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España España · gijon
Críticas de lisboa
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
9
27 de octubre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el amor, en la literatura, en el cine, siempre he sentido debilidad por los perdedores. Es curioso que muchos de los perdedores más representativos del cine americano los haya interpretado Paul Newman, imagen de triunfador en su vida real, ejemplo de éxito para la sociedad estadounidense. El explosivo Ben Quick condenado a huir de todas partes en El largo y cálido verano, el rebelde y tozudo Luke de La leyenda del indomable, el desconcertado alcohólico de La gata sobre el tejado de zinc caliente...
Pero si tuviera que elegir uno entre todos me quedaría sin dudarlo con Eddie Felson en El buscavidas, talento de ganador, talante de perdedor, que busca excusas para perder y poder compadecerse de sí mismo porque sabe que ganar puede convertirse en una pesada carga.
lisboa
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9
6 de mayo de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdadera belleza, siempre es dolorosa, devastadora y cruel. Y para apreciarla es necesario ser capaz de salirse de uno mismo para observarla desde todos los prismas posibles. Pero eso rara vez pasa en el cine y, muchos menos, en la vida. Por eso posiblemente no vivamos, ni lleguemos a hacerlo nunca, en el mejor de los mundos posibles.

La verdadera belleza es eterna y conflictiva (siempre tiene partidarios y detractores).

La verdadera belleza es mentira, pero es real.

La verdadera belleza es como el ser humano, contiene brutalidad y prodigio, a partes iguales.

Pero, sobre todo, la verdadera belleza no se puede encerrar en palabras o etiquetas, aunque una no deje de cometer el pecado de intentarlo.

La belleza es luz, la belleza es silencio. La Belleza es una Luz Silenciosa.
lisboa
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8
28 de diciembre de 2021
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque soy muy fan de Greta Gerwig (hasta ahora más como actriz que como directora), no tenía especial interés en ver la vigésimo cuarta (quinta en realidad) adaptación de un libro que marcó mi infancia y una película (la de Cukor) que también lo hizo.
Sin embargo, ayer tenía el día ñoño y después de dar vueltas por el catálogo de Netflix sin encontrar nada adecuado a mi estado de ánimo, se me apareció. Y yo, que creo en los símbolos, las señales, las profecías autocumplidas y un montón de cosas que ni os imagináis, no pude más que darle al play.
Tengo que decir que me sorprendió gratamente la interpretación de Saoirse Ronan a la que conocí en Ladybird y a la que tenía un poco de tirria porque su personaje me resultó odioso a ratos. Y eso que Katharine Hepburn había dejado el listón muy, pero que muy alto. Los personajes de Amy (Florence Pugh) y Laurie (Timothée Chalamet) consiguen alejarse de la mojigatería y simpleza de sus predecesores y nos resultan tiernos, caprichosos, generosos, mezquinos...en definitiva, humanos. Destacaría además la introducción de escenas del libro que yo diría que no se habían visto antes o al menos no desde esa perspectiva.
El final (no hay spoiler) es un homenaje, un canto de amor a la novela y a Louisa May Alcott, un ajuste de cuentas con el machismo y las convenciones sociales del siglo XIX. Eso y no lo de Zuckerberg es metaficción en estado puro.
Pero son sobre todo las licencias y el sello personal de Gerwig (la ruptura temporal, el uso del flashback, ese feminismo que impregna toda la obra y casi consideraría anacrónico) lo que la convierte en una gran película. Tanto que no creo que nadie se atreva ya a versionar Mujercitas.
lisboa
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