Drama ambientado en los años 60 con un giro argumental que nos deja algo descolocados.Eileen es una joven que vive una vida triste entre el alcoholismo de su padre y su deprimente trabajo en una prisión para jóvenes. La llegada al recinto de una psicóloga moderna y segura de sí misma le ofrecerá otra perspectiva de la vida.

No estamos ante el guión más original del mundo, ya que el personaje reprimido y atrapado en una vida sin futuro, que descubre la brillantez de alguien recién llegado al lugar, ya lo tenemos visto. La sordidez del mundo en que vive Eileen es palpable pero no apabullante, se queda algo corto como para despertar una empatía plena. Además, ella camina por ese mundo con bastante resignación, salvando algunos flashes que nos dicen que en su cabeza bullen cosas no muy sanas. El personaje de la psicóloga, tirando a arquetípico, cumple el papel de catalizador para que la joven descubra que puede cambiar la dirección de su vida.

En el tercio final se produce el giro, en el que ambas mujeres dan la vuelta a sus personajes. Resulta algo forzado el de Eileen, ya que los flashes antes mencionados son fugaces y cuesta relacionar los unos con lo otro. En el caso de la psicóloga es aún peor llevado, es difícil creer tal vuelco. No porque sea imposible, sino porque no se ha urdido bien el hilo argumental que lo justifique. De drama oscuro y sin esperanza pasamos a un noir que, en ese último acto, parece el comienzo de una película distinta. Se deja ver, sobre todo, por el trabajo de sus actrices.

En Irlanda parece que no se cansan de explorar todo lo relativo a su folklore para crear relatos atmosféricos que aburren a las piedras. Una mujer ciega se hace invitar al caserón del viudo de su hermana gemela, asesinada allí un año antes. Es una especie de medium que puede adivinar cosas a través de los objetos, y tiene un objetivo en mente que justifica su visita.

Estamos ante otro de esos exponentes del llamado "horror elevado", para el que la atmósfera y lo sugerido, más que lo mostrado, lo son todo. Pero comete los mismos pecados que otras del mismo palo como "The Lodge" (2019) y The Feast (2021): tarda un mundo en avanzar y cuando lo hace es con botas de plomo, se arrastra en sus escenas lentas y oscuras. Tan oscuras que a veces no se ve nada, por cierto. Coincide en el tiempo con "The Watchers", de este año y también ambientada en Irlanda, también con el telón de fondo del folklore local y también con una protagonista con una gemela. Oddity cumple más en el aspecto formal, pero se atasca con la narrativa.

Espero que su guionista no esperara que saltáramos del asiento con el desenlace, porque se huele a kilómetros. En el cine a veces hay personajes que son señalados por la trama de manera tan evidente que dices, bueno, este seguro que no es. Pues aquí es al contrario, no digo más. Lo que tendría que haber sido un colofón perturbador se queda como algo bastante rutinario, sobre todo porque el mostrenco de madera resulta mucho más inquietante cuando está inmóvil que cuando cobra vida. Los personajes a veces parece que están sedados, como si les costara reaccionar a los estímulos. Y se guardan un fotograma final de risa, cuando la película carece de todo sentido del humor. Que no.

La hija de M. Night Shyalaman debuta con un relato de magic horror que no anda lejos de la serie B. Mina es una joven que no termina de superar un trauma de su infancia. Un encargo rutinario la lleva a un bosque en el que se pierde y, allí, encuentra una extraña cabaña habitada por unas personas que se ven asediadas cada noche por unas criaturas que llaman "vigilantes".

La película cuenta con un fallo grave de contexto. Entramos a bocajarro en el meollo de la trama sin apenas tiempo para adaptarnos, lo que deriva en que la situación resultante sea rocambolesca e inverosímil, hasta para una cinta de corte fantástico. La nueva situación a partir del descubrimiento de la cabaña y de quienes la habitan no se sostiene narrativamente. Es como si hubieran querido llegar apresuradamente a ese punto, obviando contextualizar con mayor mimo para que la transición al universo propuesto fuera más suave y natural.

Aunque el film está firmado como usamericano, se desarrolla en Irlanda, lo que da pie a sacar a colación la mitología y folklore locales. Se le añaden unas gotas de cientifismo fantástico y, ya puestos, también una lectura social acerca de que la peor versión de las personas no siempre es la que los define. Sí, suena a pastiche con copia pega de aquí y de allá, y ni asusta ni emociona, pero al menos no te hace bostezar.

Retrato verosímil de una relación madre-hija truncada por las drogas. Deb ha cortado lazos con su hija Molly, harta del desecho humano en que el consumo de drogas la ha convertido. No obstante, se ve abocada a darle una última oportunidad ante lo que podría ser el inicio de su curación.

Por suerte, no estamos ante un dramón familiar con drogas de fondo. Los dos papeles principales se han trabajado a conciencia para proyectar resolución y hartazgo en uno y decadencia y vulnerabilidad en el otro. Glenn Close borda su papel de madre que ya ha dado por perdida a su hija, pese a que aún alberga amor en su corazón e, interiormente, aún desea salvar a su pequeña. La guapa Mila Kunis raya también a buena altura, resultando desagradable tanto físicamente como por su comportamiento. El duelo actoral se lo lleva Close, no por demérito de Kunis, sino porque Glenn está a otro nivel, el de las grandes entre las grandes.

No hay escenas lacrimógenas, o al menos no abundan, lo que resulta un alivio, pero también le resta carga emocional. Tal vez pueda parecer un pelín gélida, pero no olvidemos que Deb es una madre que las ha pasado todas con su hija, y hasta el amor más profundo se quiebra si se le pone suficientemente a prueba. Una buena peli sobre lo que el consumo de drogas puede hacerle a una persona y también a una familia.

Pasarratos intrascendente que trata de colarte que una familia con dinero lo es todo. Un corredor de carreras de resistencia caído en desgracia tiene una última oportunidad de intentar ganar una de estas pruebas. Contra todo pronóstico (es broma), consigue patrocinadores y reunir un equipo volver a intentarlo. Y allí se encuentran con un perro.

Esta basada en una historia real, así que por edulcorado y falso que parezca todo parece que toca creérselo. Pues vale. No se a que mundo pertenece este corredor, pero exponer ante el planeta entero que te puedes permitir dejarlo todo para irte de raid extremo porque tu padre tiene un negocio que te sustenta, y que encima sableas a tu esposa para participar... A la esposa, además, otra ex atleta, no se le conoce oficio ni beneficio, y ese casoplon con vistas a la montaña que gastan no se mantiene solo... En fin, mejor me ahorro los calificativos. Al parecer, tenemos que dejarlo a un lado porque hay un perro muy chulo que despierta nuestros mejores sentimientos. Anda y que les den.

Si hablamos puramente de cine, sigue los clásicos esquemas de los films comerciales de aventuras: caída en desgracia de héroe, el valle de su reincorporación a la vida convencional, la oportunidad de volver para triunfar, el clásiquísimo capitulo de reclutamiento de compañeros... Tópicos a cascoporro. Esperaba al menos escenas en parajes naturales que me alegraran la vista, pero ni eso encontramos. Hay documentales con mejores imágenes. El perro no tiene de verdad protagonismo hasta mediada la película, y tampoco es que sea una locura. No es creíble como impacta en el equipo de atletas (no digo que no ocurriera, solo que la película no lo hace creíble) y en las escenas finales pasa del melodrama del almíbar con total desparpajo. Ese pésimo actor que atiende por Mark Wahlberg termina de rematar la faena. Me la comí doblada.