Haz click aquí para copiar la URL
España España · Zaragoza
Críticas de Purbez
<< 1 2
Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de enero de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo, Eatswood nos obsequia con una película maravillosa. Al igual que en la mayor parte de su filmografía como director, la película transmite un mensaje; habla de algo. No es un guión sin más que solo sirve para pasar el rato (que también uno se divierte), sino que te hace pensar, y más siendo una historia basada en hechos reales.
De hecho, la película ya empieza a contar algo desde el primer instante. Clint no se entretiene. Es verdad que al principio, después de ver uno, dos y quizás (no los conté) cuatro discursos, se puede pensar que te vas a encontrar con una cinta empalagosa, llena de palabras bonitas sin sentido. Pero puedo asegurar que no es así toda la película.
La dirección es magnífica. Eastwood es como el vino, mejora con los años. Solo a un genio se le ocurre mezclar política con rugby, y que además salga bien la mezcla. Cada escena es como es porque Eastwood lo ha querido así. Y solo él sabe hacer que un drama como este pueda tener tantos toques de humor. Morgan Freeman es clavado a Nelson Mandela (conviene saber que estos dos son amigos) y Matt Damon encarna perfectamente al capitán de la selección sudafricana.
Por ponerle alguna pega, a alguno se le puede hacer pesado tanto rugby durante la película (yo no soy aficionado, pero me entretuvo tanta tensión).
Propongo que uno no vaya a verla solo para pasar el rato, sino para sacar alguna conclusión; esto es buen cine.
Purbez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
22 de junio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos con una nueva adaptación del clásico de Scott Fitzgerald. Como todo remake, la película pretende ser valiente, atrevida, incluso temeraria. Desde el comienzo, su objetivo es aportar algo diferente, una “brisa de aire fresco”. Se entiende que “como todo remake” aspire a ser un buen largometraje, en vez de ofrecer la misma historia narrada con el mismo lenguaje.

Su predecesora databa de 1974 (obviando una adaptación televisiva realizada posteriormente). Muchos recordarán aquel filme por su protagonista, Robert Redford. Sin duda, fue una buena película. Y el estreno que nos ocupa, ¿está a la altura?, ¿supera a su antecesor?, ¿se queda corto? La respuesta es cuestión de gustos, y perdón por el tópico. Lo que sí puedo afirmar es que esta película de Luhrmann cumple su propósito a la perfección: es diferente. Narra la historia de Fitzgerald sin renunciar a su estilo cinematográfico, marcando el ritmo y tratando las imágenes de una manera completamente opuesta a la película dirigida por Jack Clayton en los años 70.

Es una película muy barroca, exuberante, que carga. No deja lugar a espacios humildes ni sobrios. Viene arropada por una atmósfera de majestuosidad, de grandeza. De agobio. Se suceden constantes fiestas apoteósicas, planos generales de la ciudad de Nueva York, de su ruido, de sus trabajadores… Todo en concordancia con la sociedad de hoy en día: prisas, estrés, alborotos… El mismo arranque de la película es un claro ejemplo de ello. Un arranque magnífico. La voz en off de Nick Carradine nos da las primeras pinceladas del relato, mientras contemplamos las imágenes de Nueva York, del barrio residencial donde se desarrollará la historia, de cómo son las personas que allí habitan… Un ritmo demasiado ágil frenético. Asistimos perplejos a la presentación de aquellas casas, nos maravillan sus fiestas, sus personajes. Todo ello acompañado de una cuidada fotografía, exquisita. El azul del lago, los primeros planos de las flores, los bailes, el vestuario… Un derroche visual. Y la presentación de Gatsby, no tiene desperdicio. Soberbia.

Lo que resulta curioso es el concepto de ambientación histórica que tiene Baz Luhrmann. Los bailes y conciertos de los años 20 que se nos muestran vienen complementados por melodías de canciones propias de la actualidad, que actúan como acompañamiento de fondo. ¿Molesto? Peculiar, insólito cuanto menos. Quizá un intento de acercar la historia de Fitzgerald al público más joven, que se suma a los planos barrocos comentados anteriormente. Propio del siglo XXI, de la época de las imágenes.

La versión de 1974, provista de menor calidad visual, dejaba más lugar para inspirar la melancolía que invade a los personajes. Por sus silencios, por sus fenomenales diálogos y por sus miradas nos empapábamos de la decadencia de aquella sociedad de la Belle Époque. Hoy en día los hombres solo comprendemos por la vía de lo explícito, tiene que chocar la realidad contra nuestra cara. Claro ejemplo de ello es una secuencia brutal, que se nos muestra en pantalla con toda su realidad, con todas sus consecuencias. El espectador se hace cargo de ella. Y sin embargo, tal argumento no produce el mismo efecto que en la versión de Jack Clayton en los 70. En esta, la pantalla no muestra el acontecimiento. Sabemos de él de un modo implícito, por boca de los personajes, por recursos indirectos… y aquello causaba un impacto mayor. ¡Precisamente sin haberlo visto! No tiene esto que representar una lacra para el filme. Tan solo es un modo distinto de narrar la historia. Un modo que se adecúa a la sociedad en que vivimos, a lo que presumiblemente demanda el público. Un lenguaje basado en la imagen, no en la palabra.
Purbez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
2 de diciembre de 2023
4 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine en estado puro, una perla difícil de hallar en los tiempos que corren. «Decídmelo vos, ¿quién es Teresa?», pregunta el inquisidor a la santa al inicio de su encuentro. Casilla de salida de un viaje fascinante al alma de santa Teresa de Jesús. Perplejo ante la refundación del Carmelo pretendida por Teresa, por su carácter enérgico, sus éxtasis religiosos, su carisma en la atracción de jóvenes novicias y su predicación de una espiritualidad mística, desconoce el inquisidor quién es Teresa de Ahumada. Tampoco Teresa se conoce a sí misma, sorprendida del cambio que Dios viene provocando en ella desde tiempo atrás. Apenas esbozamos nosotros, espectadores, quién es Teresa de Jesús.

La película de Ortiz es una cautivadora invitación a preguntarse quién es Teresa. La principal fuente que de ella tenemos son sus escritos, y es una gozada la naturalidad e idoneidad con que son expuestas sus máximas en los diálogos: entre los pucheros anda Dios, la imaginación es la loca de la casa, nada te turbe… El filme es pura poesía, un diálogo en el castellano de la época no en un tono falsamente grandilocuente, sino soberbiamente bello. Durante sus 100 minutos, asistimos a un diálogo entre Teresa y el inquisidor. Una conversación entrelazada con los recuerdos de juventud de Teresa, con su experiencia religiosa, sus vivencias en el convento y sus visiones del infierno. No es una trama convencional, es un recorrido tortuoso por la espiritualidad de la santa, siendo conscientes de sus dudas y temores, a la vez que de su fe y su confianza en Dios.

Ante la intrigante presencia del inquisidor, Teresa expone cómo surgió su vocación al Carmelo, qué encontró allí a su llegada, qué la llevó a reformar la orden y fundar ese nuevo convento de San José, y, especialmente, qué experimenta durante su oración, cómo es la presencia de Dios. Como bien expresa el inquisidor durante el relato, ¿puede acaso el hombre plasmar en palabras una experiencia mística? ¿Cómo puede ayudarla Teresa a entender cómo es esa presencia de Dios? Es la cuestión que sobrevuela todo el metraje, la cuestión que la directora plantea a los espectadores. ¿Cómo podemos nosotros, desde nuestras butacas, atisbar y tomar conciencia del hecho religioso? Ortiz lo intenta a través de las imágenes y del montaje audiovisual. La belleza y sugestión de sus imágenes, la banda sonora y la hermosura de los diálogos (¡cuánto gana la poesía bien declamada!) nos aproximan a la vida de oración de Teresa.

No obstante, sin ser una película larga, flaquea en su tramo central por la dificultad de mantener semejante ritmo. Es una obra muy inteligente, pero de pesada digestión en algún momento. En esos momentos, siempre remonta el vuelo la increíble actuación de Blanca Portillo como la santa de Ávila, fantástica tanto en su caracterización como en sus gestos. Asier Etxeandia, como inquisidor, da una contrarréplica espléndida. Es una gozada una película así sobre la santa tras las mediocres experiencias de las últimas décadas. Y es que entre los pucheros anda Dios, pero obras así también demuestran que se le puede buscar en una sala de cine.
Purbez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow