Reconozcamos primero que el universo de Waters es particular, que repite ciertos patrones y clichés, de los cuales evidentemente no se esconde (empezando por repetir buena parte del reparto).

Gran parte de sus películas se basan en una fuerte crítica social (al menos todas las que he visto). En este caso, la reprobación a la cultura de lo grotesco, de patrones que no desearíamos convivir con ellos, pero que tras un telón o pantalla se vitorean y alaban.
Cuanto "peor", "mejor".

Es indudable que Waters no iba desencaminado, 40 años después la programación de TV está plagado de estos ejemplos. Seres combluterados, maniquís de silicona, morenos de betún y pelos que rozan las leyes de la física.

El reproche que recibe esta película y director en su época más temprana es cierta rotundidad a la hora de plasmar escenas. Yo humildemente pienso que quien se sienta ofendido tiene "cierto problema". Y es que no puedes ofenderte por estas alegorías, donde verás una representación de coito del mismo realismo como si juntaras a Barbie y Ken simulando una penetración; o alguna zona desnuda, pechos de seres pasados de peso, o algún pene flácido, nunca en actitud sexual/pornográfica.

Aquí da para hablar sobre como la influencia religiosa nos ha creado estos tabús, o miedo al desnudo pero no es sitio ni momento.
Sólo, si decidís verla, que no os supere estos actos alegóricos e intentad ver la crítica. Luego ya os gustará o no, pero que no sea por un reproche a un acto sexual donde el hombre ni se quita los calzoncillos.

Puede ser una de las películas que mejor expone sobre la pantalla el sentimiento de Rabia.
John Mitchell rememora las viejas películas con la que seguramente descubrió su amor al cine, o las actuaciones, la mirada de Norma Desmond, esa que le hizo vibrar, y que él aqui 50 años más tarde intenta plasmar a través de gestos, miradas, canciones y hasta maquillaje.

Una película totalmente inclasificable, a ratos perdida, a ratos mágica, a ratos estremecedora, pero desde luego es una historia que no deja indiferente. Una historia en la que si uno es capaz de mimetizar, más allá de la purpurina y el glam debe notar el estremecimiento en cada uno de los poros de su piel, porqué si algo hace bien este director, y especialmente en este film, es conseguir esa empatía con el espectador mediante la cual tiempo después seguirás pensando en la película.

Por lo inhabitual, por lo especial y por lo bien plasmado de la historia, es una película OBLIGATORIA de ver.

Si eres conocedor del cine japonés de posguerra (Kurosawa, Ozu, y Mizoguchi) no necesitarás ningún empujón, pero sino es el caso, pensar en una película japonesa del ‘53 en B/N seguramente te presente alguna reticencia a verla.

La película es una fábula entorno a la búsqueda de la felicidad, mezclando elementos propios de la época, miserias humanas como la avaricia, y un curioso punto “femenino” al film.

La manera como está dirigida, rodada, hace que posiblemente al principio resulte confusa o implícitamente lenta, esa calificación tan atribuida al cine japonés; incluso según mi modo de ver la sobreactuación de los papeles masculinos no contribuyen a ese enganche en la trama.

Es a medida que va pasando el film, incluyendo por parte del director estos tintes citados: de miserias humanas, leyenda, persecución de sueños, cordura femenina… todo trazado con un bello toque visual (con una cámara perenne a medio plano que te hace sentir no estar en una historia, sino que te la están contando, como si uno lee un libro desde fuera, a distancia y contemplando todas las variantes que el espacio provee) que acaba enganchando; y consigue lo que todo buen film debe conseguir. Pensar en él una vez visto.

Yo la empecé con curiosidad, escepticismo a medio camino, y la acabé con un buen sabor de boca. Pero me levanté pensando en pasajes de ella, intentando entrever alegorías en ciertas escenas, tratando de discernir entre realidad o ensoñaciones de los personajes y escribiendo esta crítica a la mañana siguiente, prueba que la sigo digiriendo y me gustó.

Mi nota es un 7, pero… intuyo que la variaré con un poco más de margen (previsiblemente al alza).

Partiendo de la base que ofrece, encuentras un Rowan Atkinson lejos de su registro habitual y comedido (lo confieso, habitualmente me resulta insoportable) y sobretodo el papel de la “abuela” que dentro de la ficción que representa, acaba pareciendo divertida y entretenida.
Perfecta para un “domingo”.

Ang Lee debe tener este principio en su mente nada más levantarse. Y es que según reza este dicho, es poco habitual encontrar algo tremendamente bien realizado, excelso, sea en el campo que sea, generador de belleza y por ende tremendamente hipnótico.
Cuando tengas la suerte de aferrar uno de estos momentos debes disfrutarlo porqué amigo mío, hay pocos así.

Desde el obvio espectacular tratamiento de la imagen, los planos, colores y música que no hacen sino que reforzar esta aura de delicadeza y superioridad; hasta el espectacular e inverosímil historia que torna en un mensaje tremendamente potente debido a los acontecimientos de la película. Todo en Pi es redondo, bello e hipnótico.

Cuesta imaginarse como puedes empatizar con una historia tan inverosímil, como obvias incluso hechos de la película que no acaban de cuadrar. Y esto no puede realizarse sino es con un mensaje perfecto en cada una de sus facetas.

De igual modo como si cualquier ser mitológico se mostrase ante ti, contando una leyenda, y sólo esa fuerza, esa excepcionalidad del hecho en si, hiciesen que te sintieses terriblemente pequeño, dócil, incapaz de rebatir cualquiera de los argumentos; y sólo abrieses los ojos al máximo posible para poder absorber hasta el límite esa fantasía.
Eso os sucederá o al menos deseo que os suceda, como a mi cuando semanas después de desear verla me decidí a verla en pantalla grande.

Disfrutar de ese momento, porqué si hay algo que no defina a esta película es mediocre.

Como nota aparte, Lee demuestra una vez más, que para hacer "cine", ese arte reflejado en otras muchas películas que cada uno tiene es su memoria, no hace falta ni promociones gigantescas, ni sobretodo cachés de actores de 20M$ que no hacen sino engordar una industria, donde cada vez más el producto es más vulgar a la par que la entrada del cine (9'40 ayer) no hace más que subir.