Jersey Boys es, a todas luces, una película tibia. No sé si es la más floja de las cintas de Clint Eastwood, un autor cargado de obras maestras, o al menos, de películas memorables (Sin perdón, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison, Medianoche en el Jardín del bien y el mal, Mystic River, Million Dollar Baby, Cartas de Iwo Jima, Gran Torino, e incluso J.Edgar, El Intercambio e Invictus, para mí lo fueron), pero Jersey Boys, es, sin lugar a dudas, una cinta que se queda a medio camino de muchas cosas.

Eastwood apunta la intención de retratar el entramado mafioso de una pequeña comunidad, al estilo del Scorsese de Uno de los nuestros, pero a su puesta en escena y al guión original les falta garra, les falta profundidad, sentido trágico, entereza. Puede que por provenir de un comercial musical de Broadway, Jersey Boys está pensada para todos los públicos, pero a esta versión cinematográfica le falta ironía y sentido trágico, teniendo en cuenta que en su trama asistimos a la compleja relación de amistad de cuatro personas a lo largo de varias décadas, y a la evolución tormentosa de sus vidas privadas.

Eso crea que el ritmo moroso habitual de su director, sea aquí pesado en muchos de sus tramos. La música aligera esas situaciones cuando parece que la historia no va a ninguna parte, pero incluso en esto, creo que Jersey Boys no ha jugado todas las cartas que un musical, con una excelente partitura de temas, puede jugar.

De acuerdo que Eastwood sigue siendo elegante en su puesta en escena, que sus actores, todos ellos, parecen sentirse muy cómodos en sus personajes (para mí el mejor de ellos sin duda, el de Vincent Piazza), y que la sucesión de buenas canciones siempre es de agradecer; pero si toda la película se pareciese más a la excelente secuencia de los cuatro protagonistas, en un parking, bajo una farola, sólo cantando, y tan buena que incluso da imagen al cartel de la cinta… el filme tendría más vida, sería más emotivo, más redondo.