente al típico personaje bocazas pero de buen corazón.

Sin ser nada del otro mundo, entretiene, provoca alguna carcajada y es un ligero soplo de aire fresco ante tanta comedia insustancial.

Mucho se ha debatido acerca de sí esta película es un alegato en favor o en contra de la guerra de Vietnam. En mi opinión, no es ni una cosa ni la otra. Coppola y John Milius adaptan una novela de Joseph Conrad (El corazón de la tinieblas) y la cambian de contexto, pasando del África colonial a la selvas vietnamitas.

A raíz de esta premisa se nos ofrece una búsqueda tanto física como existencial por parte del capitán Willard (Martin Sheen) para encontrar al coronel Kurtz (Marlon Brando). Mediante esta, el personaje de Sheen empieza a comprender, desenmarañar, y familiarizarse con las razones que han llevado a este último a comportarse de dicha manera.

Pero volvamos a la pregunta inicial. ¿Está loco el coronel Walter E. Kurtz?. Es indudable que las barbaries de la guerra le han causado un serio trastorno, y han puesto en tela de juicio todas sus ideas preconcebidas. Pero precisamente por eso, ha llegado a una conclusión, no por perturbadora, menos real. EEUU está perdiendo la guerra por las convicciones morales de algunos de sus mandos, y las directrices de unos hombres que desconocen completamente lo que allí está ocurriendo.

Lo curioso del asunto es que precisamente el ejército norteamericano no estuvo exento de actos criminales y reprobables. Pero el coronel Kurtz cree que hay que ir más allá, entregarse a la barbarie. Las víctimas colaterales son necesarias. La guerra de guerrillas un problema que evitar. ¿A que nos suenan estos argumentos?

Quizás las ideas de John Milius pesaron en esta visión, pero no es más que un retrato de las conclusiones que muchos soldados y militares llegan en cualquier guerra, hartos de ver caer a sus compañeros y amigos en batalla.

No obstante, lo que se nos muestra, como ya decía al comienzo de este texto, no es un alegato en favor o en contra de la guerra, sino los horrores de esta. Apocalypse Now no es una película sobre Vietnam, sino la propia Vietnam misma.

Es un visión desoladora, cruel, demoledora y terrorífica de cualquier conflicto armado. Pero eso no es todo. El film retrata otros temas como la necesidad de buscar líderes, cabezas visibles, dioses en tierra que guíen nuestro camino en la barbarie. El ser humano intenta ocultar su conciencia bajo la premisa de unos ideales que no deben ser redebatidos.

Podría entrar en terrenos más técnicos o en el fenomenal reparto de secundarios que hacen de esta película una obra maestra. Pero creo que es mejor que lo comprobéis directamente.

Estamos ante uno de los films bélicos por excelencia del séptimo arte, pero visto desde una perspectiva completamente diferente a la que Hollywood nos tenía acostumbrados en décadas anteriores. Aquí no hay héroes, tan sólo terror y destrucción, una odisea de hombres golpeados por un conflicto que nunca olvidarán.

Gregory Peck da vida a uno de los mejores personajes que ha dado la historia de este maravilloso invento llamado cine.

Atticus Finch es un abogado honesto, justo y heroico que acepta la difícil tarea de defender a un hombre negro acusado de agresión sexual a una chica blanca.

Todo ello se enmarca en una sociedad sureña caracterizada por la segregación racial y el impacto económico de la Gran Depresión.

La película se nos muestra desde la visión idílica de los hijos del señor Finch que contemplan las vicisitudes y el comportamiento de unos adultos marcados por el odio, la hipocresía y las falsas apariencias.

Ante ellos, se levanta la figura de Atticus mostrándoles el camino para evitar los prejuicios y convertirlos en la antítesis de todo aquello que representan aquellos personajes.

Resulta altamente complicado definir con palabras la sensación que deja este film.
Todo es perfecto: la fotografía, la dirección, el guión, la interpretación de los personajes, la recreación de ese ambiente opresivo y envenenado, etc ...

Mención especial para la hija de Atticus, Scout Finch (Mary Badham) que literalmente se come la pantalla, emocionándonos con su ternura, ingenuidad, y su comportamiento travieso.

Sólo queda dar las gracias a Harper Lee por escribir la novela que da origen al film y a Robert Mulligan por llevarla a la gran pantalla.

Esto es CINE con mayúsculas, y ante ello, no nos queda otra que quitarnos el sombrero y recordar una vez más que siempre habrá hombres heroicos que defenderán aquello que es justo, aún cuando ello le genere la antipatía y la incomprensión del resto.