India siempre es un lugar al que nunca me ha apetecido viajar. Digamos que me escondo de realidades demasiado lacerantes. De experiencias demasiado dolorosas. Años antes, el maestro Rudyard Kipling casi me engaña con su magnífica poesía y sus grandes cuentos; y me imaginé siendo Kim de la India (aunque hoy en día Kim habría vivido en Pakistán). Pero tiempo después, Dominique Lapierre ya me dio una idea de lo que podía encontrar en aquel país.

“Una canción del camino” me ha vuelto a soltar en la cara una bofetada de realismo puro y duro. Aún así, me ha parecido una cinta aburrida. No me ha llegado la magia que parecer haber traspasado a otras personas. No he encontrado esa electricidad que te deja confuso y descolocado. A mi juicio, la cinta tiene muchos fallos. Aunque hay planos de gran belleza, hay otros que directamente son innecesarios. Está rodada con un ritmo realmente somnoliento. Igual, si no la hubiera visto por la noche, la cinta hubiera ganado ritmo. Tal vez, con un trabajo de montaje más eficaz, quitando algunas escenas y dando énfasis a ciertas partes de la historia me hubiera resultado más amena.
La escena donde la serpiente se cuela en la casa, me parece simbólicamente maravillosa y pude discernir, el potencial que tiene Satyajiy Ray.