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Estados Unidos Estados Unidos · Bon Temps (Louisiana)
Críticas de RandolphCarter
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Críticas 225
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de diciembre de 2010
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rupert Pupkin es un aspirante a comediante que haría lo que fuera con tal de alcanzar su sueño: actuar en el programa de Jerry Langford, el humorista nº 1 de la Gran Manzana. Conseguirlo sería su plataforma de despegue al estrellato, su sueño hecho realidad; pero claro, no se accede así como así al olimpo de los dioses. Tras insistir e insistir infructuosamente a su ídolo, llegando a extremos de acosador patológico, el novato empecinado opta por la vía radical y secuestra a Langford con la ayuda de otra lunática fan, con el objetivo de chantajear a la cadena e interpretar en televisión el monólogo que cree que al fin le hará famoso.

Se trata de un Scorsese que quizás pueda considerarse menor, un film algo marciano respecto al conjunto de su filmografía, pero es un más que apreciable análisis que desmenuza con lucidez y mordacidad los mecanismos y la demencia que rodean al mundo del espectáculo. Todo ello personificado en el reflejo de Pupkin, un irreductible optimista, un ¿ingenuo? candidato a sucesor de rey de la comedia que colecciona autógrafos de forma obsesiva, víctima de una cultura del famoseo excesivamente ensalzada socialmente.

No es un film redondo, posee varios altibajos que lastran un poco el metraje, pero es al final cuando realmente se revaloriza y alcanza ese empaque y solidez que se echa en falta a lo largo de su visionado. Ese soliloquio autobiográfico que transforma la tragedia en chiste y que nos hace comprender definitivamente a alguien que lucha por lo que quiere en la vida con el empeño de un loco…o de un genio. Al fin y al cabo, para el mundo, la única diferencia entre los dos no estriba en el talento, sino simplemente en su porcentaje de éxito. Si no me creéis, preguntadle a Belén Esteban.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RandolphCarter
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8
17 de mayo de 2010
32 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Echando la vista atrás, si nos ponemos a revisitar el cine de acción que mamamos en los ochenta, uno no puede evitar la nostalgia por una forma de realizar celuloide que parece casi extinta. Con cojones.

Una historia dura, nada complaciente, cruel y emocionante, enmarcada en un futuro devastador de lucha por el escaso recurso que separa la vida de la muerte: la gasolina. Ahí está Max, antaño responsable policía y padre de familia reconvertido en guerrero de la carretera tras perderlo todo. Ya conocemos su historia y no se reitera en ella, así que Miller nos embarca en una secuela diferente, que se puede disfrutar independientemente de su precedente, en la que el caos reina y ya no queda residuo alguno de civilización u orden.

La batalla entre los supervivientes que poseen la gasofa contra los punkarros expoliadores, capitaneados por el inmenso y desfigurado Humungus, uno de mis malvados preferidos sobre todo cuando coge el micro, se decide a través de las acciones del loco Max en una pugna constante que desemboca en un tramo final de persecución por el desierto antológico. Estéticamente influyó más que su primera parte en casi todo el cine postapocalíptico de serie B desde entonces para adelante, dando lugar a múltiples explotaitions e imitaciones siempre con menor fortuna.

La cuestión es que uno se vuelve a mirar este pedazo de secuela, mi preferida de la trilogía, y se da cuenta de que se conserva magníficamente bien. Esto es debido a la efectiva y artesanal dirección de George Miller, que a base de realismo y especialistas jugándose la vida en las secuencias de acción nos ofreció una de las sagas más míticas, trepidantes y acojonantemente devastadoras de los ochenta.

Como bien apunta LordLeal en su crítica de Mad Max 3, que es la que me ha inspirado, deberían aprender tanto directorcillo de acción actual que a base de saturarnos con efectos digitales parece que hagan dibujos animados ¡Que vuelvan los cojones al cine de acción, ya!
RandolphCarter
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6
8 de noviembre de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que se está atacando desde diferentes frentes con demasiada saña a "Los ojos de Julia", cuando no es más que un inofensivo film de intriga que tampoco pretende ir más allá de ofrecer un pasatiempo dignamente malsano y sanguinolento. Tal vez tengan parte de culpa las comparaciones con "El orfanato", con la que comparte productor y protagonista, que su publicidad tanto se empeña en recalcar y que están fuera de lugar, pues es una obra muy alejada en intenciones y resultados a aquella.

Esto es un “giallo” con todas las consecuencias, con todo lo bueno y lo malo del género. Un juego multirreferencial en el que secuencias espeluznantes excelentemente rodadas, como los numerosos momentos de intriga en habitaciones aparentemente vacías, las persecuciones por túneles lóbregos o el uso del flash de la cámara del asesino en la oscuridad, se dan la mano con la consabida colección de falsos culpables, traumas manidos, escabechinas injustificadas, giros finales enajenados e inverosímiles, etc. ¿Es malo su guión? Pues sí, tanto más o menos que el de “Rojo Oscuro” o “Tenebre”.

El que busque un thriller argumentalmente sólido y plausible, que huya como alma que lleva el diablo. Ahora bien, el aficionado al cine de Bava, Argento y compañía, lo disfrutará si se lo toma como lo que es: un desprejuiciado y nostálgico ejercicio-homenaje a los maestros italianos del horror de los setenta, filmado con un intachable acabado formal gracias a la pericia técnica de Guillem Morales y su equipo. Mención aparte al buen hacer de Belén Rueda, que lleva el peso de la trama con soltura, y a casi todos sus secundarios, sobre todo el siempre competente LLuís Homar.

Absurda, fraudulenta, efectista, entretenidísima, salvaje y divertida como pocas películas españolas de suspense de los últimos tiempos; y es que, no sé ustedes, pero yo hacía mucho tiempo que no tenía el placer de oír gritar de terror al público en un cine.
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RandolphCarter
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8
3 de septiembre de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Abraham Maslow en “Una teoría sobre la motivación humana” (1943), que tenemos por orden de prioridad cinco tipos de necesidades: básicas (comer, respirar), de seguridad (física y psicológica), de afecto (pertenecer a un grupo), de estima (respeto propio y reconocido por los demás) y de autorrealización (llegar a la cima de las propias expectativas).

Imagínate que comienzas tu andadura con unas bambas podridas en las que escondes un triste billete como única propiedad y encajando palizas de cualquiera por el hecho de parecer el más débil del presidio. Te llamas Malik El Djebena, tienes 19 tacos, has pasado tu infancia saltando de un centro de menores a otro, acabas de ingresar por 6 años en prisión, no sabes leer ni escribir, y un grupo de corsos, los más chungos del lugar, te dices que te cargues a alguien o tú ocuparás su lugar. ¿Pinta mal, eh? Puedes hacer dos cosas. Una es dejarte matar, rendirte a la evidencia de que no eres nada para nadie, sólo un marroquí analfabeto más, o puedes luchar. Puedes pelear por sobrevivir, por escalar poco a poco, hacer caso a lo que te manden agachando la cabeza ante cada golpe que recibes, pero con la vista fijada en el futuro, en el plan. El plan.
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RandolphCarter
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9
24 de enero de 2010
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ah, que recuerdos cuando yo era un pitufillo brincante, jugando a empuñar acero cimmerio, cercenando cabezas de sectarios idólatras de reptiles. Ya sabemos que el recuerdo lejano mitifica aquello que tanto nos gustó de imberbes, y al retomar el visionado de ciertas películas nos damos cuenta de que o ellas han envejecido muy mal o tú tienes un criterio muy diferente al de antaño. Y a veces no. A veces, hay buenos films que aún con sus defectillos, a pesar de que contengan efectos especiales obsoletos y su musculoso protagonista goce de una inmutable expresión de vieira patagónica, resisten la mella de Cronos y conservan su capacidad de evasión intacta, como Conan el Bárbaro.

Muchos films de aventuras ya quisieran tener tal claridad expositiva y ritmo firme como el que imprimió John Milius a las beligerancias del héroe por antonomasia del género de espada y brujería. A esto cabe sumarle una de las bandas sonoras -de mis favoritas de todos los tiempos- más emblemáticas del malogrado Basil Poleuduris , que tributa épica magnitud al relato, custodiando y preponderando los diferente pasajes de nuestro viaje a tierras hostiles. Dicho viaje no es la adaptación de algún relato concreto de Robert E. Howard, padre de la criatura, sino que mezcla elementos característicos del personaje para modelar una especie de reinvención del bárbaro desde sus orígenes.

Los elementos fantásticos tan presentes en la letra impresa son reducidos en el celuloide a momentos puntuales: la bruja, la serpiente gigante, los semidioses de la muerte en el desierto, el propio Tulsa Doom; para ofrecer un fresco con tintes pretendidamente realistas de la Era Hyboria. De esta manera, el director logra que nos zambullamos con gusto en las sanguinolentas proezas del forzudo, rebozadas en un vivificante espíritu nietzscheniano ya sintetizado en su prólogo: "aquello que no nos mata, nos hace más fuertes". Puro entretenimiento nihilista en una de las producciones más emblemáticas del cine de aventuras ochentero, desgraciadamente mancillada por una desafortunada y "destructora" secuela.
RandolphCarter
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