Tras la compleja y psicológica Pollock, Ed Harris recurre al más clásico de los géneros cinematográficos para contar una historia del oeste como las de siempre, y precisamente ahí está el principal problema de Appaloosa, en que no aporta nada a un estilo ya de por sí dilatado. No la podemos ver ni como homenaje, ni como reinvención, ni como resurrección; por ello no nos queda muy claro que clase de historia nos quiere contar su director ni en que registro encajarla.

La profesionalidad funcional de Harris sigue aquí patente y crece su saber como cineasta en esta su segunda película. La historia entretiene, pero no apasiona. Los personajes están bien construidos, pero no se puede establecer la más mínima empatía con ellos.

Ed Harris, Viggo Mortensen y Jeremy Irons aportan el suficiente carisma a sus contenidas interpretaciones, y pese a no ser sus mejore trabajos, son actores tan profesionales y tan completos que cualquier cosa que hagan es digna de ver.

Otra historia es Reneé Zellweger. Ella es una actriz capaz de lo mejor (Bridget Jones, Chicago, Cold Mountain), pero tras desfigurarse la cara y plantarse una terrorífica expresión de lo más inexpresiva, es incapaz de transmitir el más mínimo sentimiento o acción con su rostro. Por ello su romance con el personaje de Ed Harris nos aburre y nos molesta, y somos incapaces de creer que por esta mujer se pudiera cantar eso de "por el amor de una mujer, somos dos hombre son un mismo destino...", ya que carece completamente del atractivo necesario para enfrentar a Ed y a Viggo, más aún si tenemos en cuenta que la relación entre estos dos últimos es lo más interesante y rico de Appaloosa.