Cuarto largometraje del realizador y guionista australiano John Hillcoat, director de documentales y videoclips fundamentalmente, que se prodiga poco en la gran pantalla pero siempre con bastante acierto (Ghosts... of the Civil Dead, The Proposition…).

En esta ocasión Hillcoat adapta la novela de Cormac McCarthy, del mismo título que la película, galardonada con el Premio Pulitzer 2007 en la categoría de ficción. McCarthy es uno de los escritores estadounidenses más importantes de la actualidad y ésta no es la primera de sus novelas que es llevada al cine (No es país para viejos, ganadora de los Oscars del 2009). Escritor de género post-apocalíptico y novela “gótica”, McCarthy se inspiró en la relación que tenía con su hijo de once años para escribir The Road.

Fiel a la naturaleza de la novela, el ambiente de la película es opresivo, con un perpetuo cielo plomizo y el frío y la humedad en todos los rincones, unido a la situación de desesperación y terror que viven los protagonistas, lo que provoca gran ansiedad en el espectador. Para conseguir esta ambientación, el rodaje se realizó en exteriores de Pensylvania, Nueva Orleans y Oregon, durante el invierno y en zonas poco habitadas o abandonadas, como la zona arrasada por el Katrina de Nueva Orleans.

Como casi siempre en las películas donde hay un niño protagonista, Kodi Smit-McPhee destaca sobre el resto del reparto, eclipsando a los anodinos Viggo Mortensen y Charlize Theron. El veterano Robert Duvall también hace un trabajo notable.

Comentar que, aunque la historia gire en torno a un padre y un hijo, no es una película para niños. Me llamó la atención un espectador desaprensivo que acudió a la sala con sus dos hijos, de unos ocho o diez años, y a los diez minutos se tuvo que marchar porque los críos estaban aterrorizados.

Basada en una novela del escritor japonés Akiyuki Nosaka, este relato tiene tintes autobiográficos ya que Nosaka, al igual que Seita, el protagonista de La Tumba de las Luciérnagas, perdió a su padre y a sus hermanas pequeñas en la Segunda Guerra Mundial, cuando tan sólo tenía quince años.

Para aquellos que, como yo, del trabajo de Isao Takahata lo que más les sonará será Heidi, Marco y Ana de las tejas verdes, entre otros, y para aquellos que consideran las películas de animación para adultos (que no los mangas x) como un género de segunda, decirles que no se equivoquen, esta película es dura, sobre todo para los que tenemos hijos, y su visionado te deja hecho polvo, pero aún es muy hermosa y recomiendo verla.

La mayoría de los espectadores han visto en este film un claro alegato antibelicista, pero a mi, personalmente, me parece más una denuncia del egoísmo humano, de la insolidaridad y de la indefensión en la que se encuentran tantísimos niños en el mundo, que se quedan sin hogar y sin familia, me da igual que sea por guerras, genocidios, explotación…

Y si alguien quiere ver otra bella película de animación antibelicista, os animo a ver “Cuando sopla el viento”, de Jimmy T. Murakami.

Por cierto, que he leído la crítica de una usuaria, que no puedo decir quién por las normas del Filmaffinity -aunque creo que todos los que hemos valorado la película sabemos a qué comentario me refiero-, pero me parece que es un comentario execrable y totalmente gratuito. Sólo espero que esa persona no tenga nunca hijos.

Fui al cine con ganas de pasar un buen rato "asustándome"; no caí en que el director, Sam Raimi, tenía el currículo que tenía con las películas de este género y, hete aquí, que me encuentro con una prometedora sesión de terror de las que hace tiempo que no disfruto, pero según avanza la película me empiezo a mosquear al ver que no es eso lo que yo esperaba para acabar dejándome llevar por la disparatada historia.

Efectos especiales sobresalientes que te garantizan algún que otro buen susto, notables actores haciendo su papel lo suficientemente creíble para que no se desmadre el disparate y para que nos sintamos identificados con los personajes y toques de humor "gore" de ese que hace reir a casi todos los públicos aunque, personalmente, no es el que más me hace reir.

Unas cuantas incongruencias que sólo tendrían importancia si la película fuera de calidad, que no es el caso, pero bueno, te hace pasar un buen rato, cosa que de pocas películas de las que hay últimamente en cartelera se puede decir.

Algunas de las películas de Imanol Uribe me han gustado bastante (La muerte de Mikel, Días contados), creo que es un buen narrador y también creo que refleja muy bien el conflicto vasco en sus películas.

Sin embargo esta película, no sé si por ser de las primeras que hizo, es tan tosca, tan escasa de matices interpretativos, que no me aporta nada, me informa sobre un hecho histórico, pero nada más. No hay un personaje que me emocione -ni siquiera me acuerdo de los nombres de los personajes- y no siento dolor ni pena ni frío ni calor. Y conste que me encanta el cine histórico, pero esto no sé si calificarlo como cine.

Lo valoro con un cinco porque al menos he aprendido algo.

El luchador (2008) no es una de esas películas que estás deseando ver, a pesar de las nominaciones a los Oscars; a priori ni el argumento ni el reparto son atractivos, pero al final un día te decides y la ves “porque hay que verla” y hete aquí que te sorprende gratamente.

No sé si el director, Darren Aronofsky (Requiem por un sueño, La fuente de la vida…), pensó en Mikey Roorke desde un principio para hacer la película, pero difícilmente me puedo imaginar a otro en la piel de Randy “The Ram” Robinson, porque sin duda el trasnochado púgil que vive anclado en los ochenta, luciendo su melena heavy, con su obsesión por no envejecer y que vive pensando sólo en sí mismo hasta el momento en el que se ve solo, nos recuerda bastante al casposo y recauchutado ex-sexsimbol de los citados ochenta, conocido en la decadencia de su carrera por su afición a las drogas, las peleas –Roorke siente gran pasión por el boxeo- y las prostitutas. Sin embargo, y para aquellos que, como yo, pensaban que este señor sólo nos dejaría en el recuerdo un par de buenas actuaciones (El Corazón del Angel, Nueve Semanas y Media…), eclipsado por sus escándalos e interpretando en los últimos tiempos a personajes tan caricaturescos como él, este papel por el que ha sido nominado al Oscar sin duda le ha devuelto esa dignidad perdida y el respeto del público y de la crítica.

La carnal Cassidy es el amor platónico de Ram, interpretada por Marisa Tomei, actriz que va ganando con la edad y que a sus cuarenta y tantos ha demostrado lo que un montón de horas en el gimnasio y grandes dosis de talento pueden conseguir. Está estupenda y ha sabido aprovechar el papel.

Al reparto se suma la protagonista de Thirteen, Evan Rachel Wood, como la hija a la que Ram abandonó cuando era una niña y a quien intenta recuperar cuando se encuentra solo para acabar fallándola de nuevo, víctima de sí mismo, de su personalidad errática y egoísta.

La película nos habla de la necesidad de seguir nuestros sueños y de ser nosotros mismos, pese a quien pese, porque si no sería una muerte en vida.