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España España · madrid
Voto de pela:
7
Intriga. Romance. Thriller. Drama Virgil Oldman (Geoffrey Rush), un hombre solitario y excéntrico, es un experto en arte y un agente de subastas muy apreciado. Su vida transcurre al margen de cualquier sentimiento o emoción hasta que conoce a una hermosa y misteriosa joven (Sylvia Hoeks) que le encarga tasar y vender las obras de arte heredadas de sus padres. Esta joven, que sufre una extraña enfermedad psicológica que la mantiene aislada del mundo, transformará para ... [+]
26 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que siempre resultan agradables de ver por su buena ejecución y sus tramas resultonas. Son divertidas e ingeniosas y resultan placenteras para toda clase de públicos. La mejor oferta es de esta clase de películas, con su giro final incluido que te hace repasar mentalmente la película entera y te deja en la memoria un regusto final de cine audaz aunque no excesivamente original. Sin embargo hay un poso más evidente que te deja, un poso a quiero y no puedo, a intento fallido, a buen material que no logra coger altura artística. El mundo en el que está ambientada la película, el mercado del arte y sus subastas, no puede ser mejor escenario para una trama perturbadora como esta, que habla de la fascinación de la belleza auténtica, la amenaza del fraude, la obsesión enfermiza que produce el primer amor sobre todo si llega bien entrado en la madurez de la vida. Este mundo permite rodear de una atmosfera de decadencia y belleza al relato que le va como anillo al dedo y engancha al espectador desde el primer minuto. El protagonista es una persona compleja e infeliz y Tornatore se muestra hábil presentándonos el personaje y dejando a Geoffrey Rush crear un ser humano complejo, arísco y vulnerable con auténtica maestría. Su creciente fascinación por la muchacha que habita la mansión donde se desarrolla gran parte del film está rodada con delicadeza, su relación es convincente, comprendemos todos los sentimientos que despierta en el subastador y de manera sutil aparecen todas las pulsiones masculinas que han sido relatadas en innumerables clásicos como Pigmalión u Orfeo. Algunas secuencias son realmente bellas y conmovedoras. ¿Qué es lo que sucede para que la película no alcance su plenitud? Pues una trama complementaria, que luego resulta clave para entender todo el filme, que no está a la altura del relato. Una relación con un joven inteligente y conquistador que, aunque remite a la maravillosa la huella, no está a la altura del resto del film. La relación es poco creíble, el personaje del joven no tiene profundidad, los diálogos que mantienen se mueven entre la incoherencia y la sosería, su nexo de unión, un prematuro robot del siglo XIX no despierta ni curiosidad ni desasosiego en el espectador. Que distinto este robot del XIX de ese jocoso y perturbador marinero que reía sin cesar las humillaciones y vejaciones que se infligían Michael Caine y Laurence Oliver en la huella. No pude evitar acordarme de él durante el sorprendente desenlace. Una pena que esta parte del film estropee su conjunto porque el resto es brillante: la música de Morricone, la galería de secundarios que arropan el relato y forman parte de su atmósfera, la recreación del mundo de las subastas y el mercadeo del arte, sus reflexiones sobre las falsificaciones y como estas reflexiones se reflejan en la misma esencia de la trama y para terminar, su final abierto, desquiciadamente esperanzador, arraigado en un personaje con una fe ciega en sus conocimientos de la belleza y de las falsificaciones. La verdad, que aunque el tipo es un mentiroso, un estafador y un arrogante no puedes por menos que reconocerle que Praga es un buen sitio para esperar y desearle buena suerte
pela
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