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Voto de Chagolate con churros:
8
Acción. Aventuras. Thriller. Romance La hija adolescente de un rico hacendado mexicano se ha quedado embarazada. El padre es, al parecer, Alfredo García, un antiguo colaborador y amigo de la familia, por cuya cabeza se ofrece una recompensa de un millón de dólares. (FILMAFFINITY)
14 de julio de 2009
61 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sam Peckinpah no volvería a firmar un guión después de “Quiero la cabeza de Alfredo García” y como si ya se lo imaginara no quiso desperdiciar dicha oportunidad. Con esta película, el director regresa con el tipo de violencia que convirtió a Peckinpah en un nombre rentable económicamente para las Majors. Mantiene todo el poder lírico presente en la obra de Peckinpah y el nihilismo que suele acompañar a sus protagonistas. Pero “Quiero la cabeza de Alfredo García” es también la película más romántica de cuantas hizo el californiano y esa mezcla da como resultado una de las mejores películas de este autor: enemigo del mundo y amante del alcohol.

Warren Oates es el encargado de resumirnos el mundo peckimpaniano haciendo de Bennie, el mejor personaje (junto con Pike de “Grupo Salvaje”) de toda la filmografía del director. En “Quiero la cabeza de Alfredo García” no existen medias tintas ni existen sutilezas. Es una película sucia, llena de polvo que el director retrata sin miramientos. Es una historia de perdedores cuyas esperanzas siempre renacen con el siguiente trago. En la película, Bennie ha cerrado un trato. El mercenario le dice:
-Un fracasado –refiriéndose a Bennie
- Nadie fracasa todo el tiempo –responde este sin enojarse.

Es Sam Peckinpah quien habla, claro.

La evolución de Bennie durante la cinta es magistral. Cuando la historia arranca Bennie cree encontrar en el dinero la posibilidad de cambiar de rumbo, pero acaba por darse cuenta que su único amigo es la cabeza de Alfredo García (la amistad era un tema al que Peckinpah daba bastante importancia. En lugar de retratar dicha relación de manera jocosa, el director describe esta inusitada relación como el nacimiento de una fuerte y sentida amistad), y que lleva muerto mucho más tiempo del que creía (1).

Lo que no es tan habitual en el cine de Peckinpah es el romanticismo que existe en esta película. Cualquiera diría que un director que fue capaz de filmar una violación sin tapujos a principios de los setenta (Perros de paja) no puede tener un ápice de romanticismo. Pero lo cierto es que Sam Peckinpah, tenía una forma de narrar el romanticismo tan especial como su forma de mostrar la violencia. Aunque en “La huida” el reencuentro (sexual) de McQueen y MacGraw está dotado de mucha miga, no es superable a la escena en la que Bennie y Elita (Isela Vega) toman un picnic bajo la sombra de un árbol. Existe el amor y el espectador lo siente por completo. Es la escena más importante de la película porque sin esa escena, no entenderíamos el cambio de Bennie.

Existe más adelante otra escena que destila nihilismo cuando los dos están en una cochambrosa habitación cercana al cementerio. Aquí, a diferencia de la anterior, los diálogos son escuetos pero el espectador no necesita de más para comprender las lágrimas de Elita.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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