Sucede que me he propuesto escribir sobre cualquier película que vea, la considere mejor o peor; porque como ya he dicho en otras ocasiones la excelencia no florecería sin la comparativa, sabemos de cosas buenas al enfrentarlas a otras que no lo son tanto. También es cierto que a veces dejan huella en nuestra memoria, momentos, miradas, personajes sueltos, lugares... que, aunque no salven una historia, no hay que despreciar; sobre todo teniendo en cuenta que detrás hay mucho trabajo y la intencionalidad (salvo raras excepciones) de hacer las cosas bien, aunque en ocasiones el resultado no acompañe.

Las últimas horas coloca al australiano Zak Hilditch ante la tesitura de escribir y realizar un film que cuente los últimos momentos de vida en el planeta Tierra. Para ello elige un lugar conocido por él, situado en nuestras antípodas; y a un joven, sin demasiada actividad cerebral hasta ese momento, que nos servirá de guía y cámara en su último viaje, antes de que la destrucción, por el impacto de un astro, nos alcance a todos. Y las preguntas clásicas: ¿imperarán los buenos o malos sentimientos?, ¿lo mejor es acabar con una fiesta o rodeados de familia?, ¿moriremos de frío o de calor?, ¿aguantarán hasta el final los convencionalismos? ...., las resuelve el director como buenamente puede, apoyándose en estereotipos y rascando mínimamente las posibilidades introspectivas que plantea la situación.