Gelsomina (Giulietta Masina) es el prototipo de la candidez, no contaminada por la maliciosa universidad de la calle, ni viciada por maestros y libros. Gelsomina es un ángel que equivocó su destino y que vaga por la tierra con una sonrisa un poco triste, un poco boba y demasiado grande y redonda para ser humana. Gelsomina se niega a crecer, quiere ser siempre niña y aunque a veces pilla una pataleta, de inmediato perdona al bruto de Zampanó.
La hermana de la pobrecita Rosa, vendida por unos cuantos días de cocido, sólo tiene un defecto que empeorará su existencia: es demasiado fiel y, sin explicación aparente, quiere al forzudo y descerebrado titiritero. Es como un perrito que busca el calor del zapato que maltrata sus costillas.

La dureza de la vida ambulante, la Italia rústica de los 50, el desamparo de las mujeres, la supervivencia, la picaresca, el vino, el poco pan...., todo perfectamente fotografiado por el maestro Fellini que escribe, junto a Tullio Pinelli, un hermoso retrato de la inocencia que su mujer se encargará de elevar a los altares de la cinematografía.