Respetuosa, documentada e imparcial la mirada de Soderbergh, en esta primera parte de la historia del Che. Los que odian al revolucionario no se van a creer, porque no les interesa, la materialización cinematográfica del hombre íntegro, idealista y generoso. Porque: ¿quién está dispuesto a dar la vida por una causa, a cambio de nada material?. ¡Hombre!, uno se arriesga para tener un Ferrari, y no para conseguir que todos coman o aprendan a leer. A esto último lo llaman demagogia los demagogos.

El planteamiento cinematográfico, extrayendo la biografía de documentos grabados y escritos históricos, nos aproxima y agranda la figura de Ernesto Guevara. El pulso entre defectos (que los tiene) y virtudes del médico argentino, queda claro, lo gana: la personalidad justiciera, los principios solidarios, el ánimo victorioso y la voluntad indestructible del líder.
¡Qué le vamos a hacer!; hay seres humanos que han nacido para empequeñecernos pero no por eso hemos de odiarles ni quitarles méritos.

Se harán más películas sobre este personaje histórico pero será difícil igualar la interpretación exacta de Benicio del Toro e incluso la ponderada y parlanchina de Demián Bichir (Fidel Castro).
No era fácil el proyecto pero, según mi humilde opinión, Steven Soderberg (al menos en esta primera entrega) ha salvaguardado las "fronteras de la dignidad". Concepto que defendió el propio Guevara en su espectacular aparición en la sede de Naciones Unidas.