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España España · Oviedo
Críticas de Gould
Críticas 664
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
29 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El actor, crítico de cine y director Michael Anderson (1923-1994) comenzó su andadura en la industria cinematográfica británica, como tantos otros directores de su generación, en el campo del documental para seguir, a partir de los años 60, la estela de autores como Tony Richardson o John Osborne, al adaptar la novela de David Storey “This Sporting life” (El ingenuo salvaje, 1963), un áspero y realista retrato de una destructiva relación. Con el film colectivo “Red, White, Zero” (1967) da un paso más en ese camino, mezclando con habilidad realismo y surrealismo en una agria sátira de carácter social.

Este estilo, marca de la casa, alcanzaría su culminación con la película que nos ocupa, una demoledora crítica al castrador y alienante sistema educativo británico de los College. El film se divide en siete capítulos y retrata la estancia de Michael Travis -indisimulado alter ego del director y trasunto de la propia experiencia de Anderson en la famosa Cheltenham School- en un selecto College en los años finales de la década de los 60 y primeros años 70 junto a sus dos estrafalarios amigos que desean mantenerse al margen de la disciplina y de los caducos valores del College, completamente ajenos a su tiempo, basados en la exaltación de la educación militar y conservadora, con una pedagogía adormecedora -son demoledoras las escenas de la estériles clases de historia o matemáticas-, anegada de un insoportable paternalismo.

La película tiene una fuerza destructora, avasalladora, ácida y telúrica que capta muy bien el espíritu contestatario, en este caso casi nihilista, de los años 60 y cinematográficamente es un indisimulado homenaje al espíritu libertario de “Cero en conducta” (1933) de Jean Vigo, cineasta que fascinaba a Anderson.El distanciamiento casi despiadado de Anderson es uno de sus mayores atractivos de la película, a través de un ambicioso guion y de una lucidez analítica cegadora a ratos representada como farsa y, en ocasiones, rozando lo grotesco. La película combina el blanco y negro y el color -cuenta con los futuros directores Chris Menges y Miroslav Ondricek a la cámara y fotografía respectivamente- y hace un excelente uso de la música, principalmente Buxtehude e himnos corales británicos.

Malcolm McDowell lleva a cabo un trabajo excepcional con su desafiante y altiva mirada casi enajenada, lo que explica que Kubrick lo eligiera poco después para realizar “La naranja mecánica” (1971) en apariencia igual de transgresora pero que ha envejecido infinitamente peor que esta. A destacar el inolvidable final, verdadera catarsis arrolladora y vengativa, para esta incómoda, rebelde, anarquista y transgresora sátira que no ha perdido nada de su fuerza.

Un clásico diferente.
Gould
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5
3 de septiembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Farrow fue un director, guionista y productor americano todoterreno nacido en Australia que trabajó durante 30 años en Hollywood. Frecuentó todos los géneros y en pocos casos se puede decir que hiciera una película mediocre. Farrow entra en esa categoría tan amplia y flexible de los directores llamados artesanos, pero su carrera esta sazonada con numerosas obras que van más allá de demostrar un gran oficio o de resultar rentable para las productoras.

Tras un prólogo resumen en forma de documental la película empieza con una espectacular grúa en una sala de juego, suntuosa puerta de apertura para este breve melodrama, relatado a través de un flashback en un juicio, sobre las numerosas peripecias de Bill Shayne, abogado en Reno, Nevada, que trabajó primero para los mineros y que luego se especializaría en divorcios, algo inhabitual en la época y que tanta fama dio a la ciudad de Reno junto al juego, negocios que acaban por estropear su vida matrimonial.

La idea de partida era interesante y prometía bastante para un largometraje de mayor ambición, pero su excesiva brevedad -unos 70 minutos- y la pobreza de la producción la dejaron en una flojilla película del montón a pesar del protagonismo del pétreo pero interesante Richard Dix.

Fallida.
Gould
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7
3 de septiembre de 2020
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El guionista y director de televisión británico Michael McCarthy (1917-1959) rodó unas pocas películas para la gran pantalla, en algunos casos mediometrajes de variable interés, centrándose posteriormente en el medio televisivo. Retomaría su carrera fílmica con la película que nos ocupa, lamentablemente truncada por su temprana muerte a los 42 años en 1959.

La película se basa en un guion del propio MacCarthy y de John Eldridge, basado en una novela de David E. Walker -es su aportación fílmica más destacada- y se inicia con la invasión alemana de Holanda en 1940, que coincide con el nombramiento de Churchill como primer ministro. Nos cuenta la operación secreta para sacar los diamantes industriales de Holanda, básicos para la industria armamentística, en víspera de la llegada de los alemanes a Amsterdam, ya invadida Holanda, en una arriesgada operación para la que solo contarán con catorce horas.

Más ambiciosa que otras producciones de MacCarthy, generalmente adscrito a la serie B y que dedicó buena parte de sus esfuerzos a series de televisión, la película tiene buenas dosis de suspense y un buen ritmo narrativo. Tal vez los personajes sean un poco de cartón-piedra, pero no molesta en absoluto gracias a la extraordinaria atmósfera de la película que cuenta con magnificas escenas como la evacuación del puerto, las calles desiertas de una fantasmal Amsterdam a punto de caer en manos alemanas o las luchas en las calles de la ciudad cuando los bandos a favor y en contra no tenían todavía muy claro a quien apoyar.

Un buen trabajo del trío protagonista encabezado por el soberbio Peter Finch junto a la actriz de origen húngaro Eva Bartok y el siempre eficaz Alexander Knox para una sorpresa muy agradable.
Gould
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4
3 de septiembre de 2020
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guionista y director de televisión británico Michael McCarthy (1917-1959) rodó unas pocas películas para la gran pantalla, en algunos casos mediometrajes de variable interés, centrándose posteriormente en el medio televisivo. Retomaría su carrera fílmica con un gran éxito, “Operation Amsterdam” (El robo del siglo, 1959) lamentablemente truncada por su temprana muerte a los 42 años en 1959.

Anne se casa de repente con Robert, un doctor que vive con tres tías en una casa aislada. Pronto empiezan a suceder cosas extrañas: un cierto aburrimiento -el marido está todo el día fuera atendiendo a sus pacientes-, una criada descarada y diversos incidentes como una araña peligrosa. Ella se siente cada vez más sola y rechazada.
No es ninguna maravilla esta modesta serie B de escasos 69 minutos, algo parca y pobretona, aunque cuente con el atractivo de un cierto aire malsano y enfermizo, lo que le redime en parte de su predominante mediocridad.

Regularcilla.
Gould
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7
3 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guionista y director de televisión británico, Michael McCarthy (1917-1959) rodó unas pocas películas para la gran pantalla, en algunos casos mediometrajes de variable interés, centrándose posteriormente en medio televisivo. Retomaría su carrera fílmica con un gran éxito, “Operation Amsterdam” (El robo del siglo, 1959) lamentablemente truncada por su temprana muerte a los 42 años en 1959.

Escrita y dirigida por el propio McCarthy, Larry Gordon es un escritor de novela negra que se ve envuelto en un misterio en un tren donde viaja un mafioso que va a ser juzgado, custodiado por dos policías, uno de los cuales desaparece. Pequeña y modesta película de serie B, desarrollada únicamente en un tren y en una desierta estación, cuenta con una atractiva puesta en escena, una atmósfera de sorpresa muy bien conseguida y un reparto compuesto de actores desconocidos conformando un noir camerístico y diferente, de gran atractivo en sus 65 minutos de parca humildad.

Honorable.
Gould
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