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Voto de antonio lopez herraiz:
2
Drama Ema, una joven bailarina, decide separarse de Gastón luego de entregar a Polo en adopción, el hijo que ambos habían adoptado y que fueron incapaces de criar. Desesperada por las calles del puerto de Valparaíso, Ema busca nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo, también tiene un plan secreto para recuperarlo todo. (FILMAFFINITY)
24 de enero de 2020
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pablo Larraín se aleja del perfil íntimo de una gran parte de su filmografía o -por citar a un coetáneo 'santiaguero'- Matías Bize, para aproximarse al terreno de la extravagancia lúdico-festiva de Gaspar Noé, dejándose contagiar por la misma propensión de éste a recrearse con el exceso, las luces de neón, el intercambio de fluidos corporales, etc.. Lamentablemente, la utilización reiterativa del reggaeton para contaminar de horterez las coreografías en las secuencias de baile conduce a que, por momentos, creamos estar ante otro nuevo episodio de la franquicia 'Step Up'.
En la paleta temática de Larraín hay espacio para la realidad social de Chile, los agujeros de la burocracia estatal adoptiva, las cicatrices emocionales, el vestuario y la escenografía pop, la parquedad, las tonalidades grisáceas, la apatía y, finalmente, la fragilidad mental. E igual de desordenada resulta la personalidad de Ema: una niñata insufrible, performer, bailarina y profesora de expresión corporal (¿?) en un colegio, incapaz de asumir el grado de culpa y responsabilidad que le corresponde en todos los actos de su vida personal -entre ellos, el de devolver a un niño al que ha adoptado-.
Larraín emplea la danza, a modo de interludio, tanto para acrecentar el grado de emoción que sus criaturas deberían poder transmitir por sí solas como para representar los estados de ánimo -a falta de una actriz que sepa interpretarlos- de su protagonista principal, haciendo frente a su pareja: un coreógrafo (Gael García Bernal) de temperamento consternado, resentido, seco y estéril. Tan seco y estéril como la expresión de la actriz principal, Mariana Di Girolamo.
Haciendo un impass a sus coqueteos con Hollywood -'Jackie' y la próxima 'The true american-', Larraín vuelve a su país para demostrarnos que continúa siendo un autor sitiado en las antípodas de lo convencional. Lo malo es que aquí, esa transparente fijación por fascinar y provocar a través de sus imágenes parece convertirse en una herramienta de tortura para provocar hartazgo a través de sus personajes. O al menos del que da título a la película.
antonio lopez herraiz
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