No me esperaba nada de Soul. Total, es Pixar, que me gusta, pero no tanto como al resto del planeta. Acabé la película replanteándome el sentido de la vida y el porqué de la totalidad del cosmos. Eso es lo que hacen las grandes películas. Soul consigue conectar con inquietudes tan humanas y globales que trasciende los límites que una película para niños debería tener. Es una historia paternalmente aleccionadora pero muy espiritual y genuinamente profunda que ni en sueños hubiera concebido encontrar en una película de Pixar.

Toca temáticas nada sencillas con los que muy fácilmente podría haber malparado en superficialidades canónicas. Y goza también de una estética maravillosa, realzando a unos personajes encantadores con los que es muy fácil empatizar porque reflejan peculiaridades, anhelos y defectos esencialmente humanos.

Hacía mucho tiempo que no me emocionaba viendo una película. En el que pudiera verme a mí mismo, con mis decepciones, sueños y preocupaciones vitales. Cuando el cine cada vez más carece de franqueza para contar las complejas vicisitudes humanas, aparece Pixar de la nada para recordarnos, no solo el propósito de nuestras vidas, sino también que nadie sabe cómo contarlo mejor que ellos.