Conozco esta película desde el día en que se estrenó (hace veintidós años en el momento en el que se escribe esta crítica) y nunca ha estado en ninguna de mis listas de deseos. Existe una buena razón, y es que siempre sospeché que no era más que otro refrito surgido como tantas otras al calor del éxito de Seven. Pues bien, una vez vista, he de decir que mis sospechas estaban bien fundadas. Toda la película es un enorme cliché que explota los mismos trucos vistos mil veces en otras adaptaciones de novelas del género. La sensación que me queda es la de que no me perdía nada por no haberla visto y al hacerlo he perdido dos horas de mi tiempo. Es de esas películas que no es que hayan envejecido mal, es que siempre fue así.

No suspende porque cuida las formas, las interpretaciones son aceptables y aproximadamente la mitad de las muertes se salvan respecto a lo que originalidad y sadismo se refiere. No considero que sea la peor del boom CSI malrrollero de los noventa. Digamos que está a la altura de Resurrección y El coleccionista de amantes, quizá un poco por encima de ambas. Es decir, entretiene y se deja ver, que ya es decir mucho teniendo en cuenta que los protagonistas tienen menos química que Trump y Melania y que el final es puro bochorno.