Ang Lee debe tener este principio en su mente nada más levantarse. Y es que según reza este dicho, es poco habitual encontrar algo tremendamente bien realizado, excelso, sea en el campo que sea, generador de belleza y por ende tremendamente hipnótico.
Cuando tengas la suerte de aferrar uno de estos momentos debes disfrutarlo porqué amigo mío, hay pocos así.

Desde el obvio espectacular tratamiento de la imagen, los planos, colores y música que no hacen sino que reforzar esta aura de delicadeza y superioridad; hasta el espectacular e inverosímil historia que torna en un mensaje tremendamente potente debido a los acontecimientos de la película. Todo en Pi es redondo, bello e hipnótico.

Cuesta imaginarse como puedes empatizar con una historia tan inverosímil, como obvias incluso hechos de la película que no acaban de cuadrar. Y esto no puede realizarse sino es con un mensaje perfecto en cada una de sus facetas.

De igual modo como si cualquier ser mitológico se mostrase ante ti, contando una leyenda, y sólo esa fuerza, esa excepcionalidad del hecho en si, hiciesen que te sintieses terriblemente pequeño, dócil, incapaz de rebatir cualquiera de los argumentos; y sólo abrieses los ojos al máximo posible para poder absorber hasta el límite esa fantasía.
Eso os sucederá o al menos deseo que os suceda, como a mi cuando semanas después de desear verla me decidí a verla en pantalla grande.

Disfrutar de ese momento, porqué si hay algo que no defina a esta película es mediocre.

Como nota aparte, Lee demuestra una vez más, que para hacer "cine", ese arte reflejado en otras muchas películas que cada uno tiene es su memoria, no hace falta ni promociones gigantescas, ni sobretodo cachés de actores de 20M$ que no hacen sino engordar una industria, donde cada vez más el producto es más vulgar a la par que la entrada del cine (9'40 ayer) no hace más que subir.