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Críticas de pablo garcia del pino
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Críticas 47
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
19 de noviembre de 2007
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando Fernán Gómez es capaz de convertir en relatos de lujo cualquier retrato de una clase media de época (en este caso, la de nuestra posguerra española, que, bien diseccionada a fondo, olía a estercolero). Claro que, como cada posguerra tiene, por así decirlo, sus temporadas, y toma sus sustancias de tantas calenturas bélicas como las que han expresado el sentir hondo, repugnante y brutal de la plebe masculina que tanto ha gustado "fabulear" con estas incumbencias guerreras a lo largo de los siglos que nos han precedido, ninguna etapa postbélica (allá por donde encalabrinara las acciones de tanto energúmeno militarista como los que siempre han corrido por ahí), ha dejado de gulusmear en las basuras. Nuestro Fernando prefiere, no obstante, extraer la profunda ternura que aún alienta (obviando la opresión que el poder franquista ejerce todavía a través de un tiempo que es mejor olvidar) sobre el ciudadano de a pie, y como él (siempre genial) no va de alma en pena por esos mundillos de Dios, nos ofrece uno de los mejores retratos de aquella época hostil, y a su humor satírico (que la censura, por fortuna, no parece advertir) une una profunda reflexión sobre la difícil situación del ciudadano vulgar y normalillo, o de las familias corrientes que vivaquean como pueden a la sombra, siempre nefasta, de toda dictadura, pero sin alarmas excesivas o el inquietante desarrollo que alcanzaría cualquier relato velados por los alcanforados visillos de una España que parecía eternamente marginada por su nauseabunda posguerra. Las tragedias cotidianas de la subsistencia se entremezclan con la sana inteligencia que Fernán Gómez derrocha. Alrededor de su figura y de la inolvidable y exquisita, aparte de divertidísima, Analía Gadé, (sin olvidar a todo un plantel de espléndidos secundarios), los usos y costumbres cotidianos del pueblo convierten este film en una comedia deliciosa. Y a propósito de la secuencia cumbre de la película, en la que la personalísima idiosincrasia un tanto alocada de Fernán Gómez, eje central de su ordenada subordinación burlesca, es diseccionada por sus allegados (padres y suegros), no puedo por menos que resaltarla como insuperable, maravillosa y tan, pero tan cómica, que no se le habría ocurrido ni al mismísimo Billy Wilder. ¡No es un drama social, es un "dramita" de clases y con clase! Es un gozo imprescindible. De visión obligada.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pareja arrastra años de noviazgo por no poderse casar a falta de habitación de realquilados, o, por supuesto, de piso. Se desesperan, en especial la novia. Son los tiempos negros y truculentos de la dictadura franquista. Pero los problemas de la vivienda son tan viejos como el mundo. Claro que aquel Madrid, no es el de hoy. No era por la especulación reinante en nuestro siglo XXI, sino porque construcciones, haberlas no las había, aunque por aquellos tristes descampados polvorientos asomasen ya los esqueletos balbuceantes de las primeras colmenas humanas. Es un Madrid feo y triste, de adoquinados sucios y paredes descascarilladas por los que aparecían los recuerdos de los bombardeos y de la metralla. El gran Marco Ferreri, antes de ser puesto de patitas en la calle por el gobierno franquista (y reexpedido a su Italia natal) nos dejó esta visión degradante de la dictadura. Franco y toda su caterva ministerial y clerical nunca se lo perdonó, ni a él ni a Rafael Azcona. ¡Pues, peor para el "Generalísimo" y toda la élite gubernamental de energúmenos fascistas que le cantaban el credo de su mediocre grandeza, y mejor para todos los avispados cinéfilos que, subrepticiamente, coleaban por ahí!, porque "El Pisito" ¡aún hoy! es un fuera de serie, un suculento regodeo cinematográfico, tan irrepetible como una Pirámide Egipcia. López Vázquez y Mari Carrillo nos dejaron un recital interpretativo como para relamerse durante siglos, y los secundarios son ¡que ni te cuento! "El pisito" sigue siendo un testimonio de época que adopta su neorrealismo a la española con matrícula de honor. Es una visión de la historia Ibérica que, por fortuna, no se nos ponía folklórica, en la que no se contaba la misma historia absurda de siempre, ¡y que no disimulaba nada!. Apta tan sólo para que aquella censura franquista, presidida por tanto retrasado mental, la eliminase de nuestras pantallas así, ¡de sopetón!, pretendiendo como siempre dejarnos a oscuras. ¡Se jorobaron porque mucha gente la vio (sobre todo en Italia), la saboreó, y la conservó como oro en paño para degustación de los futuros cinéfilos de pro! ¡Toma ya!... ¡y para curiosos impenitentes como yo! ¡Hurra por Ferreri y Azcona!.
pablo garcia del pino
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9
19 de noviembre de 2007
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El australiano Bruce Beresford acabó por someterse a la industria norteamericana. No se podía ir a contracorriente de los espacios más concretos e implacables que impone la comercialidad. Yo recuerdo su magnífica "El manto negro", que ganó el "Genie" (Oscar canadiense), cuya epopeya colonizadora en el Nuevo Mundo parecía tocada de un halo mágico, y que aquí nadie vio (y quien llegó a verla, prefirió ignorarla). En cuanto a "Crímenes del corazón", obra teatral, como es de rigor, debía pagar su obligado tributo cinematográfico. Pero no importa, porque Beresford, que fracasaría después con "El manto negro", echó mano de esta extraña pieza, casi de colección para todo amante de ciertas sobreactuaciones teatrales, y la dominó al completo. Su disciplinado talento nos sorprendió porque, lo que podría haber sido un guiñol caótico y mediocre (ya que sus intérpretes nos amenazan con vivir una de esas tan manoseadas historias esquizoides a la americana), una vez encauzado, se convirtió de pronto en un producto de lo más racionalizado. Sus neurastenias, que, por momentos, parecen englobarse en ese norteamericanismo, racista, intolerante y descerebrado, acabarán por sabernos a gloria. Y así amamos, y comprendemos, el porqué de estas señoritas, que no querrán formar parte de tanto estereotipo provinciano, y actuarán a lo largo de todo el film con una lógica individualista tan razonable para ciertos espectadores (director incluído) y tan deleznable para la mediocridad reinante en su mundo. Sissy Spacek, Diane Keaton y Jessica Lange, geniales actrices, representan uno de los festivales actorales más apetecibles de los que he visto en mi vida. La cámara juega con ellas, las mima, recorre esa casa cutre y naftalinada por la que ellas se mueven, recoge sus actos y diálogos estupendos sin aburrirnos jamás, y acaba convenciéndonos de que estamos asisitiendo a una obra digna de ser imperecedera. Ese final, con pastel de cumpleaños y el acompañamiento musical de una de las bandas sonoras más bellas jamás escritas para el cine como ésta del gran Georges Delerue, y con los grititos, comentarios y risas de estas tres prodigiosas mujeres (que a partir de aquí, tras su entrega total al film, se convierten en santas de nuestra devoción), es tan antológico, tan irrepetible, que, vista hoy, en efecto, pasa a convertirse en una auténtica obra de culto. "Crimenes del Corazón" consiguió realizar el milagro. No sé cómo sería en teatro. Pero en manos de Bruce Beresford, ahí queda, por los siglos de los siglos: un verdadero festival para todos los fans de Sissy, Diane y Jessica . Vedlas y agradecédselo, porque nunca volvieron a estar tan lúcidas, auténticas, y menos manoseadas (comercialmente) que en esta pieza imprescindible. Estoy seguro de que os divertiréis como nunca. ¡Vieja escuela teatral, al galope de la cámara cinematográfica, contagiosa y casi, casi, ¡hoy más que ayer!, genial!
pablo garcia del pino
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9
17 de noviembre de 2007
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las auténticas obras maestras del gran William A. Wellman. Una caravana pasional retratada al viento desafiante de los grandes espacios del Western de toda la vida. Esas mujeres maravillosas, sentimiento y pasión en celuloide, que parten en busca, no de oro, sino de su particularísimo Shangri-La del amor, no por más desconocido, menos deseado, enfrentándose a múltiples peligros, acabarán, irremediablemente, por destripar nuestras entrañas, después de una hora y pico de impactos vivenciales, tan impresionantes como la Odisea de Ulises (bien que menos mitológicos) ¡Cuántos nudos en la garganta, frente a ese tierno apostolado pasional, que ilustra a la perfección la creciente voluntad femenina cuando se deja prender por el secreto acto de sus más íntimas emancipaciones, y que, por supuesto, significaba un bocado demasiado indigesto para aquellas beatitudes reinantes en el coto cerrado (a la mujer) del durísimo Oeste Norteamericano! Ese gigantesco "women´s convoy" será así capaz, ante los ojos asombrados del super macho Taylor, de dar vida a un orden personal nuevo, férreo, y obsesivamente fetichista en cuanto se refiere a sus sueños domésticos. Mujeres que se enfrentan a la pirueta milagrosa de una búsqueda voluptuosa en el puritano siglo del revólver, pétreo como Mr. Taylor, desprovisto de tonos lastimeros, y en las que, pese a las arenas movedizas de un paisaje aterrador, sobre el que gravita un sol que cae a plomo, la muerte (ataques indios incluídos), y todo el horror de una Naturaleza, tantas veces fantasmal y cruel, persistirán hasta el fin en el factor esencial a que las arrastra esa imparable y valiente sensación física (también anímica) que promueve el deseo de ser amado. Todo lo asume Wellman con una gran honestidad y pocos medios. Hay un rincón para cada protagonista enfrentado a sus problemas personales. Un durísimo Robert Taylor, quizás en uno de su mejores papeles. Una arrebatadora Denise Darcel que sería ave de paso en el cine yanqui ("Veracruz" y alguna más que no recuerdo), y una inolvidable, gigantesca (en todos los sentidos) Hope Emerson que amortiguará los efectos devastadores de gran parte del tremendo viaje (o via crucis). El resto del elenco femenino es igualmente sensacional. Yo creo que es uno de esos Westerns inclasificablemente magníficos que alegraron nuestra infancia a través de aquel mundo fantástico de las "sesiones dobles de los sábados por la tarde en nuestros cines de barrio". Y que, aunque me repita, es una de las más brillantes "misiones imposibles" jamás filmadas. ¡¡Gloriosa a todas luces en nuestro recuerdo de cinéfilos y en nuestro corazón "celulóideco"!! ¡¡Mil veces brillante su trabajo Mr. Super William A. Wellman!!
pablo garcia del pino
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10
17 de noviembre de 2007
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vasco Pratolini, magnífico escritor italiano, no habría soñado nunca mayor fortuna que la de ver una de sus mejores obras llevadas a la pantalla por un cineasta como Valerio Zurlini, cuyos films quedaban de inmediato como tocados por el halo mágico de una sensibilidad como hubo pocas en aquella Europa de los 50 y de los 60. Su "Crónica familiar" impecablemente diseccionada, sin apenas paisaje, ni esparcimientos temporales, centrada en espacios muy concretos, entre los que merodea únicamente esa dura batalla por la vida, intimista, sin el menor clasicismo, que no pone demasiadas barreras a los retratos psicológicos y a las consecuencias dramáticas que viven sus grandes protagonistas, lanza una rápida panorámica por los acontecimientos europeos de la primera mitad del siglo XX, y dota de dignidad esa reflexión, muy particular, sobre los sentimientos familiares. Los tópicos del amor quedan anulados, porque el film de Zurlini goza de otras texturas; su propuesta es diferente a todo lo ofrecido hasta entonces. Hay en esta película imágenes que jamás se borrarán de nuestra retina. Sylvie, la gran actriz francesa, ofreció aquí su última aparición. Zurlini le dedica muchos de los mejores momentos. Su contenida amargura entre los rincones decadentes del asilo de ancianos haría llorar hasta las mismísimas piedras. Marcello Mastroianni compone una de sus mejores interpretaciones: es el mismo personaje atormentado de "El extranjero" de Visconti. Traspasada la línea de la juventud, recorre la senda de su decadencia, pero su rostro va más allá de la pasividad en que parece estancado. Su ternura es tan emotiva que siempre nos escamotea ese gran conflicto en que casi todos los seres humanos nos hallamos envueltos: el temor a darse. Pero Mastroianni, cuando se aparta de su rincón secreto y se entrega, no sólo bordea la grandeza, sino que nos demuestra magistralmente que fue el mejor actor europeo de todos los tiempos. En cuanto al eterno adolescente que fuera Jacques Perrin siempre ocupará un sitio de honor en nuestros recuerdos: el mismo que ya le ofreciera Valerio Zurlini en su "Chica con la maleta" ... Si queda algún resquicio para la sensibilidad en los corazones, ¡ésta es nuestra película! Una obra maestra y limpia del gran Zurlini.
pablo garcia del pino
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