No voy a negar que la película posee todos los ingredientes para llamar la atención. No está mal ni bien utilizar los instrumentos del suspense vistos ya tantas veces (Hitchcock y su estela eterna), como aprehender casi todos los guiños de los filmes norteamericanos de última generación. Descubrir como espectador ciertos lugares comunes no es muy alentador, más aún cuando uno, humildemente, posee cierta "cultura cinematográfica". El notar esa sensación de que estamos asistiendo a algo que ya hemos visto no es una virtud desde luego. De todas maneras y a pesar de ciertos momentos un tanto tediosos, entretiene, cosa poco menor en un producto. Las tarea actoral de Darín, a veces poco comprometido con el papel, a veces expeditivo seguramente no será parte de sus mejores performances. Los demás intérpretes cumplen sus papeles, es decir "cumplen" y no mucho más. El final, para mi gusto ligeramente antojadizo, no deberá quitar ni agregar nada a este tipo de film.

Quién iba acaso pensar siquiera que a partir de lo que se nos muestra desde el primer tramo del film, iba a rotar en lo que ya sabemos que tornó. El SIDA hacía estragos. En muchas sociedades el prejuicio y la ignorancia cubría erróneamente este flagelo. Neil Jordan quiso colocar las cosas en su lugar y bien que lo hizo. Porque lo que define esta obra -y quizás la propia esencia humana también- se relata dos veces en esta historia. Una historia de amor, de muerte y de entrega. La entrega que deberíamos brindar a este bello logro cinematográfico.

"El mundo es un pañuelo", reza la máxima. Cristianos y Musulmanes, una herida eterna. Es el derrotero de dos hermanos que, de buenas a primeras se encontrarán con un destino inexorable. La identidad, el pasado, el presente. La política, el odio religioso y territorial. Difícilmente como espectador logre olvidar la escena del ómnibus. Si no fuera por las imponentes actuaciones, la belleza seca de sus imágenes, la profundidad de la historia y un guión espléndido, diría que el desenlace final peca de engañoso. No lo sé, en Palestina (como en Argentina y en otros lares), uno más uno es uno.

Inquietante obra de suspenso y terror del difunto director Stanley Kubrick. El miedo, la expectación ante lo que vendrá nos mantiene atentos y más que alertas. La psicología humana, la violencia y la locura están siempre presentes en su cine. Cualquiera sea el género que este dignísimo director tome en sus manos. Desde la ciencia ficción, drama, romance, bélica, terror. Utiliza aquí el recurso del sonido para verdaderamente aumentar el terror y la sorpresa. Nicholson nos provee una actuación memorable, inolvidable.

La pareja de Titanic, el director de "Belleza Americana". Mendes renueva la tendencia de remover en los tópicos más comunes de la sociedad. La felicidad es sólo un sueño, y un sueño que nunca se hará realidad, al menos para sus personajes. Aquí ahonda en el fracaso personal, en las limitaciones, vacío existencial y desesperanza humanas. Sus personajes principales, convencidos de su ser especial y altivo, a diferencia de lo burdo y mediocre de la comunidad que los rodea, intentarán escapar de esas vidas aburridas tomando una decisión radical. Pero nada será tan fácil, y la cruel realidad les mostrará en sus propias caras la verdad. Di Caprio es un gran actor, ya nadie lo puede dudar y en el papel que realiza se luce una vez más. Winslet compone una actuación que permite disfrutar los intensos momentos dramáticos que contiene el film. No dejarse llevar por un comienzo un tanto parco y monótono, incluso un tanto aburrido. Si sabemos esperar llegará lo que el director sabe ofrecer a los espectadores: drama profundo y bien narrado, atinadas observaciones y diálogos por demás interesantes.