Lasse Hallström, cineasta al cual no tengo excesivo aprecio (su "Casanova" es horrendo) pero que a veces acierta (verbigracia: "Las normas de la casa de la sidra") realizó hace ya diez años esta fábula chocolatera sobre pasiones, pulsiones y represiones.

Se acompañó de un solvente casting (en el que destaca -como siempre, carajo- Alfred Molina) y logró resultados mejorables.

Su crítica contra los moralismos puritanos es obvia, indolora y simplona. Su defensa de los placeres terrenales como llave de la vida a veces parece plasmada como un anuncio de cacao, el personaje de Depp parece un adorno innecesario en una narración bastante laxa y Juliette Binoche jamás llega a fascinar pese a su afrancesado carisma.

En conclusión: un filme con buenas intenciones y resultados poco memorables.