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Críticas de Fernando Puertas
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Críticas 121
Críticas ordenadas por utilidad
8
14 de diciembre de 2010
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
España, y Occidente entero, está pasando ahora mismo por una crisis financiera como nunca se ha conocido. Esta crisis capitalista, como todas, trae consigo las consecuencias de siempre para las víctimas de siempre: paro y miseria para los trabajadores. Hace tiempo Inglaterra pasó por una crisis con similares efectos bajo el gobierno de Margaret Tatcher, la dama de hierro, quien con sus políticas liberales puso patas arriba el sistema de asistencia social y de Estado del bienestar existente en Inglaterra. Esta crisis marcó una época, conocida como “tatcherismo”, que caló muy hondo en el imaginario de cientos de miles de ingleses y que, como no podía ser de otra forma, se vio también reflejada en el cine. Una de las películas que reflejan esta época de desempleo y desesperación estuvo dirigida por Peter Cattaneo. Nos referimos a Full Monty, que vendría a significar en el contexto de la historia que nos cuenta la película algo así como “desnudo integral”.
Gaz (interpretado por un magnífico Robert Carlyle), como muchos otros, se ha quedado en paro tras haberse venido abajo la industria del acero que le daba de comer, situación ya penosa de por sí a la que se suma el tener que lidiar con su ex y su perfecta vida por la custodia de su hijo Nathan (William Snape). Necesita salir adelante como sea, necesita una buena idea con la que emprender y volver a vivir dignamente, y qué mejor empleo que actuar en un local de strip-tease para mujeres.
Al igual que ya hicieron películas como Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000) y otras de Ken Loach, Full Monty nos muestra las vidas de esos ingleses a los que el capitalismo inglés de “Maggie” privó de dignidad. Full Monty puede ser uno de los ejemplos de cómo debe ser un buen guión porque, a la vista de la trama, bien podría parecer que nos encontramos ante una estúpida comedia americana, pero lo cierto es que con Full Monty Simon Beaufoy nos regala una historia cargada de ternura, buenos sentimientos y de lucha por, ante todo, no perder la ilusión.
Y es que nada sería igual en la película de no ser por el espléndido casting: todos los personajes y sus historias privadas son increíbles, y uno tiene la sensación de que ésos y no otros tienen que ser los actores, de que no puede haber otros actores más que ésos para interpretar los papeles que interpretan.
En definitiva, Full Monty es una genial película que bien merece un puesto en la Historia del Cine. Qué mejor manera de acercarnos las vivencias de esas personas a las que el capitalismo dejó en pelotas, literalmente.
Fernando Puertas
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7
12 de enero de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El homenaje que el alemán Wim Wenders realiza al cine estadounidense en una de las obras cumbre del Nuevo Cine Alemán como es El amigo americano no puede ser más notable y elegante.
Basada en la novela Ripley’s Game de Patricia Highsmith, la película de Wenders resulta ser una historia de gángsters a la alemana que deja ver de forma clarísima la teta cinematográfica de la que ha mamado el director, hecho que no hace sino confirmarse con sólo ver que los directores Nicholas Ray y Samuel Fuller cuentan con un papel en la película.
Wenders cuenta una bonita historia donde la amistad, el interés personal, el cariño y la tensión danzan en dulce armonía para regalarnos secuencias que se nos quedarán grabadas en la retina y ante las que no podremos sino mordernos las uñas.
Fernando Puertas
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8
3 de julio de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela homónima de Máximo Gorki, la película de Pudovkin hace un precioso retrato de los acontecimientos que sacudieron Rusia en 1905, cargados de manifestaciones e inmersos en los ideales revolucionarios que empezaban a calar en las conciencias de los obreros, haciéndose cada vez más patente la lucha de clases entre opresores y oprimidos.

Destaca en La Madre esa escena de juicio en el que las condenas están decididas de antemano, donde vemos a los magistrados dibujando en sus cuadernos de notas y mirando el reloj para irse cuanto antes, sin importarles lo más mínimo la inocencia o culpabilidad de los acusados. También llaman la atención esos fundidos entre distintos edificios, y en general la genialidad con la que el montaje está articulado, tal y como cabría esperar de cualquier autor soviético. Fíjese si no en esa inserción de planos detalles tan avanzada para ser 1926 el año de producción.

No obstante, estando ya el espectador más evolucionado con el paso del tiempo, sí pueden detectarse en el filme unos cuantos saltos de eje y fallos de raccord de luz, pero que desde luego en ningún momento nos sacan de la diégesis.
Fernando Puertas
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6
18 de mayo de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1962 el polaco Roman Polanski se estrenó en el mundo del largometraje con El cuchillo en el agua, una película de poco presupuesto y pocos personajes, pero con muchas posibilidades de convertir a su director en lo que es hoy: uno de los mejores.
En ella vemos a Andrezj (Leon Niemczyk) y Christine (Jolanta Umecka), una pareja que, yendo de camino a pasar el día en su yate, se encuentran con un estudiante (Zygmunt Malanowicz), a quien recogen y se llevan con ellos a pasar el día. Una vez a bordo la tensión entre los dos hombres empezará a notarse, desencadenándose entre ellos una lucha en la que, para ganar, tendrán que dejar patentes sobre el otro sus cualidades varoniles, lo que desembocará en un fatal desenlace.

La película, con un guión bastante trabajado, no tiene especial interés aparte de por ser la carta de presentación de Polanski, pero es llamativa la atmósfera opresiva que el director consigue, paradójicamente, en un escenario abierto como es un lago. También hay que nombrar la carga de erotismo que se genera entre el estudiante y Christine (ésta, por cierto, mujer de extraña belleza), que nos anticipa en cierto modo lo que va a ocurrir.
Fernando Puertas
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6
24 de abril de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando André Bazin vio Te querré siempre, de Rossellini, dijo que el cine había envejecido diez años. Con esto lo que quería decir es que el director italiano había hecho una película tremendamente moderna. Y es que en 1954, tras abandonar a su esposa para casarse con Ingrid Bergman (protagonista del film), Rossellini ya había abandonado el neorrealismo para acercarse a un cine más minimalista con el que hacer vanguardia con el guión. Así, en Te querré siempre, nos encontramos ante dos personajes sin un objetivo definido, algo muy novedoso por aquel entonces.

Te querré siempre nos muestra al matrimonio Joyce (Ingrid Bergman y George Sanders) acudiendo a Nápoles para vender la villa que el tío de Catherine le dejó a ésta en herencia. Ya de camino ambos se dan cuenta de que su matrimonio no funciona: es aburrido, y continuamente se están haciendo daño el uno al otro. Así, a lo largo del filme, veremos cómo reacciona Catherine a las acciones de George y viceversa, en una historia donde elementos tan comunes en una relación como la desconfianza y los celos se unen para mostrarnos la distinta forma en que cada miembro de la pareja afronta su relación.

Como curiosidad, señalar que hay un momento en el que, en un plano general tomado desde una grúa, puede verse la sombra que proyecta ésta sobre la gente, pero tratándose del maestro Rossellini se le perdona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fernando Puertas
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