La fuerza visual del cine del director austriaco se aplica en toda su intensidad en esta conmovedora y emotiva historia. Su calidad cinematográfica innegable le permite a base de planos, secuencias e imágenes, sin necesidad prácticamente de textos, de palabras, no teniendo que recurrir en exceso a primeros planos - recurso facilón en este tipo de relatos - sino utilizando la distancia, dejándonos siempre un sentimiento de cruda frialdad en lo que vemos y dándole un sentido muy aséptico a los hechos.

Hacer cine sobre la vejez, no es reto fácil. En manos de un director de cine brillante, pero muy particular, el resultado es muy satisfactorio. Se huye en todo momento de la sensiblería y del sentimentalismo y se refuerzan y resaltan las ideas del amor realista en sus aspectos más complejo y tortuosos. Por ello no es un filme cómodo para el espectador, todo lo contrario, la inquietud, paradigma del cine del austriaco, esta siempre presente dándole a la cinta un aire reflexivo, opaco, lírico, turbador,… pero desde luego de una gran honestidad.

Una delicada, poética e intimista historia de amor contextualizada en un momento crucial de la historia de la China actual y ambientada en el medio rural, lo que contribuye a darle un toque de realismo esplendido. Destacar los magníficos retratos de los personajes femeninos, mayoritarios, y con mayor peso en la trama. Quizás peca de demasiada ingenuidad en algunos momentos, lo que puede quitarle verosimilitud, pero los recursos cinematográficos del director, la fotografía, la cadencia de romance y la puesta en escena del entorno político, ideológico y social del momento engrandecen emocionalmente el drama para el espectador.

Sobre la base de la obsesión de un padre frustrado que intenta proyectar en su hijo toda sus aspiraciones y objetivos en la vida, comienza con bastante atino esta historia, bien ambientada y narrada, de cine social. Sin embargo, el avance de los minutos y en especial de la trama va a llevar a su director a la necesidad de abrir una especie de caja de truenos y hacernos pasar por un autentico empacho de situaciones crudas, abruptas y esforzadas para, teóricamente, mostrarnos lo que se supone pretendía demostrar, en la vida hay que levantar la cabeza, como titula la cinta, y seguir. Demasiado ruido y ganas de estropear una buena idea en su comienzo.

Posiblemente, es difícil quitarle a esta película el galardón de ser una de las más aterradoras recreaciones que se hayan filmado sobre el tsunami del año 2004 y a la vez el de un buen filme realista y emotivo apoyado en un gran desastre. Estos títulos se lo gana la película en su primera media hora sin ninguna duda, ya que posteriormente la acción deriva en un drama familiar innecesariamente lacrimógeno, sensiblero y realmente vacío.

Con una recaudación record en su primer fin de semana, ello en medio de la crisis cinematográfica actual, dudar del éxito de la propuesta de Bayona suena absolutamente ridículo. Ha dado en la diana del público amigo del boyerismo de lo aterrador y seguidor de todo lo espantoso del cine desastres; sin embargo, la historia como tal drama se rellena innecesariamente de historias mínimas y deslavazadas que pretenden conmover a un espectador ya conmocionado por la fuerza brutal de la descripción de propio tsunami. En resumen, nos encontramos con una peculiar cinta en donde conviven lo mejor y lo peor, es la grandeza del cine.