Corrupción en Miami es una cinta de acción madura y con personalidad, algo que probablemente mucha gente no sabe dado su efímero paso por las carteleras. Una pena teniendo en cuenta que es una película entretenidísima, así como un estiloso ejercicio de acción e intriga muy propio de su magnífico director, Michael Mann, que ha construido con esta una nueva pieza de cine de acción del futuro, por su uso de cámaras digitales y espacios abiertos, que recogen a una serie de personajes amorales alejados de estereotipos tradicionales del cine de acción.
Pese a sus inumerables aciertos, Corrupción en Miami tiene un fallo principal y probablemente determinante: su título. Poco tiene que ver esta cinta más allá de su nombre y su director con la pasada de moda pero muy recordada serie de los ochenta, a cuyo homónimo no ha sentado muy bien el propio nombre. Probablemente muchos espectadores no fueron a ver la cinta de Mann concienciados a que se enfrentarían a un horera capitulo de más de dos horas de la famosa serie, cuando, tras haber visto la película, nada tiene que ver, ya que aquí Mann, si bien se aleja de la épica de Heat o de la trascendencia de Collateral, lo que muestra es una cienta de cine negro mezclada con un nuevo enfoque de la acción sin infantilismos ni censuras, en la que como maestro que es coloca la cámara en los lugares menos utilizados apoyándose en una hipnótica fotografía y en una banda sonora acorde con el diseño de todo el mundo del filme, repleto de interminables autopistas, expuestos cielos y mares y personas tan humanas sea besando o empuñando un arma, a los que dan vida un equilibrado reparto, en el que destacan sin lugar a dudas un contenido y creible Colin Farrell, y una bellísima y enigmática Gong Li.