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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de junio de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Borg McEnroe

"Todo partido es una vida en miniatura." Andre Agassi,

"Borg McEnroe" es una acertadísima y brillante realización del director sueco Janus Metz Pedersen del que no recuerdo haber visto nada con anterioridad. Pero la película que acaba de hacer es sencillamente prodigiosa. Curiosamente no existen en la historia del cine demasiadas oportunidades para disfrutar de producciones referidas al género deportivo que merezcan algo de crédito, al menos no en la memoria de este cronista
En 1980, yo tenía 35 años, practicaba y me gustaba el tenis -también ahora- con locura. Recuerdo perfectamente aquella final en Wimbledon entre Biorn Borg y John McEnroe. Fue una batalla épica en la que dos extraordinarios talentos de la raqueta desplegaron toda su magia y se dejaron la piel en un extenuante partido a cinco sets considerado por numerosos expertos como el mejor match de la historia del tenis.
Son muchos los méritos de esta película. Sorprenden los ágiles movimientos de cámara, sus fantásticas tomas cenitales y un maravilloso trabajo de montaje sin necesidad de recurrir en ningún momento al material documental de archivo. Absolutamente todo lo que vemos responde a un espectacular trabajo de estudio. Metz coloca al espectador en el centro mismo de la pista central del All England Club para hacerle revivir aquellos momentos con un realismo increíble.
Sverrir Gudnason en el papel de Borg, ayudado por su gran parecido con el personaje, y Shia LaBeouf como McEnroe, están sencillamente colosales. Físico, vestuario, maquillaje, gestos, posturas, ademanes, tics o los desplazamientos sobre la pista, son calcados con tal exactitud que olvidas a los actores para terminar viendo a los auténticos protagonistas de la contienda.
Pero no todo es tenis en esta historia. Y tal vez, ni siquiera, me atrevería a decir, lo más sobresaliente. Lo verdaderamente importante, a mi entender, radica en la labor de disección que Metz lleva a cabo en su laboratorio. Un trabajo valiosísimo de introspección que muestra las flaquezas pero también las grandes virtudes de nuestros héroes. Refleja así mismo el ambiente de enorme tensión y rivalidad que estos dos formidables deportistas se ven obligados a soportar durante el transcurso del torneo. Y todo ello conforma una aleccionadora e inteligente visión sobre la trastienda que esconde las verdaderas razones que impulsan al ser humano para superar sus dificultades.
Ni el conocido como "hombre de hielo" ni el malcriado "enfant terrible" que le pisa los talones, son lo que aparentan. En uno hierve un volcán interior que sofoca con cada golpe en la pista. En el otro, ese mismo volcán erupciona y muestra su furia incontenible con cada tiro fallido o la dudosa decisión del juez de silla. Pero, en el fondo, ambos utilizan parecidas armas para dominar los demonios que atormentan su interior.
Después de ese épico y memorable encuentro, dirimido con una apretada victoria del sueco y que supuso su quinto triunfo consecutivo, Born y McEnroe se hicieron grandes amigos. Al año siguiente el estadounidense le arrebataría el título, lo que ocasionó el inesperado retiro de Borg que apenas contaba con 26 años.
Aún si no es usted un fervoroso seguidor de esta disciplina, le recomiendo igualmente vea esta película porque, con seguridad, hallará elementos suficientes que habrán de compensar con creces su comprensible escepticismo.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
11 de agosto de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom of Finland

En ocasiones cometemos el grave error de pensar que los avances de la civilización occidental son irreversibles, que las libertades y derechos -en cualquiera de sus complejas facetas- de los que hoy disfrutamos y tantos sacrificios costaron a aquellos que nos precedieron, son definitivos. E imaginamos, o más bien soñamos, que esta difundida falacia tiene carácter vitalicio sin ninguna posibilidad de desaparecer.
Finlandia es hoy unos de los países más admirados en el mundo por sus extraordinarias prestaciones sociales, nivel de vida, sistema educativo, libertad de expresión y el respeto absoluto hacia cualquier tendencia sexual. Sin embargo, no siempre fue así. A mediados del siglo pasado, después de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia era un país retrógrado, homofóbico, donde los homoxesuales eran encarnizadamente perseguidos, estrechamente vigilados, encarcelados, incluso asesinados y, en ocasiones, recluidos en sanatorios de rehabilitación como consecuencia de lo que se consideraba una enfermedad cuando no una inmoral y vergonzosa aberración. En cambio, en EE.UU., en ese mismo tiempo, los gays gozaban de absoluta libertad y se expresaban con total normalidad hasta que apareció el SIDA. Y ello bastó para que las fuerzas más oscuras y conservadoras de la Unión salieran de sus cavernas y desataran su furia incontenible contra ellos. Los acosaron y demonizaron hasta límites que tan solo unos meses antes eran inimaginables. Y es así como la veleta de la ignominia cambia de dirección según sopla el viento.
"Tom de Finland", cuya poderosa narración trata estos y otros asuntos, es un explícto biopic del director finlandés Dome Karukuski en el que su protagonista Pekka Strang, nacido en Helsinki hace 40 años, firma una soberbia actuación en su papel de Touko Valio Laaksonen -alias Tom de Finlandia- sobre la vida del famoso dibujante e ilustrador que hubo de huir a EE.UU. para que su trabajo fuera reconocido y justamente divulgado dado que, en su propia Finlandia, tan admirable ejemplo hoy, la caza de brujas apuntaba rabiosamente contra su integridad y la de su familia como consecuencia, precisamente, de su orientación sexual.
La película atesora no pocos méritos. No cae en la tentación de un empalagoso ejercicio hagiográfico, al contrario, muestra a sus personajes sin ropajes, en carne y hueso, con sus virtudes y defectos, a seres humanos, en fin, que aman, sufren, se angustian y se defienden como pueden ante el viacrucis que supone su persecución. Y, sobre todo, es una película sumamente didáctica e ilustrativa. Contiene valores fundamentales que conviene recordar, lecciones de historia que no debemos olvidar y una profunda carga de inteligente humanismo, de ilustrada sabiduría, que ahonda con determinación en la piel del espectador para intentar despertarlo de su prolongada y nada tranquilizadora hibernación.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
10 de julio de 2020
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hables con extraños - The Stranger

“No hables con extraños” es una estupenda serie inglesa de ocho episodios que está disponible en la plataforma Netflix. Y he confesado infinidad de veces mi admiración por las producciones británicas pues, en la mayoría de los casos, al menos a mí, no me defraudan. De tal forma que “No hables con extraños” se suma a la regla.
En el año 2015 el escritor Harlan Coben publicó “The Stranger”, una estremecedora novela de misterio que de inmediato contó con la aceptación de miles de lectores. Pues bien, el mismo Coben, junto a Daniel Brocklehurst, reconocido guionista inglés y ganador de diversos premios cinematográficos, decidieron adaptar la novela, convirtiéndose en los creadores de la serie.
Este par de truhanes, endiabladamente inteligentes, logran mantenernos absolutamente embobados desde el primer minuto del relato. Juegan con nosotros como el gato con el ratón. De sus prodigiosas chisteras emergen todo tipo de trucos y giros argumentales que nos impiden intuir siquiera lo que se nos avecina en la siguiente escena. En ese indescifrable laberinto nos veremos atrapados durante ocho delirantes capítulos hipnóticamente inmovilizados sin posiblilidad de reacción. Cada vez que creemos tener el control de los contecimientos, un nuevo golpe de timón nos devuelve a la realidad de nuestra impericia. La inextricable y espesa red que tejen sus creadores nos envuelve de tal manera que hace inútil cualquier intento de fuga. El guion es brillante, perversamente adictivo, un torrente narrativo de impredecible final que absorbe nuestra atención de manera permanente.
La trama discurre en un elegante barrio residencial de Cedarfield, una población de ficción situada en algún lugar del norte de Inglaterra. Todo parece indicar que la felicidad y la armonía reinan en esta distinguida comunidad de clase adinerada. Matrimonios bien avenidos, hijos ejemplares, vecinos educados y amables, escuelas en las que predomina la excelencia y un club deportivo de ensueño con verdes y cuidados campos deportivos. Hasta que...
Una fotografía nítida y luminosa, asombrosas tomas cenitales, movimientos de cámara de impecable ejecución y un numeroso elenco de excelentes actores que muestran su estupor, incertidumbre y miedo a través de inquietantes primeros planos, completan el paisaje de este caleidoscópico enredo.
Y cuando finalmente se aclaran las aguas y la niebla del misterio se disipa, no puedo contener un bobalicón “ah, claro”, expresión exculpatoria que evidencia mi incapacidad para anticiparme al desenlace. Vamos, más o menos como la interrogante que planteaba el huevo de Colón o el contundente remedio que desata el nudo gordiano. Ah, claro, una vez que el telón ya ha sido izado.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
19 de febrero de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La forma del agua

"Muchos de nosotros tenemos ideas fijas y el cuento de hadas es un antídoto, una forma de llegar a las emociones. Quería que la película fuera precisamente emociones e imágenes, más que palabras." Guillermo del Toro

No cabe duda, la esfera en la que se desenvuelve Guillermo del Toro no se circunscribe al mundo real sino a un universo que le es muy propio y al que se aferra con la misma tenacidad que un niño a su juguete. Y es que el mexicano no es sino un niño grande que como ya lo hiciera con "El laberinto del fauno" ha vuelto a filmar una película muy arriesgada que se enmarca dentro de su mágico, íntimo y personal cosmos alejado, tal vez, de un sector del público que no le perdonará, probablemente, ciertas libertades. Pero ¿qué hubiera sido de las tragedias griegas, de las dramáticas piezas operísticas o del emocionante cine de aventuras sin el inefable subterfugio del "Deus ex machina", puesto en práctica por los clásicos helenos? Y es que el cine es ante todo un espectáculo visual creado para divertir, reír, llorar, enamorar, soñar, acelerar los latidos de nuestro corazón y despertar todo tipo de sentimientos. Para ello, puede y debe facultarse establecer sus propios códigos y romper, cuando así convenga, con los cánones tradicionalmente establecidos.
Las licencias, y no son pocas, que del Toro se permite en su fantástica e hipnótica fábula "La forma del agua" por la imperiosa necesidad de encajar todas y cada una de las piezas del guion, no empañan en absoluto, al menos para este cronista, la magia, ternura y sensibilidad que se manifiestan en esta maravillosa película. Sus protagonistas son seres desvalidos, marginados de una sociedad que no perdona ciertas limitaciones, perdedores condenados a las sentinas de una embarcación cuyos timoneles no descienden jamás a sus húmedas y sombrías estancias. Seres, sin embargo, capaces de esconder en su interior valiosos tesoros como la compasión, ternura, amistad, una inmensa capacidad de amar y el coraje de no rendirse nunca a pesar de la adversidad de sus circunstancias.
Existen, además, en "La forma del agua" grandes dosis de emoción, intriga y arrolladora fuerza narrativa como para mantenerte despierto y en continuo estado de alerta. Me sobrecoge y atrapa -magistralmente interpretada por Sally Hawkins- la listísima y avispada Elisa, toda ella corazón y dulzura, una mujer supendida en la más degradante soledad, que luchará hasta las últimas consecuencias por salvar a su extraña e inquietante criatura.
A través de una fotografía de tonos sobrios, oscuros y una ambientación excepcional, Guillermo nos transporta a un recóndito y sórdido laboratorio subterráneo a principios de los 60 en plena guerra fría en algún lugar de la ciudad de Baltimore. Y los prodigiosos arreglos del francés Alexandre Desplat, reconocido como uno de los diez mejores compositores de cine en el mundo, ponen la guinda a este exquisito manjar. Canciones, tan nostálgicas y deliciosamente melódicas como "You'll never, know", "Pretty baby", "Hello, Frisco, hello" o "The wide Missouri", sazonan con encomiable acierto y buen gusto cada secuencia de la película.
A mí, qué quieren que les diga, me ha gustado muchísimo este último y fascinante trabajo de Guillermo del Toro y me atrevería a asegurar, aún a riesgo de decepcionar a un numeroso y respetable auditorio, que es ésta, y con mucho, su mejor y más brillante realización.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
31 de enero de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres anuncios en las afueras

Si el cine cumple la función de mantenerte absorto, totalmente sumergido en la pantalla, ajeno a cualquier problema o preocupación de tu vida cotidiana, te sobresalta, emociona y logra que los personajes te arrastren en sus delirios, entonces es que has visto una película que recordarás siempre. Y es el director londinense Martin McDonagh, que también escribe el guion, autor de este milagro. Porque "Tres anuncios en las afueras" es auténtico cine de cinco estrellas, de ese que se disfruta de principio a fin como cuando éramos niños y nuestra capacidad de asombro permanecía aún en estado de virginal inocencia.
McDonagh elige un escenario sórdido y brutal de la América profunda localizado en Ebbing, un pueblecito perdido entre las verdes colinas del estado de Missouri. Siempre me ha sorprendido la capacidad del cine estadounidense para exponer sus propias miserias, la valentía para airear sus trapos sucios, la honestidad con que denuncian la corrupción y otras aberraciones o la manera deshinibida con que introduce el escalpelo para hurgar en las heridas más sangrantes que laceran las tripas de su propio sistema. Y nuevamente vuelve a demostrarlo en esta brillante oportunidad.
No existe mayor desgracia para un ser humano y nada le produce más sufrimiento que la espantosa tragedia que ha partido en dos el alma de Mildred Hayes; rota en pedazos, destrozada y dominada por el rencor, se revuelve como un animal herido, no se detendrá ante nada y, obsesionada hasta la ofuscación, hará lo imposible por conseguir ser escuchada allí donde el más desolador silencio es atronador. Frances McDorman, esa potentosa actriz que sublima todo lo que hace, es la responsable de insuflar vida, verdad y autenticidad a la desdichada Mildred y cada actor responde con descarnada credibilidad a la naturaleza de su personaje.
"Tres anuncios en las afueras" es una película dura, áspera, violenta, salpimentada de diálogos lúcidos e inteligentes, precisos y sabiamente concebidos pero, al mismo tiempo, secos, brutales y hasta obscenos en muchos momentos. La historia, inteligentemente narrada, parece caminar por los senderos habituales, aquellos que permiten al espectador anticipar el trazado de un previsible guion de manual mil veces visto. Pero a medida que la narración avanza nada sucede como habíamos imaginado, McDonagh juega con nosotros para convertir en espejismos todas y cada cada una de nuestras espectativas. Posiblemente este sea uno de los méritos más destacables de esta gran película que va a permanecer en mi imaginación durante un largo tiempo.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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