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Críticas de antonio lopez herraiz
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Críticas 1.186
Críticas ordenadas por utilidad
2
24 de enero de 2020
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pablo Larraín se aleja del perfil íntimo de una gran parte de su filmografía o -por citar a un coetáneo 'santiaguero'- Matías Bize, para aproximarse al terreno de la extravagancia lúdico-festiva de Gaspar Noé, dejándose contagiar por la misma propensión de éste a recrearse con el exceso, las luces de neón, el intercambio de fluidos corporales, etc.. Lamentablemente, la utilización reiterativa del reggaeton para contaminar de horterez las coreografías en las secuencias de baile conduce a que, por momentos, creamos estar ante otro nuevo episodio de la franquicia 'Step Up'.
En la paleta temática de Larraín hay espacio para la realidad social de Chile, los agujeros de la burocracia estatal adoptiva, las cicatrices emocionales, el vestuario y la escenografía pop, la parquedad, las tonalidades grisáceas, la apatía y, finalmente, la fragilidad mental. E igual de desordenada resulta la personalidad de Ema: una niñata insufrible, performer, bailarina y profesora de expresión corporal (¿?) en un colegio, incapaz de asumir el grado de culpa y responsabilidad que le corresponde en todos los actos de su vida personal -entre ellos, el de devolver a un niño al que ha adoptado-.
Larraín emplea la danza, a modo de interludio, tanto para acrecentar el grado de emoción que sus criaturas deberían poder transmitir por sí solas como para representar los estados de ánimo -a falta de una actriz que sepa interpretarlos- de su protagonista principal, haciendo frente a su pareja: un coreógrafo (Gael García Bernal) de temperamento consternado, resentido, seco y estéril. Tan seco y estéril como la expresión de la actriz principal, Mariana Di Girolamo.
Haciendo un impass a sus coqueteos con Hollywood -'Jackie' y la próxima 'The true american-', Larraín vuelve a su país para demostrarnos que continúa siendo un autor sitiado en las antípodas de lo convencional. Lo malo es que aquí, esa transparente fijación por fascinar y provocar a través de sus imágenes parece convertirse en una herramienta de tortura para provocar hartazgo a través de sus personajes. O al menos del que da título a la película.
antonio lopez herraiz
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7
14 de abril de 2023
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que las apariencias y, sobre todo, dos o tres fotos tomadas durante el rodaje sin postproducir los efectos de maquillaje no te engañen. Nic Coppola ha vuelto -ya hace varias películas- a la primera división de las majors de Hollywood, y tras aclararos eso, ¿cómo negarte a formar parte de la galería de encarnaciones de monstruos de la Universal, compartiendo honores con otra equilibradísima personalidad -con casi un siglo de margen- como Bela Lugosi para ejercer como nuevo gentleman hijo de las tinieblas? No obstante a Cage le cae más en gracia, citando sus impresiones sobre el vampiro, interpretarlo a semejanza de una estrella del rock and roll déspota, narcisista y sin amigos -por desgracia no ha querido señalar a quién-, que para esto es esencialmente una comedia de terror con obligada necesidad de hacer el ganso premeditadamente -él y su "esclavo" Nicholas Hoult (otro que tal)- en la enésima sátira de explotación del comodín cómico de las relaciones laborales -¿sentimentales?- tóxicas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
antonio lopez herraiz
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7
31 de diciembre de 2022
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Te echaba de menos, viejo! Y te digo viejo porque desde que tengo uso de razón y te recuerdo en comedias gamberras (o un pelín cínicas) tus únicos propósitos eran hacerme reir (y que, sorprendentemente me cayeses bien) comportándote como un gruñón, un ser antisocial, quejicoso, desaliñado o, simplemente, ser un capullo misántropo y viejoven: es irónico tratándose de un tipo con el sambenito buenrrollista como Hanks.
Puede que Marc Forster -y sí, hace años que lo de 'Quantum of Solace' es agua pasada- no desempeñe una labor detrás de la cámara menos impersonal que la de los Roger Spottiswoode, Richard Benjamin, Garry y Penny Marshall o Mankiewicz (Tom) en las pretéritas -y más desenfadadas de lo que hoy acostumbra- experiencias de aquel Hanks "pre Oscar" reformando casas en ruinas, colgándose la placa para patrullar calles con un chucho (o con Dan Aykroyd) o tratando de seguir sobrio como entrenador de baseball femenino. Y seguramente nadie lo situará -a Forster- al mismo nivel de autoría que a Dante, ni por la semejanza del poster -casual, dado que reproduce el de la original sueca y la novela de Fredrik Backman- ni por una utilizacion argumental del mismo mcguffin de "buenas" relaciones vecinales.
'El peor vecino del mundo' tan sólo es un caramelo ácido -pero caramelo, a fin de cuentas- para final de año que se traduce en el mejor vehículo de exhibición tragicómica para Tom Hanks en demasiado tiempo.
Que bueno que volviste, viejo huevón, aunque sea solamente para pasártelo bien un ratito en tu propio (e inocuo) 'Gran Torino' (2004, Clint Eastwood) con Manuel García Rulfo y Mariana Treviño -dando el entrañable punto de maruja histriónica- contrarrestando o azuzando inconscientemente tu mala leche.
Tanto da llamarte Ove u Otto...
La cabeza bien alta, el ceño fruncido y el morro enroscado: that's the attitude, grumpy man!!
A veces los más malos tienen un corazón demasiado grande.
antonio lopez herraiz
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8
18 de marzo de 2019
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de engrosar la más que respetable lista de thrillers policíacos producidos en nuestro país, '70 Binladens' supone el feliz regreso al Koldo Serra más brutal, crudo y retorcido de 'Bosque de Sombras', tras ese monumental pastelazo romántico, pseudobélico y soporífero con el que pasó por el trámite de las superproducciones en 'Gernika'.
'70 Binladens' (2019, Koldo Serra) es otra cinta de atracos, y en su concepción más clásica, tal y como lo era '100 años de perdón' (2016, Daniel Calparsoro), pero con una nimia variación geográfica -de Valencia a Bilbao- y el brusco viraje en cuanto a ejercicio de estilo que supone el cambio de realizador, ya que, a día de hoy, Koldo Serra se sitúa a años luz de un Daniel Calparsoro cada vez más desganado, opaco y gris.
Al igual que en todo buen relato repleto de adrenalina y tensión, '70 Binladens' se hace más grande con la presencia de una perturbadora y desfigurada ratera, ejecutada con brillantez por una Nathalie Poza que se regala a sí misma el capricho de dar rienda suelta a su vena más histriónica y malvada, sin quedarle a la zaga -bueno, un poquito sí- Hugo Silva como un pordiosero drogadicto que habría provocado una moderada sonrisa de aprobación en los finados José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia.
A Emma Suárez sólo cabe reconocerle su voluntarioso empuje, energía y versatilidad a la hora de mutar en inesperada (anti)heroína contra su voluntad, a la misma altura que Carmen Maura en puntuales trabajos de Álex de la Iglesia -aquí productor, a través de Pokeepsie Films-.
'70 Binladens' (2019, Koldo Serra) va al grano y, una vez se desata el jaleo, funciona como una frenética espiral de violencia y tiros en la que no te dará tiempo a aburrirte. Muy, muy recomendable.
antonio lopez herraiz
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6
26 de octubre de 2018
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al cabo de sólo tres películas, puede decirse que un rasgo distintivo en la filmografía de Carlos Vermut es su pretensión -llevada a buen puerto, por cierto- de conjugar en un mismo espacio la factura visual del anime y el cine asiático contemporáneo, incluso cuando, tal y como sucede aquí, tenemos que esperar a que de carpetazo a su relato para descubrirle en su lado más salvaje y truculento; y frente a eso, su pausada exposición narrativa y la visceralidad con que sus personajes femeninos desatan sus emociones partiendo del dolor más íntimo. Son, éstas ultimas, dos cualidades indisolublemente adscritas al lenguaje dramatúrgico del cine clásico norteamericano, y de igual manera, es imposible asistir a ese rifirrafe continuo de admiración y rivalidad entre Lila Cassen (Najwa Nimri) y Violeta (Eva Llorach) sin recordar a Norma Desmond y Joe Gillis, Jane y Blanche Hudson, Petra Von Kant y Karine, Boris Lermontov y Victoria Paige, y por qué no, Katherine Kenton y Hazie Coogan en 'Al desnudo' (Chuck Palahniuk, Ed. Mondadori) -si bien, ese símil encaja mejor con el papel desempeñado por Carme Elías-. Separar a Carlos Vermut de sus ambiciosas referencias (y aspiraciones) se antoja tan complicado como tratar de avistar, en el cine europeo reciente, otros ejemplos afines de transgresión y modernidad camuflados bajo la grandilocuencia formal del melodrama clásico. Que Carlos Vermut haya bautizado a sus dos criaturas -Lila y Violeta- con tan poca sutileza, o el halo artificioso de divismo orquestado alrededor de una estrella del pop, son simplemente retazos de irrealidad utilizados para coronar un imponente monumento a la cultura kitsch, la soledad y el precio de la fama.
antonio lopez herraiz
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