Sidney Pollack nos ofrece en este film una vertiente algo diferente del cine negro americano en el que en vez de inteligentes y desalmados gangsters, contamos con la presencia de honorables yakuzas.

La mezcla de temáticas del género negro con las tradiciones japonesas podrían parecer opuestas, y sin embargo tenemos una historia que sabe aprovechar los elementos comunes de temáticas tan dispares en la construcción de los diferentes misterios de la trama. Incluso la clásica "femme fatale" no es tal, si se observa desde la particular óptica de la cultura japonesa.

Las interpretaciones de Robert Mitchum y Ken Takakura son excelentes y tan sutiles que es un placer ver como dos personas que sienten recelo el uno del otro llegan a quererse como hermanos.

A nivel realizativo es interesante ver el uso de lentes angulares que deforman las líneas rectas de los escenarios, en especial cuando el choque entre culturas está presente y la tensión se masca en el ambiente. Una forma inteligente de aportar una sensación de desasosiego.

Black Rain debe mucho a esta cinta.