Hacer reir al público es una tarea difícil, mucho más que la de hacer llorar. No todo el mundo tiene el mismo sentido del humor, y por tanto lo que a uno le hace mucha gracia a otro le puede resultar indeferente cuando menos sino directamente estúpido.

Por eso Frank Oz parece pervertir la primera intención de su film, que no es otro que el de crear una comedia negra que relatase desde un punto de vista acido y mordaz las miserias de una familia. Para ello se sirve del pretexto de un funeral, un acontecimiento donde evidentemente lo que uno menos espera es reir, y cuenta con un elenco de actores de formación británica para dar un aire de mayor elegancia.

Y sí, uno se rie, y por momentos a carcajadas, con este film. El problema radica en como se rie uno, porque del sarcasmo y la crítica que uno espera no queda absolutamente nada. Al final los recursos que se utilizan son absolutamente facilones y tópicos, a saber: el enano homosexual, el serio drogado que acaba haciendo tonterías, el abuelo cascarrabias el amigo menospreciado por todos...etc. Todo ello junto a escenas que bordean la groseria escatológica más propia de los Farrelly que del humor inglés y un desenlace con su correspondiente dosis de edulcoramiento familiar que realmente resulta innecesario.

Por ello, a pesar de pasar un buen rato, el film deja mal sabor de boca, puesto que lo prometido era otra cosa muy distinta al esperpento situacional en pantalla. Quizás el Sr Oz se dejo la ironía y la mordacidad en "Bowfinger", porque en esta película no hay ni rastro de ellas.

Lo mejor: Que las risas están aseguradas.
Lo peor: Que son risas facilonas.