Me ha parecido fantástica y con buen rollo, no ñoño. Los dibujos tienen alma como cuando están bien hechos y tienen fondo detrás. Todo un alarde creativo con el talento de Sergio Pablos y equipo a quien les doy ya el Oscar se lo concedan o no -sería de justicia hacerlo-. Consigue emocionar también o: 1) que yo soy de lágrima fácil... 2) que además soy fan de todo el gremio de cartería y derivados... 3) que encima me gusta el Cine. Pero si son películas como ésta, para todos los públicos diría, ‘nobleza obliga’ = hay que disfrutarlas y valorarlas que es lo que acabo de hacer. Y que vengan más así :) -o del género que sea-.

Tiene una atmósfera estupenda a la que sólo reprocho un poco el que no siempre entiendas del todo, por el tono gutural de algunas frases, lo que se dice exactamente pero ello no representa problema alguno para su comprensión. Y hace de la contención en general un alarde expresivo donde lo que ves resulta la mar de elocuente tanto por parte de las dos protagonistas como de la doméstica que las atiende y que a mí me ha recordado un poco a la Cleo de "Roma".

Muy bueno pues el retrato de esas dos mujeres, sexagenarias y pareja, herederas de un patrimonio que ha ido desapareciendo con el tiempo hasta dejarlas al borde de la precariedad pero siempre con la bandeja del desayuno a punto, suceda lo que suceda -hasta incluso que se rompa-. Algo parecido pasa con la vida de una de ellas cuando se cruza en su camino otra mujer más joven -gran papel el de esa Angy- que sólo con un poema pondrá el dedo en la llaga: “Atrévete! atrévete siempre, que es ese un gran culto que muy pocos profesan”…

Y ‘Poupée’, como el apodo de esa discreta muñeca, tendrá que considerar lo que está en juego en su vida, para decidir o no, si toca el reconducirla al igual que con su coche...

Ha sido una grata sorpresa descubrir esta comedia a la que, en principio, le perdonaba la vida… Nada más lejos de ello: el cónclave familiar, que da origen al título, se nutre en primer lugar de una dama espléndida -y lamentablemente fallecida hace apenas medio año- como era Virna Lisi y a quien va dedicada la película: ella es la abuela Rita, embrionaria del clan y primera esposa del icono que encarna el desaparecido patriarca y latin lover (con los rasgos de Francesco Scianna) tan presente, a pesar de su ausencia, en todos y cada uno de los planos del film. Sin embargo, a fin de cuentas, y como bien dice Lluis Homar en un rol espectacular, que no conviene desvelar, lo que se perdió el finado con esa corte-harén de mujeres en derredor (una, dos, tres concubinas…) fue disfrutarlas a fondo por lo atractivas que fueron y extraordinarias que aún son: Marisa Paredes con su peluca de rata, Candela Peña con un marido florero -Jordi Mollà-, Valeria Bruni con sus nervios habituales, Angela Finocchiario con más nervios aún, y todas en su conjunto formando un mosaico espléndido que rinde tributo además a un tipo de cine en desuso, como el italiano de antaño, pero que conserva aún toda su frescura y esplendor. Y por si ello fuera poco, el clima de la película, entre libertario y comprensivo, nos deja, sin pretenderlo, materia de reflexión.

Aunque sólo fuese por la excelente caracterización de don Alfredo Landa como Blas Otamendi, el escritor y librepensador de esta película, ya valdría la pena el verla. Y si a ello le sumamos la cuidada ambientación, como siempre, el coro de personajes y el calor que despiden -aunque hay que acompañarles un poco- también. Pero sobre todo, repito, por la forma como 'respira' el personaje de él, llenando la pantalla en todos sus planos, con Andrea o sin ella. Y nos habla del amor, nos habla de la vida, con voz pequeña pero la mirada grande.

Es un gran homenaje sobre todo a ese personaje singular, Luisa Cantero, que ha cuidado desde pequeño a Miguel Ángel Muñoz. Y él se lo devuelve con creces en esa “Cuarentata” entrañable donde ambos han compartido, más que una cuarentena, espacios de media vida -si no, entera-. Queda explícito el buen rollo entre ellos y alabo la disciplina con lo que ese más que ‘bisnieto adoptivo’ ha sabido enderezar el camino que va desde el amago de un ictus hasta una jubilosa rehabilitación (plas, plas). También destacaría el comentario de un psicólogo -ay, esos actores, qué harían sin uno a mano- en el sentido de que a veces uno no es lo que realmente es sino lo que quiere ser… Prima sobre todo la alegría y el dar visibilidad a las personas mayores aunque esta Tata, en realidad, rezuma siempre frescura, bendita sea por ello. Y sólo una pequeña pega, a nivel muy subjetivo: ese afán por contratar a una cuidadora idónea que substituya a Miguel Ángel porque eso es ‘imposible’: cada uno es cada cual.