Si a esta película le pusieran una música amorriconada, con silbiditos en los lugares oportunos, parecería de Sergio Leone, con sus miradas intensas y secarrales tremolantes por el solazo que cae a plomo. A mí, al principio, la película me pareció una sucesión de tópicos encadenados: postguerra española, pobreza, violencia terrible de los señoritos, malos malísimos de una pieza, pobres andrajosos que viven en cuevas. Luego uno se acostumbra y disfruta más porque los actores están muy bien y dan consistencia física a sus planos personajes (el de Tosar es un poco más rico que el resto), incluido el niño protagonista, quien defiende admirablemente su papel (el resto de niños son bellezas de Murillo disfrazadas con andrajos para que se vea que son pobres, pero parece que vienen de rodar un anuncio de colonia). En la película hay mucha violencia, claro, y muestra un mundo terrible.

Bonita fotografía y todo eso, pero, la verdad, no sé qué necesidad hay de rodar cosas así.

Lo siento.