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Voto de Macarrones:
8
6,3
6.726
Drama
Carmen, Inés y Eva son detectives privados pero no llevan sombrero ni pistola, sino que hacen la compra, cambian pañales y tratan de conservar a su pareja. Mientras trabajan desvelando secretos ajenos, las tres descubrirán que hay mentiras propias que no han sabido ver y verdades que es mejor no revelar. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2007
43 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto sí es cine social y, por encima de todo, gran cine. Icíar Bollaín tiene un talento desbordante para reflejar lo cotidiano, y plasma con verdad y sin retórica a la gente corriente: esta vida de karaokes, empleadas de la limpieza, cenas recalentadas en el microondas, niños con fiebre y polvos tristes con novietes cerveceros está reflejada de forma excelente, con mucho amor y enorme emoción. A menudo vi la película francamente incómodo porque me hacían daño muchas de las cosas que contaba: en cierto modo, Bollaín pinta el paisaje de una batalla o, mejor, de una derrota: la de unos personajes y una sociedad que están devastados. Y esa sociedad es la nuestra.
La película es muy buena pero no excelente (y Bollaín nos tenía acostumbrados a la excelencia). En mi humilde opinión (menos valiosa que la de una mancha de cocacola en la moqueta del cine de un nudo de autopistas), cuando Bollaín toma el megáfono y juega a ser sindicalista o cuando alambica las situaciones la cosa ya no va tan bien: nunca resulta -faltaría más- torpe o maniquea (*), pero en el guión ha dejado unas hilachas chirriantes que salva con su capacidad de dirigir a los actores (esta es otra, ¡qué actores! En el reparto de esta película abundan muchos por los que yo no hubiera dado un duro y que aquí demuestran una capacidad extraordinaria: redimen todos sus muchos pecados en teleseries y peliculuchas envilecedoras). Bollaín cuenta con tanta persuasión y empatía que todo esto da igual, porque este mismo guión, en otras manos (con otro director y otros actores) podría convertirse fácilmente en un capítulo de Matrimoniadas, con su pareja madurita (Nuria González y su marido-iglú: su relación no es precisamente un modelo de sutileza narrativa), la de mediana edad (Nimri y Ulloa, que están extraordinarios en sus papeles, no se puede hacer mejor) y la pareja de jovencitos (María Vázquez y sus chicos sin afeitar).
El sonido de la película no es bueno (esto es un defecto frecuente en el cine español, ¿qué pasa con los técnicos?) y algunas frases se pierden. Con todosi el nivel medio del cine de nuestro país fuera el de las películas de Icíar Bollaín, el cine español sería el mejor del mundo (hala, ya lo he dicho, me bajo del púlpito).
La película es muy buena pero no excelente (y Bollaín nos tenía acostumbrados a la excelencia). En mi humilde opinión (menos valiosa que la de una mancha de cocacola en la moqueta del cine de un nudo de autopistas), cuando Bollaín toma el megáfono y juega a ser sindicalista o cuando alambica las situaciones la cosa ya no va tan bien: nunca resulta -faltaría más- torpe o maniquea (*), pero en el guión ha dejado unas hilachas chirriantes que salva con su capacidad de dirigir a los actores (esta es otra, ¡qué actores! En el reparto de esta película abundan muchos por los que yo no hubiera dado un duro y que aquí demuestran una capacidad extraordinaria: redimen todos sus muchos pecados en teleseries y peliculuchas envilecedoras). Bollaín cuenta con tanta persuasión y empatía que todo esto da igual, porque este mismo guión, en otras manos (con otro director y otros actores) podría convertirse fácilmente en un capítulo de Matrimoniadas, con su pareja madurita (Nuria González y su marido-iglú: su relación no es precisamente un modelo de sutileza narrativa), la de mediana edad (Nimri y Ulloa, que están extraordinarios en sus papeles, no se puede hacer mejor) y la pareja de jovencitos (María Vázquez y sus chicos sin afeitar).
El sonido de la película no es bueno (esto es un defecto frecuente en el cine español, ¿qué pasa con los técnicos?) y algunas frases se pierden. Con todosi el nivel medio del cine de nuestro país fuera el de las películas de Icíar Bollaín, el cine español sería el mejor del mundo (hala, ya lo he dicho, me bajo del púlpito).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
==Notas==
(*) Por ejemplo, toda esa investigación sobre si roban los sindicalistas y lo importantes que eran las pruebas para despedirlos y cómo por no presentar su informe la Matahari de corazón sensible todo se va al traste y se avienen a negociar con los denunciantes: vamos, vamos, vamos, qué peliculero, qué ingenuidad, qué victoria contra el capitalismo salvaje más ñoña. Por su parte, el esquematismo de las relaciones matrimoniales ya está apuntado arriba. Con este mismo guión otro director, por ejemplo .......... (póngase cualquier nombre), hubiera rodado una bazofia.
*****************
Cine dentro del cine
*****************
Sorprendido estoy por la rapidez con la que ha colgado su crítica mi pata Servadac y por su parquedad: él, que es uno de los mayores expertos mundiales en Matahari (esto va sin ironía, es así) no dedica ni una erudita palabra a la espía real, ni escribe una cita de Bolaño, no nos regala ni un verso de oscuro significado de algún poeta francés polvoriento. ¿Habrá enfermado? ¿Se han empañado sus gafas de pasta? ¿Sólo le gustan las pelis españolas donde salen chicas que se pasean? (véase su crítica a “En la ciudad de Sylvia”). Yo creo que todo se debe a la reducción del flujo sanguíneo que sufrió su cerebro por culpa de las butacas que ocupamos en el cine (los Renoir-Cuatro Caminos, lo digo por si algún día al gerente le da por regalarnos unas entradas, sería un fino detalle): Rifiuti y yo siempre vamos a los primeros asientos; a nosotros -como a los niños- nos gusta estar al pie de la pantalla y sentirmos como enanitos debajo de las imágenes. Servadac salió con las cervicales dañadas, muy quejoso y nos aseguró que el próximo día se iba a sentar solito atrás, con los pajilleros (bueno, esto último lo digo yo). Hermione, toma nota.
(*) Por ejemplo, toda esa investigación sobre si roban los sindicalistas y lo importantes que eran las pruebas para despedirlos y cómo por no presentar su informe la Matahari de corazón sensible todo se va al traste y se avienen a negociar con los denunciantes: vamos, vamos, vamos, qué peliculero, qué ingenuidad, qué victoria contra el capitalismo salvaje más ñoña. Por su parte, el esquematismo de las relaciones matrimoniales ya está apuntado arriba. Con este mismo guión otro director, por ejemplo .......... (póngase cualquier nombre), hubiera rodado una bazofia.
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Cine dentro del cine
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Sorprendido estoy por la rapidez con la que ha colgado su crítica mi pata Servadac y por su parquedad: él, que es uno de los mayores expertos mundiales en Matahari (esto va sin ironía, es así) no dedica ni una erudita palabra a la espía real, ni escribe una cita de Bolaño, no nos regala ni un verso de oscuro significado de algún poeta francés polvoriento. ¿Habrá enfermado? ¿Se han empañado sus gafas de pasta? ¿Sólo le gustan las pelis españolas donde salen chicas que se pasean? (véase su crítica a “En la ciudad de Sylvia”). Yo creo que todo se debe a la reducción del flujo sanguíneo que sufrió su cerebro por culpa de las butacas que ocupamos en el cine (los Renoir-Cuatro Caminos, lo digo por si algún día al gerente le da por regalarnos unas entradas, sería un fino detalle): Rifiuti y yo siempre vamos a los primeros asientos; a nosotros -como a los niños- nos gusta estar al pie de la pantalla y sentirmos como enanitos debajo de las imágenes. Servadac salió con las cervicales dañadas, muy quejoso y nos aseguró que el próximo día se iba a sentar solito atrás, con los pajilleros (bueno, esto último lo digo yo). Hermione, toma nota.