La casquería y el excesivo afán por mostrarnos hasta donde puede llegar la perversidad de un psicópata sin límites en su imaginario criminal, deprecian un excelente thiller. Es cierto que los realizadores coreanos suelen ser explícitos en las escenas violentas pero la delgada línea entre el gore sangriento de ésta y la brutal insinuación, por ejemplo, de Old Boy, marcan la diferencia de elegancia y calidad, al menos para nosotros, los occidentales; sin negar que efectivamente hay un público aficionado a los filetitos de carne humana, los borbotones de sangre humeante y las detalladas amputaciones. Es, para mi, la misma diferencia que existe entre el fino erotismo y el aburrido cuarto de hora de mete y saca, que como todos sabemos también, este último ejercicio gimnástico, cuenta con muchos seguidores.

Aún así la película es buena y aquellos que tengan un estómago de caníbal y sean capaces de sustituir el término humana por jovencísima ternera , cuando nuestros destripadores hablan de carne, podrán verla de un tirón y entretenerse. Eso sí, cualquier cosa que sea capaz de comer durante la proyección que sea sin ketchup, ya se encargan nuestros amigos coreanos de los rojos y jugosos elementos.